Las mil tareas de una abuela joven

Fita se siente joven por dentro. Ha sido profesora de Instituto durante muchos años en Santiago de Compostela. Que ya se haya jubilado no quiere decir que haya dejado de trabajar…Tiene entre manos –como ella misma dice– mil tareas. En estos momentos de crisis echa la vista atrás y se da cuenta de que “no cualquier tiempo pasado fue mejor”. Aunque ha tenido muchas dificultades, aprendió a ser feliz en la vida ordinaria.

Nací en un pueblo gallego, y fuimos 15 hermanos. Mi padre me contagió su pasión por la enseñanza. Era maestro galleguista que al quedarse sin escuela montó un colegio en Villagarcía de Arosa con mucho esfuerzo. Tras estudiar Filosofía y Letras, me casé y oposité para ser profesora de Literatura. Trabajé en institutos de Orense, Lalín, Caldas de Rei, y finalmente en uno de Santiago, donde trabajé durante veinte años hasta la jubilación

A lo largo de la vida he tenido, como tantos, que afrontar muchas dificultades y problemas personales, familiares, profesionales, económicos, etc. Entre otros, estuve enferma en el hospital, perdimos a mi hermana Alicia, mi hija Begoña murió en un accidente de coche a los siete años... Con ayuda de otras personas tuve que trabajar y viajar mucho para sacar adelante a los hijos, haciendo compatible familia y trabajo.

Siempre había tenido fe en Dios, pero reconozco que las dificultades me ayudaron a madurar. A través de dos hermanas mías que eran de la Obra conocí el Opus Dei, y aprendí entonces a encontrar mejor a Dios en la vida ordinaria –también en los problemas– y a afrontar todo con Él. Comprendí que, pase lo que pase, Dios está siempre ahí, con nosotros, y esto me ayudó a ser fuerte y a esforzarme por ayudar mejor a otros, a través de la familia, la catequesis en la parroquia, el Instituto, etc. Fui allí Jefa de Estudios, y también tuve dificultades con algunos colegas, pero aprendí a convivir y aceptar a todos y acabamos siendo muy amigos.

Hace algunos años me jubilé. Celebramos una Misa en la Catedral, y luego mis compañeros del Instituto prepararon un homenaje, al que asistieron mis familiares y amigos de otros centros docentes. Algunas cosas que dijeron entonces me gustaría que hayan sido de verdad realidad en mi vida: "fue siempre coherente;….fue una mujer valiente;….buscaba siempre el bien de todos…; comprendía y aceptaba a todos aunque tuvieran ideas distintas...".

Ahora tengo muchos trabajos entre manos, que llenan mi vida. Por una parte, mis once nietos y mis ocho hijos son una prioridad, y procuro colaborar todo lo que puedo, cuando necesitan ayuda. Un nieto estuvo muy grave –podría no haber nacido, si sus padres hubieran seguido el consejo médico de abortar– y lo hemos sacado adelante. Otros vienen a comer o a estar unos días, o a que les ayude en los estudios, etc. También procuro darles buenos consejos, enseñarles a rezar, etc. ¡Una abuela hoy tiene mil tareas educativas!

Sigo visitando personas enfermas, y dando clases de apoyo a los niños ingresados en el hospital, para que puedan seguir sus estudios. También me he involucrado en una Asociación que ayuda a personas solas, y voy a visitar a otros ancianos para acompañarles, hacerles alguna gestión, etc.

Sigo en contacto con la Literatura –mi vocación profesional– aunque de otra manera. Hace años empezamos un Club de Lectura en una Asociación Cultural que habíamos promovido, y actualmente seguimos teniendo reuniones para analizar libros interesantes. Por la calle encuentro antiguos alumnos y familias, y me alegra mucho ver sus progresos.

Descubro aún muchas cosas por hacer…Tengo ilusión por ayudar a la gente y me siento joven por dentro. En realidad pienso que lo que nos envejece no es la edad ni la jubilación, sino no saber amar… Veo muchas personas y muchos problemas: pero siempre hay algo a nuestro alcance que podemos hacer, y con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo, contribuir a que nuestra sociedad sea más humana.