“Dos más dos más Dios…”

Abel Albino es médico, padre de 5 hijas y fundador de CONIN (Cooperadora para la Nutrición Infantil) en Mendoza (Argentina)

CONIN (Cooperadora para la Nutrición Infantil) fue fundada en la ciudad de Mendoza el 4 de septiembre de 1993.

Hoy pasan por los centros de Mendoza 500 chicos con desnutrición grado 3 (la más grave) y 1.500 en estado menos crítico. En los 21 años de existencia 15.000 niños se han beneficiado del trabajo de CONIN. Además, lleva replicados más de 50 Centros de Prevención distribuidos en 15 provincias de la Argentina y cuenta con más de 20 centros que se encuentran en formación. También, existen organizaciones en la República del Paraguay, en la República del Perú, y en Gambia (África Ecuatorial)

Abel Albino ha conseguido el apoyo de empresas e instituciones para extender el trabajo de CONIN a los lugares más necesitados.

¿Cómo empieza la historia de este proyecto?

Estudié medicina en Tucumán, hice la residencia en pediatría en la Universidad de Chile y después me fui a Mendoza. Tenía 32 años cuando me casé y trabajaba para mantener a mi familia. Después empecé a hacer mi tesis de doctorado, escribí un par de libros y me fui a Europa a trabajar en biología molecular. Es ahí donde empieza esta historia...

¿Qué lo llevó a pasar de la medicina molecular en Europa a la lucha contra la desnutrición infantil en Latinoamérica?

Llegué a Europa y me encontré con un montón de pequeños países que eran potencias mundiales y no podía creer que Argentina, que es tan grande y rica, estuviera tan empobrecida. Cuando uno sale ve con más perspectiva su país, lo extraña, lo añora y lo valora más. Además, empiezas a darte cuenta de que también depende un poco de ti…

El Dr. Abel Albino con el Dr. Fernando Monckeberg, fundador de CONIN en Chile

Un día iba caminando por los pasillos de la facultad, pensando en la Argentina y en lo mal que estaba. De repente, vi un diario tirado y, curiosamente, lo levanté. Había una entrevista a la Madre Teresa de Calcuta en la que le preguntaban qué era la paz. Como yo no estaba en paz, me pareció oportuno ver qué decía esta mujer.

Ella decía: "El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”. Esto me encantó. Entonces le dije a mi jefe: “Mire doctor, me vuelvo a la Argentina. Sé que estoy haciendo la especialidad del futuro (biología molecular) pero, en realidad, yo soy hijo de un país que no tiene solucionado su pasado. En el fondo del corazón yo soy médico, no soy otra cosa ni busco ser otra cosa, y lo correcto es que me vuelva. Así que volví a Mendoza. Sabía que tenía que “servir” pero no sabía ni a quién, ni cómo…

Un tiempo después regresé a Europa. En este segundo viaje escuché a Juan Pablo II. En una homilía preciosa el 17 de mayo de 1992 (en la ceremonia de beatificación del entonces Siervo de Dios Josemaría Escrivá) dijo dramáticamente: “Ocúpense de los más pobres, de los más necesitados…”. Y eso me tocó, como me había tocado lo de la Madre Teresa. Entonces le dije a mi mujer: “¿Quiénes son los pobres?”. Y pensé en chicos con problemas neurológicos, por lo que decidí dedicarme a la debilidad mental.

Volví a Mendoza, realizamos un curso sobre debilidad mental e invitamos al profesor Ignacio Villaelizar, de España, que nos dijo: “Llámen a Monckeberg”. El Profesor Monckeberg había sido profesor mío en el Hospital Luis Calvo Mackenna, cuando hice mi entrenamiento en pediatría en Chile, en los años 73-74. Lo invitamos y nos habló de la única debilidad mental que se puede prevenir, de la única que se pude revertir y que es creada por el hombre, que es la del desnutrido. Y fue ahí cuando me metí en el tema.

¿Cómo le llegó el mensaje de San Josemaría y de qué manera influyó en su vida personal y profesional?

Con sus cinco hijas

Yo creo que influyó enormemente en mi vida, ya que San Josemaría fue el telón de fondo en las dos grandes circunstancias que me llevaron a seguir finalmente este camino. Primero, estaba estudiando en la Universidad de Navarra cuando leí las palabras de la Madre Teresa, y San Josemaría fue el mentor de esa universidad. Después, cuando escuché al Papa Juan Pablo II, estaba en Roma por la beatificación de San Josemaría.

Por eso digo que CONIN es una cosa de Dios, porque en realidad yo quise hacer biología molecular: eso es lo que el hombre propone. Pero terminé dedicándome a la pobreza y la desnutrición, eso es lo que Dios dispone; y me lo muestra por medio de la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II y San Josemaría.

¿Cómo hace un padre de cinco hijas, que atiende un consultorio personal, es fundador de CONIN -con centros en Argentina, Paraguay y Gambia-, para tratar a Dios?

Taller de trabajos manuales

San Josemaría nos enseña a disfrutar del hecho de ser cristianos en medio del mundo, que es como un traje a la medida para un tipo de la calle. Es un mensaje que entiendo fácilmente porque se adhiere a mi personalidad.

Y luego Dios quiso que me quedara viudo... Y me siento como decía Don Álvaro del Portillo, sucesor de San Josemaría: “Yo soy la batuta en las manos del maestro o pinceles en las manos del pintor”. Y puede que sea así, querrá hacer buenas obras conmigo. Entonces me pongo a hacer lo mío, lo que me toca, con cariño, con mucho afecto y con pasión; tratando de servir lo mejor posible.

¿Cómo se imaginó usted CONIN y cómo lo ve en un futuro?

Cuando veo este crecimiento exponencial que tiene CONIN, pienso siempre en una reflexión que San Josemaría nos dejó: “Dos más dos es cuatro, pero dos más dos más Dios…”.

¿Qué le lleva a seguir trabajando un día y otro en este proyecto?

Cada día yo ofrezco el día, lo inicio con la Misa, rezo el Rosario, hago una visita al Santísimo, un rato de lectura espiritual… La vida interior es como una planta, hay que regarla, hay que abonar esta vida para que siga dando sus frutos y para que siga uno entusiasmándose. Porque si uno cree en sus propias fuerzas, si te planteas humanamente las cosas, te asustas, pero si pones el incremento sobrenatural a esto, sigues adelante con entusiasmo, porque Dios te esta ayudando. Como dice el dicho: “Al que madruga, Dios lo ayuda”.