Décimo día con San Josemaría

Para preparar la fiesta del próximo 26 de junio, aniversario de la marcha al cielo de San Josemaría, publicamos cada día algunos fragmentos del libro "15 días con Josemaría Escrivá" de D. Guillaume Derville, editado por Ciudad Nueva.

Los niños Amar como un niño

Un día, a última hora, durante una de aquellas puestas de sol maravillosas, vimos que se acercaba una barca a la orilla, y saltaron a tierra unos hombres morenos, fuertes como rocas, mojados, con el torso desnudo, tan quemados por la brisa que parecían de bronce. Comenzaron a sacar del agua la red repleta de peces brillantes como la plata, que traían arrastrada por la barca. Tiraban con mucho brío, los pies hundidos en la arena, con una energía prodigiosa. De pronto vino un niño, muy tostado también, se aproximó a la cuerda, la agarró con sus manecitas y comenzó a tirar con evidente torpeza. Aquellos pescadores rudos, nada refinados, debieron de sentir su corazón estremecerse y permitieron que el pequeño colaborase; no lo apartaron, aunque más bien estorbaba. Pensé en vosotros y en mí; en vosotros, que aún no os conocía, y en mí; en ese tirar de la cuerda todos los días, en tantas cosas. Si nos presentamos ante Dios Nuestro Señor como ese pequeño, convencidos de nuestra debilidad pero dispuestos a secundar sus designios, alcanzaremos más fácilmente la meta: arrastraremos la red hasta la orilla, colmada de abundantes frutos, porque donde fallan nuestras fuerzas, llega el poder de Dios (Amigos de Dios 14).

Si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños (Santo Rosario, pp. 19-20).

La sencillez es indispensable para ser chicos delante de Dios (Camino 868).

Hagamos presente a Jesús que somos niños. Y los niños, los niños chiquitines y sencillos, ¡cuánto sufren para subir un escalón! Están allí, al parecer, perdiendo el tiempo. Por fin, han subido. Ahora, otro escalón. Con las manos y los pies, y con el impulso de todo el cuerpo, logran un nuevo triunfo: otro escalón. Y vuelta a empezar. ¡Qué esfuerzos! Ya faltan pocos..., pero, entonces, un traspiés... y ¡hala!... abajo. Lleno de golpes, inundado de lágrimas, el pobre niño comienza, recomienza el ascenso. Así, nosotros, Jesús, cuando estamos solos. Cógenos Tú en tus brazos amables, como un Amigo grande y bueno del niño sencillo; no nos dejes hasta que estemos arriba; y entonces –¡oh, entonces!–, sabremos corresponder a tu Amor Misericordioso, con audacias infantiles, diciéndote, dulce Señor, que, fuera de María y de José, no ha habido ni habrá mortal –eso que los ha habido muy locos– que te quiera como te quiero yo (Forja 346).

Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.

- 15 días con Josemaría Escrivá (textos anteriormente publicados)