Artículo sobre el beato Josemaría Escrivá

"'Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado' (Surco, 795). Cuando la sociedad se convenza de esto, será mucho más fácil promover un auténtico progreso del mundo en que vivimos", según el obispo de Segorbe-Castellón.

Mons. Juan Antonio Reig Pla

Hoy para el que quiera entender, es un secreto a voces que la familia estable es la solución a innumerables problemas sociales y educativos. La delincuencia juvenil, la drogadicción, el fracaso escolar, los traumas infantiles; están estadísticamente correlacionados con el número de divorcios, las situaciones matrimoniales irregulares, las rupturas familiares, etc.

Desde el punto de vista creyente, también la transmisión de la fe como algo vivo, no sólo como una teoría, tiene mucho que ver con un hogar cristiano y generoso: donde la virtudes se contagian con la misma naturalidad que se viven. Muchos ataques ha recibido en el último cuarto de siglo la familia tradicional basada en el matrimonio fiel y estable. Ataques ideológicos y legales, a veces, o simplemente, menosprecios burlescos en otras ocasiones. También se han alzado, innumerables voces en su defensa, y se ha avanzado no poco en el campo antropológico referente a la familia, quizá como consecuencia de aquellos ataques.

Ante los ataques, lo ideal no es una actitud defensiva que intente mantener intactas las posiciones y derechos de siempre. Lo que hace falta es audacia para diseñar nuevas y más altas metas, que estimulen a los católicos superar cualquier 'complejo de inferioridad' ante el mundo de alrededor. Esto fue lo que hizo, entre otros, el beato español Josemaría Escrivá, cuya canonización ha sido anunciada, al predicar sobre el 'matrimonio como vocación cristiana'. Ya desde 1940, escribió que el matrimonio cristiano supone una 'vocación' –una llamada de Dios- no menos comprometida que las 'vocaciones' que entonces se entendían como tales (sacerdotes y religiosos). Con esa alta vocación, los esposos son invitados por Dios a hacer de su vida un camino de santidad cristiana pasa sí mismos y para quienes les rodean.

Para defender tal actitud es menester una doble concepción antropológica, primeramente el convencimiento de la santidad del amor humano y la dignidad de la sexualidad como ingrediente natural del mismo, superando la mentalidad estrecha con que quizá muchos miran la virtud de la castidad. "El Señor santifica y bendice el amor disponiendo no sólo la fusión de las almas, sino la de los cuerpos (...). Ese es el contexto en el que sitúa la doctrina cristiana sobre la sexualidad".

En segundo lugar, una idea extraordinariamente noble del amor, más allá de todo egoísmo y de toda búsqueda hedonista del placer. En sustancia, una idea del amor –en lo humano- calcada de lo que es el amor de Dios a los hombres; que demostró en la entrega generosa de la vida de Cristo en la Cruz. Sólo con esa doble actitud encontrará el hombre la felicidad auténtica. Cuanto más persiga el propio gusto y capricho más se apartará de la dicha que pretende. "Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado" (Surco, 795). Cuando la sociedad se convenza de esto, será mucho más fácil promover un auténtico progreso del mundo en que vivimos.

Castellón al día // Juan Antonio Reig Pla