Lo primero, sonreír a quien llame a tu puerta

La obra social-familiar Álvaro del Portillo cumple su primer año de vida en la parroquia madrileña de san Ramón Nonato, en la que fue catequista en los años 30 el sucesor de san Josemaría. Entrevistamos al párroco D. José Manuel Horcajo.

Fotos de la entrevista: @FJBerguizas

Un martes cualquiera de septiembre. 12 del mediodía. La parroquia y el edificio anexo son un hervidero de actividad. De oración y de sacramentos. De ropero y de apoyo escolar. Hay escuela de padres y talleres de capacitación laboral. ProyectoSimeón, para acompañar a ancianos solos, y Proyecto Lázaro, para la atención de mendigos del barrio. Y el "proyecto estrella": un comedor social, con varios turnos y modalidades, que sirve 190 comidas cada día.

1.400 beneficiarios, 140 voluntarios. Dos cifras para asomarse a la obra social-familiar Álvaro del Portillo, una iniciativa que surgió en la parroquia de san Ramón Nonato en torno a la beatificación del sucesor de san Josemaría, y que un año después está en plena ebullición.

1.400 beneficiarios, 140 voluntarios. Dos cifras para asomarse a la obra social-familiar Álvaro del Portillo, una iniciativa que surgió en la parroquia de san Ramón Nonato en torno a su beatificación

Hace 80 años, un grupo de estudiantes madrileños, entre ellos Álvaro del Portillo, se acercaba hasta la parroquia, atravesando campos y caminos de tierra, para dar catequesis. Ahora, cosas de la vida y la globalización, muchos de los catequistas son inmigrantes. San Diego, nombre de este barrio de Vallecas -un "barrio" con 50.000 habitantes- tiene un 30% de población de origen extranjero.

José Manuel Horcajo es el párroco de esta iglesia que celebra 100 años de vida. Entre ecuatorianos con la camiseta del Rayo y tiendas de chinos cada dos portales, nos atiende este cura joven, con ganas de "sacar santos y sacerdotes" entre los más pobres de los pobres…

El porcentaje de inmigrantes en el barrio de San Diego (Vallecas, Madrid) es del 30%.

Posiblemente, la primera iglesia del mundo que tiene en su interior una imagen de Álvaro del Portillo. Fue inaugurada, de hecho, por el prelado del Opus Dei, al día siguiente de la beatificación. ¿Un recuerdo especial de aquel día?

El Prelado bendijo la imagen y rezó con nosotros. Le preguntamos qué espera de nuestro trabajo, qué quiere transmitirnos. Y rápidamente nos dijo: "Que queráis a la gente como quería don Álvaro". Esto es lo que se nos ha quedado grabado: que más que dar cosas, lo importante es querer a los demás de verdad, como quería don Álvaro.

La obra social-familiar Álvaro del Portillo nace como recuerdo a este beato por su trabajo aquí con los más pobres y necesitados, en los años 30. ¿Qué espera de esta incipiente labor?

Tengo dos grandes ilusiones. Que salgan sacerdotes y muchos santos -santos de verdad- de los mismos pobres y necesitados de esta parroquia y de este barrio.

El Prelado del Opus Dei nos dijo: "Que queráis a la gente como quería don Álvaro"

Las cuatro grandes líneas de trabajo de la obra social-familiar son: asistencia, familia, formación y recursos. ¿Cómo se estructura una familia desestructurada, como son muchas de las que se acercan por la parroquia?

Pienso que la solución siempre es la misma: que encuentren un lugar donde experimentar el sentido de la familia. La iglesia debe ser familia. Es verdad que tenemos sacerdotes que les ayudan espiritualmente, a través de conversaciones personales, especialistas en mediación familiar, escuela de padres, etc. Pero lo importante es que los acuden por aquí, por la obra Álvaro del Portillo, por la parroquia, encuentren una familia. Esto es lo que les va a ayudar.

"Lo importante es que los acuden por aquí, por la obra Álvaro del Portillo, por la parroquia, encuentren una familia"

Un ejemplo: cada año, en verano, tenemos una semana llamada "vacaciones familiares" a la que asisten familias, con sus niños. Hace poco vino una mujer con su único hijo; su marido no quiso asistir. Al acabar dijo ella: "Aquí he descubierto dos cosas: que me tengo que casar y que tengo que tener más hijos". No hizo falta contarle nada, simplemente ella lo vivió, lo experimentó. Y al poco tiempo lo cumplió.

"Hay que escuchar sus problemas, que suelen ser muchos, y detectar lo que necesitan".

¿Alguna historia sobre la devoción a Álvaro del Portillo en el Puente de Vallecas?

Una joven que no podía venir a la beatificación, porque tenía que trabajar –y que no conocía apenas a don Álvaro-, se interesó por su vida e investigó un poco por internet. Descubrió que este futuro beato hablaba de la santificación del trabajo.

Realmente es llamativo lo que la Iglesia se mueve en este distrito y lo que hace desde hace tantos años, desde siempre

Aunque no pudo asistir allí físicamente, pensaba que sí podía estar de otra forma: trabajando, ya que estaba ofreciendo su trabajo a Dios. Desde entonces su forma de trabajar ha cambiado para siempre.

Los refugiados, por desgracia, son trending topic europeo. Pero usted lleva años refugiando gente de muchas nacionalidades en torno a las actividades de la parroquia. Al final, ¿cómo se acoge a un refugiado, por dónde se empieza?

Lo primero, sonreír a quien llame a tu puerta con cualquier necesidad. Si sonríes, ellos ya perciben que se les trata de un modo distinto. Y enseguida hay que escuchar sus problemas, que suelen ser muchos, y detectar lo que necesitan: comida, residencia, algo para los niños. Darles respuestas muy claras de que “aquí te vamos a ayudar”. Que sepan que no se les va a marear con papeles y exigencias, aunque se les pedirá responsabilidad también por su parte.

"Al estar con los más pobres te das cuenta que no sólo necesitan comer, sino también arreglar sus problemas familiares, humanos, sus depresiones y angustias, y que necesitan también a Dios".

¿Qué es más fácil, dar con generosidad o recibir con humildad?

Todo el que da ya está recibiendo, en sentido espiritual. Y todo el que está recibiendo también está ayudando al otro: los pobres nos enseñan mucho. Siempre el que da, recibe, y el que recibe también da.

Ayudar a las familias necesitadas en todas sus necesidades, no solo materiales, pidió el Papa en su documento Evangelii Gaudium. Dicen que incluso organiza retiros espirituales para personas sin hogar…

Al estar con los más pobres te das cuenta que no sólo necesitan comer, sino también arreglar sus problemas familiares, humanos, sus depresiones y angustias, y que necesitan también a Dios. Y ellos, de una forma u otra, te lo comunican. Una vez al mes nos llevamos a unas 40 personas -también pueden venir con sus hijos pequeños- y rezan un fin de semana. Vuelven contentos, felices, ilusionados con salir adelante.

Álvaro del Portillo recibió un fuerte golpe en la cabeza con una llave inglesa a la salida de esta parroquia, allá por 1935. Hoy ese clima ha cambiado gracias a todos. ¿Qué otras labores sociales desarrolla la Iglesia de Madrid en el barrio?

En Vallecas existe desde hace mucho el comedor de las Siervas de Jesús, que atiende a unas 600 personas; también comenzó hace poco otro comedor, el de las Misioneras de la Caridad. Y existen varios proyectos que ayudan a buscar empleo, salir de la droga, apoyar a los que salen de las cárceles, asistir a mujeres embarazadas, etc.

Realmente es llamativo lo que la Iglesia se mueve en este distrito y lo que hace desde hace tantos años, desde siempre.

El obispo Osoro visitó la parroquia el mes de junio pasado, ¿dos titulares de aquel encuentro?

Fue una visita muy agradable. Celebró Misa y visitó al equipo de voluntarios de la cocina, que le regalaron una tarta. Un grupo de mujeres musulmanas le entregó un libro, e incluso los propios mendigos le ofrecieron un pequeño detalle. La verdad es que fue un encuentro muy ameno y cordial.