Cristianismo y coherencia

Recientemente, la Iglesia ha recordado que los católicos han de comportarse de forma coherente con su fe en su actuación en la vida pública. Recogemos un artículo de opinión publicado en ‘Las Provincias de Valencia’.

La reciente nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunas cuestiones relativas al compromiso de los católicos en la vida pública ha puesto de manifiesto que ser católico no es algo accidental, ni tampoco un hecho recluido en el interior de la conciencia o encerrado en los templos.

En efecto, tomando un aspecto capital, afirma: “Ya que las verdades de la fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica”.

Ser católico implica, radicalmente, el seguimiento de Cristo. Este seguimiento comporta una doctrina y una moral reveladas, junto a la oración y los sacramentos que proporcionan la gracia para vivir ese don, que es también una tarea. A este mundo evangélico se accede por la fe, virtud que nos hace creer en ese conjunto de verdades, no sólo por la sola luz de la razón sino por la autoridad de Dios que revela, y que no puede ni engañarse ni engañarnos. Si se cree lo que apetece, lo que se entiende o lo que conviene, en realidad no se tiene fe, sino algo muy parcial, poco divino y muy a la medida limitada del hombre.

En este contexto, se entiende la necesidad del magisterio de la Iglesia como depositario y garante de la senda que conduce a la identificación con Cristo. Porque pobre Dios sería el nuestro si, después de habernos redimido del pecado, hubiera dejado a la subjetividad o al error humanos la señalización de esa ruta capaz de llevar al cristiano a ser otro Cristo y, por eso, hijo del Padre con la gracia del Espíritu Santo.

Si la identidad del cristiano es ésa, no se entiende que pueda serlo ad tempus o sólo para determinadas actividades o circunstancias. Sin embargo, la vida de algunos -quizá muchos- católicos parece acontecer de esa manera: quizá van a misa y luego cuelgan el sombrero de católicos a la puerta del Parlamento, del club deportivo, de la empresa o del propio hogar familiar.

No es que nuestra fe nos impida radicalmente el pecado, porque hay debilidades, errores, limitaciones, abusos de la libertad y tantas cosas más -por eso existe el maravilloso sacramento de la Penitencia-. pero hablo del deseo de coherencia, de la búsqueda de la unidad de vida fundada en Cristo y no de lo contrario.

Con palabras de Juan Pablo II, afirma la referida nota cuando habla de esa congruencia de los cristianos: “En su existencia, no puede haber dos vidas paralelas: por una parte la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra la denominada vida secular, esto es, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura. El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, da fruto en cada sector de la acción y de la existencia” (Christifideles, nº 59).

San Josemaría Escrivá -que aportó al lenguaje de la ascética cristiana la noción de unidad de vida- se expresaba años atrás de una forma semejante. En la homilía Amar al mundo apasionadamente, al recordar su trabajo pastoral en los años treinta, dice que intentaba apartar a los que le seguían "de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas". Y para redondear esa idea, afirmaba con fuerza: "¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos".

Esta esquizofrenia tiene origen múltiple: comodidad, ignorancia, cobardía, asfixia de la cultura dominante, etc. Hay que abordar las causas y acabar con la enfermedad. Una buena parte del diagnóstico y de la farmacopea está en las manos de la misma Iglesia, que ha de ofrecer con claridad su doctrina y los medios de salvación, es decir, al Cristo total. Donde no creo que esté la solución es, como han pensado algunos, en la creación de un partido único católico, porque la fe informa la vida entera, la caridad da forma al todo, pero hay infinidad de aspectos temporales que, respetando la identidad católica, pueden realizarse de mil maneras. Y así lo afirma el documento.

Pablo Cabellos (Vicario de la delegación del Opus Dei en Valencia)