El Raval: convivencia multicultural para evitar el conflicto social

Las calles de este barrio están dibujadas con pinceles de colores y trazos de diversidad. En poco más de un kilómetro cuadrado conviven personas de 30 países que hablan 10 lenguas y profesan 9 religiones. Es una de las zonas con mayor densidad demográfica de Cataluña. Casi la mitad de los vecinos son inmigrantes. Visitamos un experimento de mezcla multicultural entre chavales -balón en mano- para evitar el estallido social y le tomamos el pulso al barrio más mestizo de Barcelona.

“¿Tú sabes quién es Bin Laden?". Hoy los chicos del barrio del Raval charlan animadamente sobre lo que han visto en la tele. La cosa no está muy clara. “No se sabe si le han matado o no". También están contentos porque anoche el Barça ganó al Madrid. “Ponlo en el reportaje".

Tienen 10 años y van llegando poco a poco al centro de apoyo socioeducativo Braval, después del cole. Aquí pasan la tarde jugando, haciendo los deberes y, sobre todo, pensando en el próximo entrenamiento. Bryan, que es de Santo Domingo y llegó a España hace seis años, explica que es el portero del equipo. Andrei, filipino, vino hace tres años con su padre, su madre llegó primero. “Mi mejor amigo está aquí, en Braval", dice. Está contento, sus compañeros bromean, parece que le va a pedir salir a una chica. También está Efrén, que es de Barcelona y juega en el equipo de baloncesto.

“Sean de donde sean, los chavales se relacionan por aficiones comunes, no por factores étnicos, así que el deporte es una buena herramienta para forzar la mezcla".

Pep Masabeu tiene claro que hay que crear espacios de convivencia entre autóctonos y foráneos para evitar los guetos. Preside la entidad Braval a pie de calle y es doctor en Pedagogía por la Universidad de Barcelona.

“Braval no es un centro para inmigrantes sino para los habitantes del Raval"

También es consciente de que sus declaraciones a veces pueden generar polémica, como cuando dice que “algunos políticos y gurús han visto pocos inmigrantes en persona y hablan de oídas sobre la inmigración" o que “hay que dejar de financiar asociaciones de inmigrantes porque separan y no mezclan".

Por las laberínticas calles del barcelonés barrio del Raval se va encontrando con adolescentes que lo saludan animadamente. Van a entrenar al polideportivo.

“Nuestro gancho es el deporte. La mayoría llegan porque se lo ha dicho un amigo. Se apuntan al equipo y luego viene todo lo demás". Les piden autorización de los padres para que vengan en persona y sepan que hay unas normas: primero se estudia y se hacen los deberes. Si no, no se puede entrenar ni jugar.

“Son chavales con poca gratificación afectiva, hay que invertir en cariño, en atención personal. Muchos o no tienen a sus padres aquí o apenas los ven porque trabajan muchas horas y no pueden hacer un seguimiento cercano de los niños", puntualiza Pep. Algunos pasan demasiado tiempo en la calle, como explica Rubén Mestre, jefe de programas de Braval. “Un día me decía un chaval que en la calle te sientes importante, pasa todo lo que se ve en las películas (peleas, robos, policía…).

Es cierto que si les tienes en una burbuja no se educa para estar en la calle, pero hay que darles pautas. Cuando hacemos excursiones, por ejemplo, vamos en transporte público porque forma parte del aprendizaje cederle el asiento a una anciana". Organizados por edades en equipos de fútbol y baloncesto, los niños comparten con sus compañeros de partido las horas de estudio y eso une mucho.

Laboratorio de convivencia

Pep insiste en desmontar los estereotipos que tenemos sobre la inmigración. “Se difunde una visión sesgada y el ambiente se está enrareciendo. El problema no es la inmigración, es el paro. Se nota que los chavales están más nerviosos por las circunstancias económicas de sus familias". Defiende que El Raval no es sólo prostitución, droga y delincuencia. También es un laboratorio de la convivencia posible en una Cataluña cada vez más mestiza.

En este barrio (y en poco más de un kilómetro cuadrado) viven 48.000 personas de 30 países, que hablan 10 lenguas y profesan 9 religiones. Es una de las zonas con mayor densidad demográfica. El 47% de los vecinos son inmigrantes (principalmente pakistaníes, seguidos de filipinos, bangladesíes, marroquíes e italianos). La tasa de paro ronda el 30%. Y siete de cada diez habitantes sólo tiene estudios de Primaria.

Por eso, que 200 chavales que han pasado por Braval estén trabajando “con contrato" y 13 hayan llegado a la universidad les llena de orgullo. “Braval no es un centro para inmigrantes sino para los habitantes del Raval. Como resulta que en el barrio hay muchos inmigrantes, pues lógicamente tenemos inmigrantes", matiza su presidente.

Del Opus Dei a la mezquita

La iniciativa de Braval forma parte de las obras de promoción social del Opus Dei para promover la cohesión social y evitar la exclusión de los jóvenes. “No ocultamos nuestra identidad cristiana, pero aquí hay chavales y voluntarios de todo tipo (tenemos católicos, evangelistas, musulmanes, hindúes, budistas, ortodoortodoxos, judíos, agnósticos…). A veces parece que hay que evitar el tema de la religión, como si todos tuviéramos que ser aconfesionales, y creemos que es un error. Para nosotros forma parte de la identidad de cada cual". Rubén cuenta la anécdota de un niño que les han enviado desde un centro de menores. “Resulta que todos los viernes se escapaba del centro. Un día uno de los voluntarios que tenemos aquí habló con él y el pequeño le explicó que se escapaba para ir a la mezquita. Desde entonces, el voluntario lo acompaña y ha dejado de escaparse". Y es que los monitores son la pieza clave de este proyecto. Escuchan, motivan y son un referente. “El ejemplo del Barça nos ha servido para trasmitirles valores como el esfuerzo, la deportividad y el compañerismo, en un lenguaje cercano que es el que ellos manejan", dice Pep.

“Las personas que llegan a un país deben aprender las normas sociales y culturales para convivir. Y luego ya te ensenare a hacer paella y me ensenaras a hacer cuscus"

Llama la atención que en Braval no hay niñas. “Es un centro para niños, todo pivota en torno a los equipos de fútbol masculinos. Tenemos otro centro para niñas, pero el deporte no ha funcionado tan bien. Sólo hemos logrado un equipo de baloncesto femenino. Vamos probando cosas y adecuando el modelo a las necesidades que detectamos. A nosotros nos funciona esto, no digo que sea el mejor método ni que todas las organizaciones tengan que hacerlo así, pero es lo que nos ha funcionado".

Ese otro centro es El Terral. Aquí el método es a la inversa: primero atraen a las madres (con cursos sobre cocina, costura o alfabetización) y luego a las hijas. “Si no, las mujeres marroquíes no saldrían de casa. Lo importante es que vengan y que hablen con otras mujeres, que cuenten sus cosas. Hay mucho maltrato. Las niñas encuentran un espacio de paz donde poder estudiar", cuenta Victoria Guindulai, directora del centro.

Seguimos avanzando por las calles del Raval y nos encontramos con Salvador Trojaola, comerciante catalán y presidente de la Asociación de Nou de la Rambla. Su hijo de 14 años está en un equipo de fútbol de Braval. “Fue allí y se apuntó. Le gusta el ambiente, se lo pasa bien. Sólo habla de su amigo chino, que es el portero. Este barrio es rico en diversidad, ningún problema, está normalizado".

Pep aclara que eso se ha logrado por la labor que están haciendo muchas organizaciones y entidades. “El ayuntamiento de Barcelona está haciendo un esfuerzo importante en infraestructuras y rehabilitación de edificios (junto al Museo Macba hay casas sin agua corriente), pero eso no es suficiente, hay que apoyar la cohesión social y humana".

Para que no ocurran altercados como en Salt y Vic. “Hay que acabar con la zonificación de las escuelas. Si en un colegio el 92% de los alumnos son de fuera, ¿quién se integra? Prefiero hablar de acomodación, encaje. Las personas que llegan a un país deben aprender las normas sociales y culturales para convivir. Tienen derechos y deberes y deben cumplirlos, no porque sean inmigrantes sino porque son ciudadanos. Primero esto, y luego ya te enseñaré a hacer paella y ya me enseñarás a hacer cuscús".

En esa realidad poliédrica que es la inmigración, conviene evitar los estereotipos y los prejuicios que sólo confunden y no permiten abordar uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el país,según Pep. Para Teresa Llorens, responsable del Área de Igualdad y Ciudadanía de la Diputación de Barcelona, la inmigración suma y no resta. “Un desafío es la participación de la población inmigrante en el desarrollo de su pueblo o ciudad en entidades y en la política. Es fundamental para garantizar una buena convivencia. Así fomentamos el diálogo y el necesario entendimiento mutuo. Tenemos que seguir construyendo puentes de conocimiento porque muchas veces los roces se producen por el desconocimiento y por no entender al vecino".

Voluntarios, un referente para los chavales

Son tutores de estudios, entrenadores del equipo o monitores de ocio. Pero, sobre todo, son las personas más cercanas a los chicos de Braval.

Glenn es el primer universitario titulado formado en el Braval, y ahora es también voluntario. Foto: Pere Tordera

Glen (23 años). Nacido en Cataluña, es hijo de padres filipinos. Su historia es un buen ejemplo de la cadena que genera Braval. De pequeño conoció el centro a través de un amigo porque tenía problemas de estudios. Hoy es el primer joven de Braval que está a punto de terminar una carrera (ingeniería informática). Ahora es uno de los voluntarios. “De alguna manera quería agradecer la ayuda que recibí y devolverla ayudando a otros".

Pablo, mexicano. Comenzó a ser voluntario como entrenador de baloncesto y ahora les orienta en los estudios. “Como inmigrante, aprendo mucho de las familias que abandonan todo por un sueño. Los chicos ven que sus padres trabajan mucho, incluso los domingos, se matan trabajando. De forma natural quieren trabajar, son muy extrovertidos. Aprendes mucho de ellos, de las diferentes formas de vivir la felicidad".

Jorge (71 años). Español, ingeniero industrial jubilado. Desde hace dos meses es voluntario ayudando en problemas de estudios. “Una de las cosas más bonitas que he descubierto es que todos los chavales son iguales, no hay clases sociales. Hay que dar amor, quererlos, darles todo lo que puedas".

Javier (28 años). Argentino. Dice que Braval es parte de su familia. Comenzó enseñando castellano a un niño filipino. “Se estaba incorporando a la escuela y lo más urgente era aprender la lengua". Después dio clases de teatro y ahora un curso de orientación laboral. “Aquí se inculca mucho respeto. Yo no practico ninguna religión. Me he encontrado con gente estupenda, aferrada a los sentimientos, no a las desigualdades. La fortaleza del proyecto es creer en las personas, la armonía entre culturas. Esos niños seguramente no van a tener problemas de racismo de mayores".

Guillermo (24 años). Español, acaba de terminar su carrera. “En el campo el grupo se lleva muy bien, se evaden, conocen la cultura de los demás. Me encanta entrenarlos y ayudar en los estudios, hacer algo que no suponga pensar en ti".

Silvia Melero / 21RS