Galería histórica de universitarias ilustres: Guadalupe Ortiz de Landázuri

Conferencia de Josemaría de Campos Setién en el Ateneo de Valladolid (España), en julio de 2012.

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Galería histórica de universitarias ilustres -3-

Guadalupe Ortiz de Landázuri *

Doctora en Ciencias Químicas, en Humanidad y en Santidad

-Por Josemaría de Campos Setién

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Allá por los últimos veinte, adonde me alcanza la memoria, mi madre me enseñó que vivir dos palabras, «padre» y «nuestro», eran la clave de bien vivir La primera, enraizando la responsabilidad filial. La segunda, la fraternidad.
Más tarde supe que las llamaban teología del amor: filiación divina y comunión en la fe. Su vivencia, en el transcurso de mi vida, con abasto de pesares, me ha hecho feliz. Por eso quiero dedicar este tercer artículo de la «Galería histórica de universitarias ilustres» a cuantas irradian filiación divina, cultivando nuevos espacios de fraternidad en la fe.

La doctora Ortiz de Landázuri, nació, en 1916, en el día de la Virgen de Guadalupe (doce de diciembre), por lo que, naturalmente, se la bautizó con el nombre de la advocación mariana del día de su nacimiento y ofrecida a su maternal protección. Su nacimiento, después de tres varones, Manuel, Eduardo y Francisco, llenó de alegría a sus padres, Manuel Ortiz de Landázuri y García, capitán de Artillería y Eulogia Fernández-Heredia y Gastañaga. Esta gran alegría por el nacimiento de Guadalupe —Lupe, como la llamarán familiarmente— es enturbiada, al poco, por el fallecimiento del pequeño Francisco, de dos añitos.

La profesión de su padre, con sus cualidades de reciedumbre, austeridad, culto a la verdad, disciplina intelectual, capacidad de decisión, valores morales, sentido de la responsabilidad, en el mando y en la obediencia, talento, afición al estudio, solidaridad, cultura y celo por el servicio, que no son privativas de los militares pero que en ellos se dan en su más alto grado, empapa la familia de ambiente castrense, y sus vicisitudes de traslados por ascensos y destinos jalonan una vida entretejida con el acaecer histórico de España. Y en este ambiente familiar se va educando Guadalupe en una sólida piedad como camino para encontrar a Dios en el diario quehacer, en la práctica de la justicia y fraternidad, impregnando la vida cotidiana de sentido cristiano.

En Tetuán inicia Guadalupe el bachillerato, en el colegio de Nuestra Señora del Pilar, de los marianistas, en un curso en el que ella era la única chica, imponiéndose a sus compañeros por su personalidad y por sus notas de sobresaliente, y en el último, en el Instituto Miguel de Cervantes, de Madrid, donde se ha trasladado la familia por cambio de destino por ascenso del padre a teniente coronel, obtuvo también las máximas calificaciones.

Terminando el bachillerato en 1933, en octubre de este mismo año comienza la carrera de Ciencias Químicas, pero hubo de interrumpirla por la guerra civil, que afligiría tan dolorosamente a la familia por el fusilamiento del padre, el 8 de septiembre de 1936, en la Cárcel Modelo de Madrid. En tan penosas circunstancias, acaba la carrera terminada la guerra y comienza a desarrollar su vocación docente en el colegio de las religiosas irlandesas y en el Liceo Francés.

Guadalupe heredó, por ósmosis de las vivencias familiares, una fe y unas virtudes morales que cultivó toda su vida, y que transmitía en su trato y en el ejercicio de su docencia junto con los conocimientos científicos. Por eso, cuando en 1944 conoce a D. Josemaría Escrivá, sacerdote fundador del Opus Dei, con su mensaje, tan viejo como el Evangelio y como el Evangelio tan nuevo, de la llamada universal a la santidad (Mt 5,48, Lc 19,2, Pe 1,15-16, Ef 1,4, ICo 6, 11, lTs 4,3 y 4,7), de la filiación divina (Ef 1,5, 2 Co 6,18, Ga 4,4-6, lJn 3,1-2), de encontrar a Dios en el trabajo y en cumplimiento de los deberes ordinarios de cada día, su semilla cae en tierra bien abonada, con la fuerza vital de la vocación, que Guadalupe alimentará, en el día a día, con ilusión y alegría, cautivada por aquel luminoso punto primero de Camino:

Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

Guadalupe pide la incorporación al Opus Dei este mismo año y desarrolla los primeros trabajos en la Obra en la administración de la residencia de estudiantes La Moncloa, en el centro Los Rosales, de Villaviciosa de Odón, poner en marcha el centro de Abando, en Bilbao y la dirección de la residencia de estudiantes universitarias Zurbarán, siempre con una labor cultural y apostólica. Su gran aventura fue iniciar la labor en México, en 1950, donde la había precedido un año antes el sacerdote Pedro Casciaro. Toda su inteligencia, habilidad, imaginación, ánimo y optimismo sobrenatural, paciencia, dotes de mando, responsabilidad y organización, se activan en plenitud para crear espacios de fraternidad en la fe (cf. Joseph Ratzinger La fraternidad de los cristianos y El camino pascual). El Sagrario y la Virgen de Guadalupe son las fuentes de inspiración y de fortaleza en tan fascinante y comprometida empresa.

Para aprovechar el tiempo, se matriculó de alguna asignatura del doctorado de Ciencias Químicas, lo que la facilitó aumentar las relaciones y dar buena muestra de lo que era: profesional y estudiante que iba a trabajar en el desarrollo del país y, por medio de su trabajo, difundir la fe cristiana a través de un apostolado de amistad y de confidencia, desde el inicial centro Copenhague que se crea y se acondiciona como residencia de estudiantes universitarias y cuartel general de operaciones de una más amplia labor, con múltiples actividades formativas y de apostolado, en el que no era raro encontrar a exiliadas de la guerra civil.

Una de ellas, la poetisa Ernestina Champourcin, cuyo marido, Juan José Domenchina, también poeta, había sido secretario particular de Manuel Azaña, que tenía a su marido muy grave, buscaba a alguien que pudiera atenderle espiritualmente porque había vivido alejado de la Iglesia y temía que pudiera morir así. Guadalupe no solo le puso en relación con un sacerdote que le ayudara en aquellas circunstancias tan críticas, sino que también la dedicó mucho tiempo hasta establecerse una profunda amistad. Ernestina pidió la admisión en el Opus Dei y, más tarde, cuando ya su marido había fallecido dentro de la Iglesia Católica, regresó a España, donde murió a los noventa y dos años.

La labor desbordaba Copenhague y hubo que fundar otros centros. También se extendieron fuera de la ciudad de México, en Culiacán, Monterrey y Tacámbaro, donde la tarea cultural desarrollada con las estudiantes se amplía al medio rural desempeñando, con intensa laboriosidad, una función educativa y cultural con el campesinado. Singularmente destaca la restauración y reconstrucción de la arruinada hacienda de Santa Clara de Montefalco, en el valle de Amilpas, perteneciente al estado de Morelos, a unos ciento treinta kilómetros de México, y Montefalco constituirá un importantísimo centro de apostolado y de acción cultural. Guadalupe hizo realidad su sueño de crear importantes instituciones de promoción social del mundo rural mexicano: una Granja-Escuela para iniciar profesionalmente a la juventud rural, El Peñón, centro agropecuario de formación profesional del campesinado, una Escuela para impartir la enseñanza primaria y secundaria, un Taller de corte y confección y una Escuela de Capacitación Hotelera, con el fin de promocionar a las mujeres de los pueblos vecinos.

Con tantas y tan intensas actividades, la salud de Guadalupe se resiente con una insuficiencia cardíaca, y cuando en 1956 vuela hacia Roma para asistir al Congreso General de las mujeres del Opus Dei, no sabía que ya no volvería a México, donde dejaba una huella y un recuerdo imborrable.

Es designada miembro de la Asesoría Central del Opus Dei, que apenas pudo desempeñar seis meses, porque a fines de diciembre recae en la afección cardíaca y se traslada a Madrid donde, en julio de 1957, es intervenida por el doctor Castro Fariñas, en la Clínica de la Concepción de Madrid, para resolver su estenosis mitral. Recuperada de la operación con los cuidados del doctor Rábago, jefe del departamento de cardiología de este avanzado centro sanitario, es nombrada directora de Montelar y seguidamente directora de la Asesoría Regional, de España. Siempre desprendida de sí misma, sus decisiones están inspiradas en un espíritu de disponibilidad, con alegría cristiana y apertura a la esperanza, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap. 21,1).

Preocupada por actualizar sus conocimientos científicos en su doble vertiente de docencia e investigación, es contratada como profesora de Química, por dos cursos, en el Instituto de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu; al cumplirse los cuales es nombrada profesora adjunta de Física, Química y Matemáticas en la Escuela de Maestría Industrial. Con su amiga Piedad de la Cierva Viudes, doctora en Ciencias Químicas, primera mujer que trabajó en el CSIC, directora de la Sección de Química del Laboratorio y Taller del Estado Mayor de la Armada, inició una línea de investigación para su tesis doctoral sobre refractarios aislantes, del mayor interés industrial. Después de leer todo lo publicado en la materia y de ordenar cientos de fichas, su investigación personal y pruebas experimentales se centraron en el valor refractario de las cenizas de la cascarilla del arroz, contrastando sus aportaciones en laboratorios de la máxima competencia, como el de la Junta de Energía Nuclear y de diversos centros de Valencia, Barcelona y Bilbao, y leyendo su novedosa tesis el 8 de julio de 1965, que fue calificada con sobresaliente cum laude y obteniendo el premio de investigación Juan de la Cierva, siendo muy comentado en la prensa la novedad e importancia de la aplicación práctica de sus conclusiones para el mayor ahorro energético y el uso de materiales reciclables del máximo interés.

En 1968 gana la oposición de catedrática numeraria de la Escuela de Maestría Industrial, pero su actividad no se limitaba a la docencia e investigación. Desde este mismo año, participa en la innovadora experiencia de la creación de una Escuela de Ciencias Domésticas, semejante a lo que en Estados Unidos se llamaba Home Economics que, en 1972, con la máxima categoría de sus estudios, pasó a denominarse Centro de Estudios e Investigación de Ciencias Domésticas, origen de la Diplomatura en Nutrición y Dietética de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra. Guadalupe fue nombrada subdirectora y profesora de Textiles, llevando a cabo un minucioso estudio de la composición de cada tela e ideando un método de análisis de las fibras para definir su comportamiento en el uso, lavado y planchado, presentando una ponencia con sus propias experiencias en el primer Simposio de Los textiles en el hogar moderno, celebrado en Valencia, en enero de 1973, acogida con gran interés para los industriales de textiles, arquitectos y decoradores. Finalizado el Simposio fue nombrada miembro del Comité Internacional de la Rayonne y de Fibras Sintéticas, recibiendo la medalla de bronce de esta entidad.

Su insuficiencia cardíaca se agrava, tose con frecuencia y se ahoga con facilidad, por lo que, en el mes de abril de 1975, se decide a pedir licencia para interrumpir las clases, comentando: Es necesario estar contenta, hay que reconocer que una no es imprescindible y dejar hacer a los médicos. El episodio se agudiza, y los médicos deciden arrostrar el gran riesgo de la intervención quirúrgica, ingresando el 1 de junio en la Clínica de la Universidad de Navarra. Mientras la someten a observación y análisis del preoperatorio Guadalupe, con su proverbial laboriosidad y fortaleza, se dedica a ultimar la revisión para la imprenta del libro sobre la química de los detergentes del que se había agotado la primera edición. Al fin, el 1 de julio se la operó, poniéndola las dos válvulas (mitral y aórtica), así como un anillo en la tricúspide, con resultados aparentemente satisfactorios.

Obedeciendo al requerimiento de numerosas amigas, dedica los días del posoperatorio a escribir sus memorias y, siguiendo fielmente sus normas y plan de vida contemplativa, en medio de sus circunstancias, con alegría sobrenatural, porque la tristeza es estéril. Pero el día 15 sufre una gravísima recaída, por la noche entra en coma. Los médicos, en un último esfuerzo, trataron de reanimarla, pero sobrevino la definitiva parada cardiaca y su parábola humana y espiritual finaliza en brazos de María. Eran la seis y media de la madrugada de la festividad de la Virgen del Carmen.

Doctora en Ciencias Químicas y en Humanidad. ¿Y en Santidad?... El proceso está abierto para reconocérsela. Toda su trayectoria fue un camino de santidad en la actividad profesional, vivió su existencia con categoría de misión, realizando una extraordinaria labor pero, sobre todo, haciendo extraordinariamente bien las pequeñas cosas de cada día para, con la gracia de Dios, santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de la vida en ocasión de amar a Dios y de servir con alegría y sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra en la luminaria de la fe y del amor; dejándose impregnar completamente de Dios y, por consiguiente, estando totalmente abierta al prójimo. Y a las personas con tal trayectoria vital, Dios las lleva a culminar en plenitud lo que ya son.

El cardenal-arzobispo de Madrid, presidiendo la sesión inaugural del proceso de canonización, el 18 de noviembre de 2001, subrayó: “Se nos presenta una vida cristiana de gran atractivo y de gran hondura. En medio de la sencillez y detrás de esa no apariencia pública hay una riquísima trayectoria de vida humana, con puntos y aspectos decisivos, como lo fuera el encuentro con el fundador de Opus Dei, Josemaría Escrivá que le abriría el camino de su vocación seglar, contemplativa en medio del mundo, que vivió plenamente, trabajando a la perfección, con vocación a la santidad”.

Y el postulador de la Causa, Benito Badrinas, afirmó: “Ahora que Juan Pablo II desea mostrar modelos de santidad próximos en el tiempo, consideramos que Guadalupe encarna un modelo cercano y amable: fue una trabajadora infatigable, que afrontó cristianamente los problemas de su época. Se preocupó por las necesidades educativas y espirituales de quienes la rodeaban, con un gesto siempre amable. En todo, el amor a Dios y al prójimo fue el motivo de su actuar”.

* Gaceta Cultural Ateneo de Valladolid, núm. 63. Julio de 2012.