Notas sobre la película “Camino”

Ofrecemos más información sobre la película “Camino”.

A comienzos del mes de junio de 2005 el director de la película pasó tres días en un monasterio benedictino para trabajar en el guión. Posteriormente publicó un libro en el que recogía sus impresiones de esos tres días en clave satírica: “Hola, soy director de cine, no creo en el más allá, soy también feliz y busco tranquilidad para escribir un guión en que una niña muere creyendo aceptar, incomprensiblemente para mí, la inverosímil voluntad de Jesucristo”.

Cuando comunicó a los monjes su intención de publicar sus impresiones sobre su estancia en el monasterio, le respondieron que durante esos tres días no había tenido tiempo para captar el verdadero espíritu de la vida religiosa –algo que el autor reconoció en su texto - y le rogaron por dos veces que no las publicara. El autor no atendió sus peticiones.

Alexia

La película está inspirada en la figura de Alexia González Barros (1971-1985), una adolescente madrileña de profunda vida cristiana, aprendida en su familia y en el colegio. La diócesis de Madrid introdujo su Causa de Beatificación el 14 de abril de 1993.

Sobre este punto, se puede consultar https://www.alexiagb.org/

Alfredo, hermano de Alexia, escribió una carta abierta al director: “Tu afirmación de ayer de que el aplauso al morir la protagonista, se produjo en la realidad cuando murió Alexia (el periodista dijo su nombre) me ha dolido en el alma por lo injusto y terrible de tal aseveración. No debería hacer falta que te diga que mi hermana Alexia no murió rodeada de aplausos. Murió rodeada de cariño. Cariño de sus seres queridos: padres y hermanos y con el silencio respetuoso de las enfermeras, doctores y enfermos que de motu propio se acercaron a la habitación de Alexia. Murió mientras intentábamos tragar nuestras lágrimas, porque –no lo olvides- para nosotros era un verdadero drama el pensar en tener que soportar su pérdida.”

En esta carta, Alfredo González Barros ponía de relieve que la película falsifica por completo la vida de Alexia y de su familia.

Cualquier persona comprenderá el dolor de los hermanos de Alexia ante esta película que desfigura también la imagen de su padre; que maltrata a su madre, presentándola como alguien inhumano, capaz de aprovecharse del dolor de una hija para construir una futura causa de canonización; que deforma la fe cristiana de Alexia, y se sirve de su vida para lanzar un mensaje antirreligioso muy alejado de lo que realmente ocurrió. En un diario madrileño se leía este titular expresado por sus hermanos: “Fesser se aprovecha de nuestro dolor”.

La mirada cristiana

La película aborda diversos misterios de la existencia humana, como el misterio del dolor –en concreto, el sufrimiento de los inocentes- utilizando ambientes y símbolos cristianos. Y como rechaza la respuesta cristiana, - “soy ateo practicante” ha declarado el director - en lugar de tratarlo con respeto, deriva a la caricatura. Fesser dice, “es incomprensible para mí”, es inverosímil; por tanto todo tiene que ser falso.

Para ningún hombre es fácil obtener una respuesta ante el gran misterio del dolor y del sufrimiento humanos Juan Pablo II escribe “Cristo se acercó, sobre todo, al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible 'que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna'… Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor” (cfr. Salvifici Dolores, n. 16) “para poder percibir la verdadera respuesta al 'porqué' del sufrimiento tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el 'porqué' del sufrimiento en cuanto somos capaces de comprender la sublimación del amor divino". (cfr. Salvifici Doloris, n. 13)

Frente a estas palabras el director de la película dice "hay actitudes que no entiendo; ven el dolor como algo redentor".

La película adopta una postura religiosa muy clara: “Yo no entendía, cuando iba a misa los domingos, -declara el director-, cómo podía haber un Dios tan bueno, en ese cielo tan azul, al lado de esos santos acribillados a flechazos. Te venden el mundo religioso como algo luminoso cuando está lleno de puntos oscuros y tenebrosos". Tampoco la mayoría de los cristianos creen en un Dios tenebroso, sino en el Dios del Evangelio, que es un Dios enamorado del hombre y de su libertad.

El Dios en el que creen los cristianos es un Dios Padre. Es un Dios que perdona; un Dios que respeta la libertad de cada ser humano para odiarle o para amarle, para seguirle o para ignorarle. Y es también un Dios que nos ayuda a enfocar la vida con esperanza, alegría y sentido del humor, virtudes que nacen de la virtud cristiana por excelencia, la caridad.

En entrevistas el director realiza afirmaciones de este tenor: "Escrivá de Balaguer decía que para vivir hay que morir. Yo me encuentro en las antípodas de este pensamiento”. Recordamos las palabras de Jesucristo, que se leen en el Evangelio de san Juan 12, 24-26: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.Numerosos santos –como santa Teresa de Jesús, a la que se cita varias veces en la película- han glosado esta idea en sus escritos. Se sitúa, por tanto, en las antípodas de dos mil años de vida cristiana.

El Opus Dei

El director afirma que "todo, absolutamente todo lo referido al Opus Dei es absolutamente real”. Ante esas afirmaciones comenté el 27 de septiembre, que “Miles de personas de nuestro país conocen de primera mano la vida cotidiana de las mujeres y de los hombres del Opus Dei, y otras muchas -creyentes o no creyentes-, participan y se benefician de las múltiples iniciativas médicas, educativas o de solidaridad, de cuya atención espiritual se encarga la Prelatura del Opus Dei. Ellos sentirán que la película deforma temas esenciales, y parte de un prejuicio muy negativo sobre las actitudes, sentimientos e intenciones que mueven a las personas que forman parte de esta realidad de la Iglesia”.

El Opus Dei real es muy distinto del que se presenta en esa ficción. Quienes tienen una experiencia directa, saben que sus miembros no son ni se creen superhombres, sino gente normal, con sus virtudes y sus defectos, cada uno con su personalidad y carácter, que procuran vivir con humanidad, cordialidad y comprensión. Cualquier persona sensata rechaza el panorama que aparece en la película; un esperpento que, no corresponde con la verdad del Opus Dei.

Presenta la fama de santidad de la niña como una manipulación del Opus Dei. La devoción a la Alexia real parte de su entorno familiar. La primera publicación acerca de Alexia es de una profesora del colegio “Jesús Maestro”, la religiosa María Victoria Molins, que al advertir que la historia de Alexia ayuda en la vida cristiana a las alumnas de su colegio, decide escribir primero un folleto, y luego un libro (Alexia, editorial STJ, Madrid 1986).

Realidad y ficción

La trama cinematográfica va siguiendo los hitos externos de la vida de Alexia: su educación en un colegio de religiosas, su paso por diversos hospitales hasta su muerte en la Clínica de la Universidad de Navarra. En este recorrido se intercalan escenas, falsamente realistas, que parecen reflejar la vida y el apostolado del Opus Dei.

Para un espectador que desconozca la verdadera vida de Alexia y la realidad del Opus Dei, algunas de esas situaciones pueden parecer verosímiles. Pero lo cierto es que, al falsear el verdadero sentido de los hechos - aunque se hayan utilizado frases y sucesos aislados tomados de las biografías- , y modificar los auténticos móviles de las actuaciones personales, la historia que se cuenta resulta profundamente adulterada. Son como piezas de un puzzle mal ensambladas que acaban proyectando una imagen deforme. Es una construcción que busca un impacto emocional mediante la mezcla de ficción y de fragmentos adulterados de la realidad. Al concluir la proyección algunos pueden pensar que han asistido a la recreación de algo que parece verdadero.

El ficticio retrato de la vida en el Opus Dei, por mucho que se utilicen, como señuelos, algunos rasgos de pretendida verosimilitud, culmina en una caricatura deforme. A veces la mayor ficción se construye aparentando realidad. Es más grave la mentira que pretende arroparse con gramos de apariencia de realidad.

Comentario final

La creatividad artística necesita un clima de libertad, pero la libertad no se puede separar de la responsabilidad. No se puede querer representar algo real y maltratar desconsideradamente la verdad.

La libre expresión de opiniones, actitudes y elecciones es una de las columnas de una sociedad abierta y plural. Pero su ejercicio es verdaderamente liberador cuando se intenta realizar de modo objetivo, o al menos honesto. Cuando se desvirtúa una historia real para proclamar los propios prejuicios antirreligiosos, no se hace creación sino manipulación.

Me parece que no necesitamos caricaturas. Tendríamos que estar todos de parte de la tolerancia y la comprensión. No se puede proclamar respeto con la mano izquierda y golpear con la derecha.

Ante una ficción que falsifica la realidad, que deforma las vidas de muchos miles de personas, nuestra respuesta es intentar transmitir con sencillez el sentido de nuestra fe cristiana y de nuestra vida. Y, procuraremos mantener siempre un tono de respeto y comprensión, también hacia quien no nos respeta; y, es abrir las puertas del Opus Dei a quien quiera conocer la realidad.

Afortunadamente vivimos en una sociedad libre donde es fácil que cristianos y no cristianos pueden convivir sin problemas si existe una atmósfera de respeto hacia las vidas de los demás.

Esta es mi valoración de la película.

Manuel Garrido

Madrid 18 de octubre de 2008