En la muerte del prelado del Opus Dei

Obituario de Mons. Javier Echevarría escrito por Joaquín Mantecón Sancho, Catedrático de Derecho Eclesiastico del Estado.

Mons. Javier Echevarría.

El Diario Montañés En la muerte del prelado del Opus Dei (PDF)

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La noticia de la muerte del prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, ha pasado ya de los titulares de la prensa, engullida por el río de noticias que se producen cada día. Lamento mi falta de premura para haberme hecho eco.

Lo que me mueve a pergeñar estas líneas es el hecho de haber convivido con él en Roma durante los años que permanecí en esa ciudad, antes de que fuera elegido como prelado de la Obra. No voy a proporcionar ninguna noticia especial ni nada que no se haya ya comentado con ocasión de su tránsito. Pero se trata de mi testimonio personal, y siento la necesidad de darlo.

Don Javier, como le llamábamos entonces, era una persona muy normal, pero entrañable; con un gran sentido del humor –muy madrileño–. Su trato cordial se manifestaba en la atención con que escuchaba siempre y en el interés que mostraba en conocer a fondo y con detalle las vivencias ajenas.

Nunca le sorprendí pensando en sí o en sus cosas. Su vida eran los demás, la Obra y la Iglesia. Por eso tengo la certeza metafísica de que está ya en el cielo, y que, como decía san Josemaría, se ha saltado el purgatorio «a la torera».

Tuve ocasión de ayudarle a Misa, en Villa Tévere, la sede central de la Obra, en numerosas ocasiones. Tendía a hablar muy rápido; sin embargo, cuando celebraba Misa, se esforzaba visiblemente por pronunciar despacio todas las fórmulas de la liturgia. Se palpaba su fe y su amor por el Santo Sacrificio. Tenía una memoria extraordinaria. Muchos años después de mi regreso a España, cuando tenía ocasión de encontrarlo, me recordaba circunstancias y anécdotas sucedidas muchos años antes. Y eso que era una persona que trataba a miles de personas. Era llamativa su capacidad de trabajo. En sus viajes pastorales agotaba a sus acompañantes con programas exigentísimos. Era una forma más de dar la vida. Bajo su gobierno se comenzó la labor apostólica del Opus Dei en Estonia, Eslovaquia, Líbano, Panamá y Uganda en 1996; Kazajistán en 1997; Sudáfrica en 1998; Croacia y Eslovenia en 2003, Letonia en 2004; Rusia en 2007; Indonesia, Corea y Rumanía en 2009; y Sri Lanka en 2011. Y los fieles de la Prelatura sumaban, a su muerte, más de 92.000.

Monseñor Echevarría se ha ido al cielo exprimido como un limón, sin dar guerra ni ocasionar molestias, con la misma naturalidad con la que vivió, en medio del cariño agradecido de su gente. Desde que tuve noticia de su fallecimiento, a él me encomiendo con la certeza de que me atiende con la misma solicitud con que lo hacía en vida.