Beatificación en Madrid del Siervo de Dios, Álvaro del Portillo, Primer Sucesor de San Josemaría

El próximo sábado, 27 de septiembre, será beatificado en Madrid, por el Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Don Alvaro del Portillo, sucesor inmediato de San Josemaría en el gobierno del “Opus Dei”. La Misa de beatificación tendrá lugar en Valdebebas a las 12 h. del mediodía.

Mons. Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914, tercero de ocho hermanos, en el seno de una familia cristiana. Era Doctor Ingeniero en Caminos y Doctor en Filosofía y en Derecho canónico.

En 1935 se incorporó al Opus Dei, fundado por San Josemaría Escrivá de Balaguer el 2 de octubre de 1928. D. Álvaro vivió con fidelidad plena la vocación al Opus Dei mediante la santificación del trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios, y desarrolló una amplísima actividad apostólica entre sus compañeros de estudio y con los colegas de trabajo.

Muy pronto se convirtió en la ayuda más firme de san Josemaría, permaneciendo a su lado durante casi cuarenta años como su colaborador más próximo. Consciente de su valía humana y sobrenatural, San Josemaría escribió de él: “Si, entre vosotros, hay muchos hijos míos heroicos y tantos que son santos de altar – no abuso nunca de estas cualificaciones – , Álvaro es un modelo, y el hijo mío que más ha trabajado y más ha sufrido por la Obra y el que mejor ha sabido coger mi espíritu” (Bernal, 1996, p.135).

El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote. Desde entonces se dedicó enteramente al ministerio pastoral para servir a los miembros del Opus Dei y a todas las almas.

En 1946 fijó su residencia en Roma, junto a san Josemaría. Su servicio infatigable se manifestó, además, en la dedicación al cumplimiento puntual de los encargos que le confió la Santa Sede como consultor de varios dicasterios de la Curia Romana y, de un modo especial, mediante su activa participación en los trabajos del Concilio Vaticano II.

Así, por ejemplo, san Josemaría y el ya próximo beato Álvaro fueron llamados a colaborar muy directamente en la elaboración de la const. apostólica Provida Mater Ecclesia, que el 2 de febrero de 1947 establecía la figura de los Institutos seculares. El Opus Dei fue justo el primero en ser aprobado, el 24 de febrero.

Además: el 2 de mayo de 1959, D. Álvaro recibió el nombramiento de consultor de la Sagrada Congregación del Concilio (la actual Congregación para el Clero). Y, a partir de ese momento, se intensificó su dedicación a satisfacer los encargos de la Santa Sede en aquella Congregación y en la del Santo Oficio (actual Congregación para la Doctrina de la Fe). En los albores del Concilio fue nombrado también perito y secretario de la Comisión Conciliar De disciplina cleri et populi christiani, que elaboró el Decreto Presbyterorum ordinis, aprobado en la última sesión conciliar, en 1965.

El 26 de junio de 1975 fallecía san Josemaría en Roma. Y, el 15 de septiembre de aquel mismo año, el Congreso general Electivo escogía por unanimidad a Álvaro del Portillo Presidente general del Opus Dei y primer sucesor del fundador. Entregado durante casi 19 años al gobierno de la Obra, D. Álvaro comenzó los trámites para la erección del Opus Dei en Prelatura personal, figura jurídica prevista en el Concilio Vaticano II que se adaptaba perfectamente a las características de este instituto.

Así las cosas, el 28 de noviembre de 1982, al erigir la Obra en Prelatura personal, el papa san Juan-Pablo II nombró a D. Álvaro Prelado del Opus Dei y, el 6 de enero de 1991, le confirió la ordenación episcopal.

Toda la labor de gobierno del Siervo de Dios se caracterizó por la fidelidad al fundador y a su mensaje y por un trabajo pastoral incansable, siempre al servicio de la Prelatura y de la Iglesia.

Su entrega al cumplimiento de la misión recibida, siguiendo las enseñanzas de san Josemaría, hundía sus raíces en un profundo sentido de la filiación divina, fruto de la acción del Espíritu Santo, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad de Dios Padre, constantemente alimentado por la oración, la Eucaristía y una tierna devoción a la Santísima Virgen.

Como tan bien ha sabido expresar el espíritu verdadero de la Obra, “su amor a la Iglesia se manifestaba en su profunda comunión con el Papa y con los obispos. Su caridad con todos, la solicitud infatigable por sus hijas e hijos en el Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente afán de ganar almas para Cristo, reflejado también en el lema episcopal – regnare Christum volumus -, junto con la bondad, la serenidad y el buen humor que irradiaba su persona, son rasgos que componen el retrato de su alma.

En la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, en donde había seguido con intensa piedad los pasos terrenos de Jesús, desde Nazaret al Santo Sepulcro, el Señor llamó a su presencia a este siervo bueno y fiel. La mañana precedente había celebrado su última misa en el Cenáculo de Jerusalén.

El mismo día 23 de marzo, el papa san Juan-Pablo II acudió a rezar ante sus restos mortales, que ahora reposan en la cripta de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz – viale Bruno Buozzi, 75, Roma -, continuamente acompañados por la oración y por el cariño de los fieles del Opus Dei y de millares de personas.

+ Manuel Ureña Pastor,

Arzobispo de Zaragoza

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Mons. Manuel Ureña

Agencia SIC