“Cuaresma: tiempo de penitencia”

Acercarse un poco más a Dios quiere decir estar dispuesto a una nueva conversión, a una nueva rectificación, a escuchar atentamente sus inspiraciones –los santos deseos que hace brotar en nuestras almas–, y a ponerlos por obra. (Forja, 32)

Hemos entrado en el tiempo de Cuaresma: tiempo de penitencia, de purificación, de conversión. No es tarea fácil. El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera ‑ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide‑ es importante; pero más importantes aún, y más difíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facilitar la labor de la gracia divina con estas conversiones sucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal, pedir perdón.

Invocabit me et ego exaudiam eum, leemos en la liturgia (...): si acudís a mí, yo os escucharé, dice el Señor. Considerad esta maravilla del cuidado de Dios con nosotros, dispuesto siempre a oírnos, pendiente en cada momento de la palabra del hombre. En todo tiempo ‑pero de un modo especial ahora, porque nuestro corazón está bien dispuesto, decidido a purificarse‑, Él nos oye, y no desatenderá lo que pide un corazón contrito y humillado. (Es Cristo que pasa, 57)

Recibir mensajes por correo electrónico

email