Algunas declaraciones sobre Mons. Álvaro del Portillo

Se ofrecen a continuación breves extractos sobre la persona de Mons. Álvaro del Portillo, extraídos de textos de algunas personalidades eclesiásticas y civiles que le trataron:

Con el beato Juan Pablo II.

Juan Pablo II: Fue un ejemplo de fortaleza, de confianza en la providencia divina y de fidelidad a la sede de Pedro (Telegrama al Vicario General del Opus Dei, Ciudad del Vaticano 23-III-1994).

Card. Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Recuerdo la modestia y la disponibilidad en cualquier circunstancia que caracterizaron el trabajo de Mons. del Portillo como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución que contribuyó a enriquecer de modo singular con su competencia y experiencia, como he podido comprobar personalmente (Carta al Vicario General del Opus Dei, Ciudad del Vaticano 25-III-1994).

Sor Teresa Margarita, carmelita descalza: Le conocí en unos ejercicios espirituales que dio para jóvenes en el Colegio de las Carmelitas de la Caridad en Vigo en 1945. Desde el primer momento me impresionó su porte distinguido, su recogimiento, su profunda humildad, que se destacaba mucho, y su sencillez. Era a la vez muy amable y acogedor, atendía con bondad (Carta al Prelado del Opus Dei, Sabaris 20-VI-1997).

Cardenal Maurice Otunga, arzobispo emérito de Nairobi: He sido testigo de la solicitud de Mons. Álvaro por el apostolado de la Iglesia en Kenia, y de su generosidad hacia nuestros sacerdotes y seminaristas kenianos, que fueron acogidos en el Ateneo Pontificio de la Santa Cruz y en el Seminario internacional «Sedes Sapientiae» creados por él, así como he comprobado su caridad, la gentileza y la disponibilidad para con los obispos que buscaban su ayuda (Carta al Prelado del Opus Dei, Nairobi 24-VII-1998).

Mons. Ramón Búa, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño: Encontré en él un hermano y un obispo de excepcional talla humana y eclesial (Relación testimonial, Logroño 13-I-1996).

Card. Joszef Glemp, arzobispo de Varsovia (1981-2006) y primado de Polonia (1981-2009): Era un hombre con puntos de vista claros, lleno de serenidad interior y al mismo tiempo repleto de bondad y cariño. Era amable y directo, pero al mismo tiempo conservaba la gravedad de un hombre de Iglesia (Relación testimonial, Varsovia 7-IX-1995).

Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede de 1984 a 2006: Deja tras de sí esa huella imborrable patente en los hombres de Dios, que han desarrollado en silencio una imponente tarea en bien de los demás (ABC, Madrid, 25-III-1994).

Ombretta Fumagalli Carulli, diputada en el parlamento italiano: He admirado siempre la dignidad y la mesura con que reaccionó ante polémicas contra el Opus Dei promovidas artificialmente desde ambientes laicistas y, por desgracia, a veces también desde ambientes católicos (Romana, X, 1994, p. 55).

Card. Joseph Bernardin, arzobispo de Chicago: Recuerdo con gratitud las oraciones y el apoyo que me prestó cuando se propalaron acusaciones injustas contra mi persona (Romana, X, 1994, p. 53).

Card. Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo emérito de Madrid: Trabajamos juntos tanto en el Concilio como en el reconocimiento del Derecho Canónico. Era un hombre muy inteligente, muy hábil y muy buena persona (ABC, Madrid, 24-III-1994).

Padre John O'Connor, agustino: Al advertir su presencia amable y discreta al lado de la dinámica figura de Mons. Escrivá, me venía al pensamiento la modestia de san José. Creo que será recordado entrañablemente por la humildad y la fidelidad con que llevó la antorcha de idealismo espiritual encendida por el fundador del Opus Dei (Position Paper, Dublín, VI/VII-1994).

Card. Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma: No olvidaré el afecto de don Álvaro cuando venía a verme al Vicariato. Dejaba siempre un recuerdo y un testimonio de su dedicación a Cristo (Discurso en la clausura del proceso diocesano sobre las virtudes de Álvaro del Portillo, Roma 26-VI-2008).

Card. Joachim Meisner, arzobispo de Colonia: Un gran cristiano, un gran sacerdote y un obispo modelo, caracterizado por una fe vivísima en la providencia de Dios (Romana, X, 1994, p. 53).

Mons. Luigi Conti, nuncio en Honduras: Mons. Álvaro del Portillo fue un hombre enamorado del servicio a los hombres. Su vida ha sido siempre gobernada por una exigente disciplina espiritual, por un sentido elevado del deber, por una laboriosidad intensa e incansable, por una dedicación y abnegación plena a la causa de Cristo, de la Iglesia y de la Obra (Fides, Tegucigalpa, 1-IV-1995).

Mons. Stanislaus Lo-Kuang, arzobispo emérito de Taiwan: Cuando vino a Taiwan, le invité a almorzar en Fujen University. Mons. Álvaro del Portillo fue muy sincero, muy humilde, extremadamente transparente y sencillo. No había en él trazos de altanería o afectación. Tenía un gran celo apostólico. Comprendía nuestras dificultades y mostraba una inmensa caridad. Yo estimo en mucho, de verdad, su amistad (Relación testimonial, Taipei III-1999).

Alejandro Llano, escritor, filósofo: Era la síntesis viviente de dos culturas: la humanística y la técnica. Fue una gran figura intelectual y universitaria (La Vanguardia, Barcelona, 24-III-1994).

Card. Ángel Suquía, arzobispo de Madrid de 1983 a 1994: Era un hombre esencialmente bueno, entrañable en su conversación, muy prudente y muy alegre y animoso. No recuerdo haber salido nunca de estar con él sin más alegría que antes de haber entrado (ABC, Madrid, 24-III-1994).

Vittorio Messori, escritor y periodista: Te daban ganas de confesarte más que de hacerle preguntas. Se notaba que había sido ingeniero, especialista en puentes y carreteras. Detrás del hábito de obispo se traslucía el hombre de mundo (Corriere della Sera, Milán, 24-III-1994).

Mons. Antonio María Rouco, arzobispo de Santiago de Compostela (actualmente, cardenal arzobispo de Madrid): Desempeñó un papel fundamental en la toma de conciencia de los seglares de que todos están llamados a ser hijos de Dios: una bella lección, una urgente tarea que nuestro hermano supo vivir y trató de realizar y de impulsar en la Iglesia a través del Opus Dei (El Correo Gallego, Santiago de Compostela, 27-III-1994).

Madre María de Jesús Velarde, fundadora de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús:En 1985 tuve la suerte de conocer a don Álvaro del Portillo, que fue para mí un verdadero padre y un valiosísimo consejero: me ayudó mucho en los años decisivos de nuestro itinerario jurídico (Testimonio personal, Madrid, 26-III-2010). Card. Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia: El encuentro con Monseñor del Portillo fue edificante para mi sacerdocio desde dos puntos de vista. El primero: su fidelidad y su lealtad hacia el Santo Padre, hacia el Papa. El segundo, su humildad máxima (Entrevista con Manuel de Teffé, Bolonia, 13-V-2013). Carlos del Portillo, hermano de Mons. Álvaro del Portillo: En noviembre de 1949 fuimos recibidos en audiencia privada por el Papa junto con mi madre y mis hermanos. Pío XII, tras saludar a Álvaro con un cariñoso “¡Hola ingeniero!, nos comentó que a nosotros nos debía suceder como las cerezas porque Álvaro iría tirando uno tras otro para el Cielo. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012). Cardenal Deskur, fue presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales: Aun siendo de caracteres distintos, Álvaro era como una reduplicación del Fundador. No una copia inerte, sino un retrato vivo y fiel: llevaba esculpidas en la mente sus enseñanzas y lo que es más importante, su alma había asimilado su ejemplo hasta tal punto, que no podías distinguir lo que era suyo de lo que surgía de su contacto con el Padre. Hasta que entendías que no se podía realizar esa distinción: todo lo que Álvaro aprendió de san Josemaría lo hizo profundamente suyo, parte de sí mismo, era su vida. El fue el mejor ejemplo de la virtud de la fidelidad. El mundo de los medios de opinión y de la cultura constituía para él, utilizando una expresión que gustaba a Juan Pablo II, un aerópago que había que iluminar con la luz de Cristo. Por eso impulsó a los fieles de la Prelatura a emprender un extenso apostolado con periodistas y operadores de la comunicación, llegando incluso a promover en varios países facultades o institutos universitarios para la formación de profesionales del sector. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Mons. Justo Mullor, Nuncio apostólico en muchos países: Jamás se manifestó en aquel complejo contexto del Concilio Vaticano II como hombre de parte –ni conservador ni progresista- sino como hombre de fe y de Iglesia, admirado por unos y por otros. Siempre me viene a la mente el recuerdo del querido y admirado Mons. Angelo Dell’Acqua, quien lo estimaba sinceramente y auspiciaba que “hubiera muchos don Álvaros” . Fue inmediata la respuesta de don Álvaro a mis propuestas como Nuncio Apostólico, de llevar la Obra, en 1980 a Costa de Marfil y, en 1992, poco antes de su muerte, a los Países bálticos. Lo que escribía en las cartas pastorales dirigidas a los fieles de la Obra superaba los límites del Opus Dei para reversarse, a través de sus hijas e hijos sobre la Iglesia entera. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Mons. Francisco Vives, fue secretario central del Opus Dei. Había algunos padres conciliares que se acercaban a él a confesarse. Algo análogo ocurría cuando ya era Prelado del Opus Dei con ocasión de los Sínodos de obispos, pues, como ellos mismos han referido, algunos padres sinodales le pedían confesar. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Julián Herranz, presidente emérito del Pontificio Consejo para Interpretación de los Textos Legislativos: Muchas fueron, efectivamente, las ocasiones en que la serenidad de espíritu de don Álvaro y su continua visión sobrenatural, reforzadas por su larga convivencia con Mons. Escrivá, garantizaron a los miembros y peritos de la Comisión de elaboración del Decreto Presbyterorum Ordinem en la que ambos trabajamos, la posibilidad de trabajar con paz y gran eficacia, en medio de bruscos cambios metodológicos y de notables contraposiciones doctrinales. Tenía una gran capacidad para ganarse la simpatía, la estima, y la amistad de quienes trataba. Yo le he visto personalmente en tantas ocasiones, especialmente por su trabajo en la curia, tanto en la Congregación del clero, como después en la Comisión conciliar para la disciplina del clero y luego en la Comisión pontificia para la revisión del Código de Derecho canónico. Son muchos los amigos, amigos comunes, a los que he oído comentar con frecuencia, cuando él no estaba, las virtudes de don Álvaro, sobre todo su humildad y su delicada caridad. Sabía exigir, pero con delicadeza, jamás levantando la voz o diciendo algo que pudiera herir. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Pietro Palazzini, fue Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y uno de los protagonistas del Concilio Vaticano II: En don Álvaro sobresalía un edificante sensus Ecclesiae. Al buscar la configuración como Prelatura personal, no perseguía privilegios, agradecimientos o premios: sólo le movía el deseo de servir mejor a la Iglesia.

En la mente del primer Prelado del Opus Dei, las facultades eclesiásticas debían tener como características fundamentales la plena adhesión al Magisterio de la Iglesia, es establecimiento de un diálogo con la cultura contemporánea, una excelente formación científica de los alumnos y la mejor asistencia espiritual posible, para fomentar en ellos la unidad de vida como condición esencial para la fecundidad del sacerdocio” . Recuerdo la humildad con que me comentó la noticia de su elevación a la dignidad episcopal: ’estoy contento, pero no por mí –me dijo-, sino por la Prelatura, porque así se consolida ulteriormente su eclesialidad. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Martínez Somalo: Quiero subrayar la atención y la docilidad con que, antes de dar los primeros pasos para la beatificación del fundador del Opus Dei, pidió el parecer de los principales representantes de la Curia romana y la diligencia que mostró para recoger en la fase previa, las pruebas documentales de la santidad de vida del Fundador. Alguno le acusó después de tener una prisa excesiva, pero yo puedo afirmar que hizo todas las cosas con el pleno acuerdo de la autoridad eclesiástica. Don Álvaro desarrolló un sentido eclesial muy agudo, y que no fue nunca un hombre de parte. Por eso “gozaba de la merecida estima de muchos eclesiásticos, que apreciaban precisamente su rectitud, parte de sus indudables cualidades personales, humanas y espirituales. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Mons. Fernando Ocáriz, Vicario general del Opus Dei: Cuando le comuniqué que me habían nombrado Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, me aconsejó que dijese siempre que sí a las peticiones de trabajo que recibiera de ese Dicasterio de la Curia Romana (...) De hecho, don Álvaro me sugería una pauta de comportamiento que él mismo siguió siempre –con heroicidad, debido a sus múltiples e importantes ocupaciones- en su servicio directo a la Santa Sede durante muchos años. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Agustín Mayer, coincidió con Mons. del Portillo en distintas comisiones del Concilio Vaticano II: Me llamaba especialmente la atención su mente sinceramente abierta a las nuevas fronteras que se abren constantemente al desarrollo del conocimiento, pero completamente apartada del ingenuo espíritu de aventura de algunos teólogos, que gozaban de mucha popularidad en los medios de comunicación como si estuvieran investidos del viento del Espíritu Santo. Como todo verdadero teólogo y pastor, veía en las palabras de San Vicente de Lerins sobre el progreso dogmático –in suo dumtaxat genere, in scilicet eodem dogmate, eodem sensu, eademque sententia (permaneciendo siempre en su género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma significación) –un criterio discriminante de la verdad .

Siempre exponía sus pareceres con serenidad, pero a la vez explicaba con mucha claridad los puntos críticos de lo que se discutía. Sus intervenciones fueron un ejemplo de lucidez, de respeto y, a la vez, de coherencia en la adhesión al Magisterio de la Iglesia. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Alexandre do Nascimento, arzobispo de Luanda (Angola): Tuve la suerte de trabajar con Mons. del Portillo durante el Sínodo que trataba de la formación sacerdotal. Nos conocimos mejor y fue así como, puedo decirlo, nos hicimos amigos (…) Sus cualidades atraían y se imponían hasta tal punto que, con su ejemplo, presentaban como agradable vivir una vida profundamente cristiana y sacerdotal. En la realización de los trabajos para los que fuimos llamados, advertí su prudencia, su solidez doctrinal, su competencia y su fortaleza, con la que no se imponía, sino que defendía la doctrina. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Mons. Jose Luis Illanes, fue Decano de la Facultad de Teología de la universidad de Navarra: Puedo decir en estricta justicia que, lo que la Facultad de Teología es en la actualidad, con su desarrollo institucional, con sus tres ciclos perfectamente consolidados, con un número elevado de alumnas seminaristas y sacerdotes, con una amplitud de profesorado y un prestigio científico cada vez más reconocido, debe mucho al impulso y cuidado de don Álvaro.

Carta de Mons. Luigi Giussani, fundador de Comunión y liberación: La caridad exquisita, y operativa, con que usted nos trata siempre, además de ser para nosotros motivo de ejemplo y de edificación, nos hace confiar en la esperanza de recibir su consejo y unión, como ante un padre (…) La Virgen Santísima recompense esa caridad, fecundando en el mundo el Opus Dei, que es el instrumento más fuerte de apoyo a la presencia de la Iglesia hoy. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Cardenal Maurice Otunga, Arzobispo de Nairobi. He sido testigo de la solicitud de Mons. Álvaro por el apostolado de la Iglesia en Kenia, y de su generosidad hacia nuestros sacerdotes y seminaristas kenianos, que fueron acogidos en el Ateneo Pontificio de la Santa Cruz y en el seminario internacional Sedes Sapientiae creados por él, así como he comprobado su caridad, la gentileza y la disponibilidad para con los obispos que buscaban ayuda. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos: Siempre que he tenido la ocasión de encontrar a su Excelencia Álvaro del Portillo, especialmente en el periodo que ha sido Prelado del Opus Dei, he sentido, como consecuencia de su trato, deseos más intensos de mejorar mi vida sacerdotal. Su sencillez, amabilidad y bondad a la vez que su preocupación e interés por los demás le hacían transparentar la imagen y el desvelo del Buen Pastor, suscitando en quienes le trataban mayores deseos de docilidad a las gracias de Dios y de mayor correspondencia a la generosidad de sus dones. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012) Beato Juan Pablo II, telegrama de pésame por la muerte de Mons. del Portillo: Al recibir la triste noticia de la repentina desaparición de Mons. Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei, le expreso a usted y a los miembros de a Prelatura mi más sentido pésame. Mientras recuerdo con agradecimiento al Señor la vida llena de celo sacerdotal y episcopal del difunto, el ejemplo de fortaleza y de confianza en la providencia divina que ha ofrecido constantemente, así como su fidelidad a la Sede de Pedro y el generoso servicio eclesial como íntimo colaborador y benemérito sucesor del Beato Josemaría Escrivá, elevo al Señor fervientes súplicas para que acoja en el gozo eterno a este siervo bueno y fiel, y envío, para consuelo de cuantos se han beneficiado de su dedicación pastoral y de sus preclaras dotes de mente y de corazón, una especial bendición apostólica. (Medina Bayo, Javier. Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012)