Nuestro Padre

Artículo de opinión del periodista Rafael Angulo sobre San Josemaría Escrivá de Balaguer.

ME pregunta mi hijo Juan porqué llamo a Josemaría Escrivá de Balaguer padre y él no le puede llamar abuelo como llama a Manolo en Don Benito y, la verdad, este tipo de preguntas filiales, sencillas aparentemente de esclarecer, a la postre resultan mas reveladoras y trascendentes que los grandes temas, si es que hay asunto mas importante en una familia que la filiación. Lo cierto es que el santo aragonés forma parte de mi casa, y mi vida, con la naturalidad del que entra con confianza en un hogar, sólo así se puede entender que su rostro alegre y amable nos contemple desde la puerta de la nevera, lugar estratégico y de obligado paso diario en cualquier nido que se precie. O sea que si tienes intimidad para que una persona esté en la cocina, el dormitorio o el cuarto de baño, lo tienes para todo. Es cierto que, en una casa actual, quien decide es quien tiene el mando a distancia, o sintoniza su cadena de radio, pero hay mandos más sutiles en manos más delicadas.

Intento explicarle a mi hijo la razón por la que a los sacerdotes se les denomina padre, pastor o amigo, como por la cercanía de san Josemaría entre nosotros le podemos llamar nuestro padre, cómo fue un sacerdote que se pasó la vida enseñando, a todos, que se puede vivir la vocación cristiana de una forma nueva, que vivir para Dios no es solo cosa de curas o religiosos, que ser santos se nos aplica indiscriminadamente, sea cual sea nuestro equipo de fútbol, partido o condición social, casado, soltero o con novia, que solo hay que esforzarse un poquino en las circunstancias diarias de la vida y, parece, como que Juanito me escucha pero, al rato, decide terminar la conversación y me espeta: «Le llamas padre porque quieres». Y creo que el chaval la ha clavado: realmente no hay razón más poderosa que esa que es, casualmente, la misma por la que pertenezco al Opus Dei, porque me da la gana, porque libremente uno decide sus compromisos y sus porqués, e intenta estar a la altura de los propósitos, con la ayuda de Dios. Después, si quieren, hablamos de luchar por ser buenas personas, santos, en la vida corriente y ordinaria, difundir, pese a los errores personales y flaquezas de cada uno, que se puede encontrar a Dios en las cazuelas, hablando con los compañeros de la prensa, en el Chinche, en el Parlamento o en la Charca y creer que se puede ser feliz, que se es, buscando a Dios en el trabajo de cada día, en la vida de familia y con los amigos. A veces, los niños encuentran respuestas a preguntas que los adultos complicamos, cuando las cosas son muy fáciles de entender.

Ahora mismo, no nos engañemos, son tiempos complicados para todos y para esta pequeña porción de la Iglesia católica que es el Opus Dei no hay excepciones, precisamente porque somos iglesia, parroquia, templo, no algo ajeno a los avatares de la sociedad sino inmersos en ellos.

No, no es fácil vivir hoy en día la vocación de cristianos en medio de la tierra, pero el amor de Dios es una realidad inmensa, la única fuerza que puede transformar el mundo. Supongo que por eso los cristianos somos más felices, lo digo sin jactancia, que quienes no tienen nuestra fe, porque la ilusión de cumplir sus objetivos no se refuerza con esperanza.

Llamar padre es una forma de incorporar a la familia, de ser familia, esa fuerza que transforma el mundo, como recientemente nos ha recordado Benedicto XVI, que sabe de la dificultad de construir una familia hoy en día, pero que nos alienta porque vale la pena esforzarse para lograr esta realidad maravillosa. Por eso el fundador del Opus Dei, el santo de lo ordinario, ha inspirado a tantas familias a dar sentido y comprensión a sus actividades diarias, la amistad, la convivencia; por eso sus preguntas son las que inquietan a cada madre, a cada padre: ¿Cómo querer más a mis hijos cada día?, ¿cómo acercarles con mi trabajo?, ¿cómo salir de esa desgracia que he pasado.?, por eso, de que la familia funcione depende el futuro de la sociedad, porque la vida familiar, esos hogares luminoso y alegres (como le gustaba decir a san Josemaría) es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales (lo dice el Papa) como el respeto a las personas, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación, la comprensión.

Por eso, hoy 26 de junio, aniversario y fiesta de san Josemaría es lógico que uno sienta el orgullo de llamar padre a un santo, y que su hijo lo note.

Rafael Angulo / Extremadura Hoy