Natasha y Viktoria: de Kazajistán, al calor de la fe

Natasha y Viktoria tienen 17 y 18 años, respectivamente, y son de Kazajistán. En Roma han hecho la primera comunión. Esta es su aventura.

Natasha, Viktoria y su amiga Vicky.

Natasha se prepara para ser chef y Viktoria, operadora turística. Nada las distingue de otras jóvenes de su edad: van vestidas a la última, con el teléfono móvil siempre a mano, y las dos están llenas de proyectos. Llaman la atención sus rasgos –cabello y mirada claras, que denotan sus orígenes rusos– y una mirada tímida y sonriente que revela el cóctel de emociones que bullen dentro de ellas.

Hace apenas dos semanas, Natasha y Viktoria hicieron la profesión de fe en la Iglesia Católica

Es la primera vez que salen de su país, Kazajistán, y lo han hecho para sobrevolar 5.100 kilómetros y pasar la Semana Santa en Roma, una ciudad de siglos, caput mundi y corazón de la Iglesia universal. Hace un año, Roma no habría sido para ellas nada más que un destino turístico interesante, un lugar pintoresco por el que pasear, pero ahora esta ciudad tiene un significado mucho más profundo: hace apenas dos semanas, Natasha y Viktoria hicieron la profesión de fe en la Iglesia Católica y, durante la Vigilia Pascual, recibieron la Primera Comunión. Dejemos que sean ellas quienes cuenten su camino de acercamiento a Dios:

Viktoria y Natasha.

Natasha: por vez primera, sentí paz

“Soy Natasha. Nací en Kazajistán hace 17 años. Mi padre es militar y por eso mi familia vive en un pueblo de militares. Somos siete hermanos, algo poco común en mi país. En mi familia todos fuimos bautizados ortodoxos. Es una tradición en la Iglesia Ortodoxa que a los 40 días de nacer, el bebé puede ya salir de casa. Fue entonces cuando me bautizaron, pero nunca practiqué la fe.

Estudio en un instituto y me preparo para ser cocinera. En segundo curso conocí a Rosi, y a otras personas del Opus Dei. Fuimos haciéndonos amigas y más adelante surgió la posibilidad de vivir en una residencia. Como hasta entonces yo vivía en otra residencia pegada al instituto, dije que sí.

«Era cristiana, pero no conocía a Dios. Sabía que existía y que cuidaba de mí»

Como comenté antes, era cristiana, pero no conocía a Dios. Sabía que existía y que cuidaba de mí, pero nada más. No sabía lo que era vivir cerca de Él. Al trasladarme a vivir a la residencia, empecé a conocer a Dios con más profundidad.

Recuerdo perfectamente la primera vez que entré en una iglesia católica. Iba con las chicas de la residencia. Aquello causó en mi alma un cambio profundo. Me di cuenta de que tenía que ser católica, de que ese era mi lugar. Era la primera vez en mi vida en que me sentía bien, con una gran paz, aunque no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo allí. Luego supe que se estaba celebrando una Misa. En Navidad, asistí de nuevo a la Misa del 24 de diciembre por la noche y aquello fue lo definitivo.

Natasha recibe la primera comunión de manos del prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz.

Me ayudó mucho saber que tenía la posibilidad de acudir a un congreso que reúne cada año en Roma a jóvenes que cursan estudios relacionados con la hostelería. Me llenó de emoción pensar que podría ir a la ciudad donde vive el Papa. Desde ese momento, empecé a pedir a Dios que me hiciera saber si me llamaba a ser católica. Luego me di cuenta de que, si Dios me daba la oportunidad de ir a Roma, era porque quería que fuera católica, y entonces me decidí a dar el paso. El día 17 de marzo hice la profesión de fe con el obispo de Almaty. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Dos de mis hermanos estuvieron presentes en la ceremonia y eso fue para mí un regalo. Mis padres me han apoyado en mi camino hacia la Iglesia Católica. Siempre me han dicho que quieren lo mejor para mí y que no se trata de una fe distinta, sino que es la misma fe; les da mucha alegría saber que católicos y ortodoxos tenemos mucho en común.

Cuando volvamos a Kazajstán, no será difícil seguir practicando la fe, porque cuando tomemos la Comunión vamos a tener a Jesús en nuestra alma y, con Él, tendremos toda su fuerza. Lo importante es no separarse de Jesús. Me apoyan mis padres y las personas del Opus Dei. Me siento acompañada y sé que es Dios quien me ha dado este don. Estoy segura de que no me va a dejar sola. Ojalá todos los que están a nuestro alrededor quieran ser también católicos. Mi hermano mayor, a raíz de mi profesión de fe, se ha interesado en recibir formación cristiana. Aparte de terminar el instituto y estudiar una carrera universitaria, lo que más me gustaría es que mi familia sea católica, y que sean practicantes. Deseo que todos puedan venir a Roma algún día”.

Viktoria: a través de la amistad

El relato de Viktoria es parecido al de su amiga, porque las dos empezaron a vivir en la residencia al mismo tiempo, han recibido las clases de catecismo e hicieron la profesión de fe juntas, y recibieron a Jesús Sacramentado en la misma ceremonia:

«En mi familia todos fuimos bautizados en la Iglesia Ortodoxa, pero ninguno practica la fe»

“Tengo 18 años y vengo de una ciudad muy pequeña, cerca de Almaty. En mi familia todos fuimos bautizados en la Iglesia Ortodoxa, pero ninguno practica la fe. Estudio turismo y cuando conocí a algunas personas de la Obra, me invitaron a vivir en la misma residencia que Natasha, porque mi casa quedaba lejos. Desde que me fui a vivir allí, empecé a tener muchos amigos católicos y, a través de su amistad, me acerqué más a Dios. Gracias a ellos creció mi interés por saber más de Dios y de la Iglesia Católica. Una amiga que trabaja conmigo en la residencia, que también se llama Victoria, es católica y me ha ayudado mucho en mi camino hacia la fe.

Natasha y sus amigas de Kasajstán llegando a la plaza de san Pedro.

Fui leyendo textos de san Josemaría, el fundador del Opus Dei y empecé a ir a clases de catequesis con el sacerdote del centro de la Obra. En la iglesia de mi ciudad hay clases para adultos, para los que quieran conocer más y hacer la profesión de fe.

Aunque ahora ya soy católica, quiero seguir yendo a catequesis y formándome. Tengo el deseo de transmitir lo que llevo en el alma a muchas otras personas, dar a conocer el mensaje de la fe. Me gustaría que todos mis amigos fueran católicos, por la alegría que el don de la fe significa para mí. Mi sueño es que mis dos hermanas mayores y mis padres también sean católicos. Sé que lo más importante es rezar por ellos.

El miércoles de la Semana Santa fui a la audiencia en San Pedro y conocí al Papa Francisco. Cuando empecé a estudiar la fe católica, me explicaron que el Papa era la Cabeza de la Iglesia, y por eso pensé que sería una persona lejana, muy seria. Pero cuando lo vi por primera vez, me llené de su bondad, sentí una paz y una alegría grandes. Es una persona muy preocupada por la gente y me encantaría poder conocerlo personalmente.

Mi familia se ha mostrado algo contraria a mi profesión de fe y a que viniera a Roma. Por eso le pido a Dios que recapaciten y acepten mi decisión, que me quieran así y se acerquen a la fe. Lo que más quiero es que estén cerca de Dios y aprendan muchas cosas de la fe, de la Biblia, de Jesús… me gustaría ayudarles en este camino. Otro de mis sueños es casarme el día de mañana con un chico católico –algo nada fácil en mi país– y, ¿por qué no?, hacerlo en Roma. El otro día vi cómo el Santo Padre bendecía a muchos matrimonios y quisiera que también bendiga el mío en un futuro”.