Amor a la libertad

Francisco Ponz. MI ENCUENTRO CON EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Madrid, 1939-1944

Sabíamos bien que don Josemaría amaba la libertad de todos. En la residencia, los temas políticos salían con naturalidad en las conversaciones, pero se evitaba discutir sobre ellos, así como propugnar un modo concreto de entender y hacer política. Vicente Mortes, que residía en Jenner y se preparaba para el ingreso en la Escueta de Ingenieros de Caminos, se tomaba muy en serio el SEU (Sindicato Español Universitario, de origen falangista, único y obligatorio sindicato estudiantil entonces) y tuvo la idea -que comentó al director en busca de algún apoyo- de animar a otros residentes a participar activamente en ese sindicato. Pero el director le dijo que no contase con ninguna colaboración suya para ese fin, porque ni debía ni quería interferir lo más mínimo en el modo libérrimo de pensar que cualquier residente tuviera en materia política.

Oír hablar al Padre de su apasionado amor a la libertad, no dejaba de resultar entonces llamativo. Aunque no se refería al campo político, sino al espíritu de libertad esencial al cristianismo, su defensa de la libertad humana podía ser entendida como crítica a la situación política de entonces. Del mismo modo, portarse bien en la residencia no debía ser fruto del miedo a una reconvención, y menos a una denuncia a los padres que nunca se haría. Allí no existía ningún sistema de vigilancia o de control: la residencia estaba en el polo opuesto a un correccional dedicado a enderezar coactivamente conductas desviadas. El Padre nos decía, con voz no pocas veces enérgica, que en la residencia no hay vigilantes ni gendarmes, no hay nadie dedicado a controlarnos. La razón suprema para hacer bien las cosas debía ser que nos diera la gana.