Opus Dei: el núcleo católico de la teoría conspirativa

Artículo publicado en el sitio web del Congreso Judío Latinoamericano (CJL).

Congreso Judío Latinoamericano Opus Dei: el núcleo católico de la teoría conspirativa, por Roberto Bosca.

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Hay alguien que maneja los hilos desde la trastienda. Este es el punto inicial a partir del cual se fundamenta toda teoría conspirativa, que pretende ser una explicación a ese presupuesto. La teoría de la conspiración es una construcción cognitiva de lo social que involucra tanto a mentalidades de izquierda como de derecha.

El trípode perverso que conforma la mentalidad conspirativa en una de sus versiones más conocidas es el judaísmo, el comunismo y la masonería. Los judíos han sido quizás quienes más han sido acusados de ejercer ese poder oculto, que se traduce en una respuesta de secreta envidia, pero sobre todo de odio colectivo.

Sin embargo es una institución católica, el Opus Dei1, uno de los nombres más reiterados a la hora de identificar chivos expiatorios en el variopinto panorama del universo conspirativo. Si bien se mira, puede verificarse que casi desde su mismo nacimiento, esta prelatura personal fundada por un sacerdote aragonés en 1928 y hoy desarrollada en todo el mundo ha sido objeto de un relato de fantasía2 y de hecho parecería ser un blanco preferido del imaginario social global en este peculiar rol de dirigir o regir los destinos del mundo.

El Opus Dei ha sido considerado desde su origen una sociedad sospechosa. Se lo ha presentado bajo diversas caracterizaciones desacreditantes, por ejemplo como una de las familias políticas en pugna que gobernaron durante el franquismo, atribuyendo de un modo insistente a algunos sus fieles que ocuparon funciones públicas en ese gobierno, la condición de “miembro del Opus Dei”. Aunque cierta, sin embargo, ella se presenta de un modo equívoco, al vincular sutilmente realidades de distinta naturaleza. En rigor, esa condición no tiene una relación directa con el ejercicio de un cargo político, como no la proporciona tampoco el mero hecho de pertenecer a una etnia o a una cultura como la judía.

Pero si se prefiere la objetividad de los datos concretos, la realidad pura y dura traduce que de 116 ministros que pueden contabilizarse en el régimen del “Generalísimo” Francisco Franco Bahamonde -quien ejerció el poder político absoluto en España mediante una dictadura que durante casi cuatro décadas gobernó al país con puño de hierro- al Opus Dei pertenecieron solamente 8. No parece ciertamente un número que acredite una dominación política en un gobierno de tan dilatado arco temporal.

Aunque pueda parecer una paradoja, al mismo tiempo, y desde vertientes muy diferentes y aun opuestas, también se ha presentado al Opus Dei como un centro de poder ultraderechista y como tal, consecuentemente antisemita, o al menos refractario al judaísmo.

La novedad del Opus Dei

Una de las condiciones más propias de la naturaleza humana consiste en su capacidad de cambiar, y la historia de la humanidad así lo certifica de una manera constante. Sin embargo, es también una regla anexa a esa misma idea de una mutación en la realidad, que toda transformación -en tanto plantea por sí misma una nueva situación- suele suscitar una explicable oposición3.

Es este un dato a tener en cuenta si se piensa que la irrupción del Opus Dei en el magno escenario del cristianismo, y específicamente en el marco de la Iglesia católica, se inscribe (y ha supuesto un giro que en cierto modo se podría denominar copernicano) en la forma de entender aspectos importantes del mensaje cristiano, tal como ha sido la experiencia de la praxis de la propia comunidad eclesial a lo largo y a lo ancho de muchos siglos. Dicha situación generó incertidumbres y oposiciones en la medida en que la novedad del Opus Dei se enfrentaba a modalidades, costumbres y formas de pensar de hondo arraigo en la cultura de la sociedad que lo vio nacer.

El núcleo central de la nueva visión que esta prelatura personal introdujo como un aporte propio al amplio panorama de la espiritualidad cristiana, aunque no se reduce a este solo punto, parte de la llamada universal a la santidad, que recién cuarenta años después de su aparición el Concilio Vaticano II reconoció como una enseñanza oficial de la Iglesia4.

Una nueva herejía

En este escenario, no resulta extraño por lo tanto que muy pronto las acusaciones comenzaran a llover sobre la cabeza del propio fundador de la obra, pero también sobre sus miembros, teniendo en cuenta además un marco tan singular como el proporcionado por una sociedad demasiado sujeta al canon tradicional como era la española de las primeras décadas del siglo pasado, rayana a menudo en formas que según las lecturas actuales bien podrían asociarse con el integrismo.

El primero de los cargos adjudicados al Opus Dei fue el de herejía o sea de conformar una sociedad herética5 y por lo dicho se comprende que este dato entrañara una acusación doblemente grave, a nivel religioso o eclesial como secular o social, es decir, no sólo en su dimensión teológico-canónica, sino en el hecho de que ellos eran articulados en una sociedad fuertemente transida de valores religiosos.

Religión y política como una unidad

Este era el caso de la cultura española de esos años, donde después de una guerra civil que había desangrado al país y lo había partido en dos, el valor unidad adquiría una fuerza superlativa como custodio de la homogeneidad.

La concepción unitaria de algunos pensadores como Ramiro de Maeztu, inventor del mito político de la Hispanidad, sostenía que la eficacia de la civilización dependía de la perfecta compenetración de los poderes espiritual y temporal como una originalidad característica de España ante el mundo. Según Eugenio Montes, otro de los ideólogos de la corriente, España era la novia de Cristo. El franquismo, al mismo tiempo, se presentaba como la quintaesencia de la España católica.

De este modo, puede advertirse que, en tales condiciones, la oposición al gobierno era interpretada como un cuestionamiento que atentaba a los fundamentos de la autoridad legítima, y como tal juzgada como un pecado de acuerdo a la moral cristiana, mucho más tratándose de un régimen confesional en el que las pesetas (monedas representativas de la soberanía nacional) exhibían la efigie de Francisco Franco recortada bajo una consigna de autoasumido y reconocible acento teocrático: “Caudillo de España por la gracia de Dios”.

Una secta judaica

Igualmente se acusaría al Opus Dei en esos primeros tramos de su existencia de estar organizado como una sociedad secreta y de encarnar una suerte de masonería blanca de factura judaica, todo lo cual apuntaba a desacreditarlo como un grupo subversivo respecto de un poder político autoritario.

Otra muestra indiciaria de la campaña emprendida contra el Opus Dei en relación con el judaísmo aparece bajo la acusación de que en una residencia donde vivían miembros de la Obra se habrían encontrado signos cabalísticos. El condimento no podía ser más atractivo para mentes afiebradas como las que suele ser habitual reconocer en ambientes conspiracionistas, pero por su naturaleza disparatada se desvaneció rápidamente como un fuego de artificio.

Todos estos acontecimientos configuraron lo que san Josemaría denominaría “la contradicción de los buenos”, que sería promovida incluso desde los confesionarios y los púlpitos llevando -aunque seguramente sin proponérselo- una cierta intranquilidad a muchos padres y madres cristianos, cuyos hijos participaban de la labor apostólica de Escrivá, y que por su misma situación fundacional era absolutamente desconocida por ellos.

En esta misma línea se ha mencionado la existencia de Socoin, cuyo nombre designa una iniciativa de san Josemaría en los albores fundacionales y expresa en forma de sigla la denominación de una sociedad de cooperación o colaboración intelectual. La sigla fue identificada con Socoim, una denominación atribuida a una antigua secta de judíos asesinos6.

Las denuncias no se limitaron al radio local, sino que llegaron nada menos que al Santo Oficio, en Roma, un tribunal entonces especialmente severo y celoso de sus funciones, aunque nada de eso prosperó a partir de su propia inconsistencia7. Sin embargo, las insidias continuarían largo tiempo, sin que ninguna de ellas alterara el buen espíritu del fundador ni el de sus hijos espirituales. Aunque de modo muy reducido, aun hoy se identifica a la obra de san Josemaría como Opus Judei para indicar su carácter judaizante.

Fuego cruzado

Posteriormente predominó la acusación inversa, en el sentido de que al cabo de unos años comenzó un nuevo estadio de la construcción del mito mediante la pretensión de vincular políticamente al Opus Dei (presentado como una poderosa organización conservadora) al régimen franquista, cuando éste comenzaba a declinar lánguidamente hacia su extinción.

La referencia a un mítico poder económico del Opus Dei8 aparece también como una nueva edición modernizada de la antigua vinculación adjudicada por el prejuicio popular al judaísmo con las tramas financieras, atribuyéndole siempre un carácter perverso.

Es verdad que hay tratamientos en los medios informativos que claramente se perciben como un mero producto de la ignorancia, pero en otros casos no es así en absoluto. En los años ochenta volvería a desatarse una campaña de fuerte tono desacreditante, mediante denuncias políticas e incluso judiciales, esta vez de carácter internacional, en diversos países europeos como Alemania, Bélgica e Italia, ahora impulsada por el humanismo secular9.

De este modo ha sido relativamente común encontrar en muchas personas, católicas o no, las más de las veces de buena fe, la creencia de que el Opus Dei constituye un grupo español (aunque con una extensión internacional) de carácter político, conformado según una orientación católica y autoritaria, que pese a esa proclamada filiación, se enfrentó más de una vez con la jerarquía eclesiástica cuando consideró que ésta contradecía sus intereses ideológicos.

De otra parte, también debe advertirse que en gran medida ella proviene de la firmeza y la hondura con que los fieles de la prelatura han asumido el modo de vivir la propia fe con todas sus consecuencias, algo que no puede dejar de resultar llamativo o extraño, y en todo caso incomprensible en una cultura relativista.

Es esta configuración ultraderechista del Opus Dei en el imaginario social, la que precisamente la ha llevado en ocasiones a trasladar o asociar el antisemitismo que suele ser una regla en esos ambientes extremosos, a la prelatura o a los fieles que a ella pertenecen. La ecuación ultraderecha=Opus Dei=antisemitismo tiene de este modo una efectiva vigencia sobre todo en el conocimiento vulgar en nuestros días.

El espíritu del fundador

Sobre el fundador del Opus Dei y su actitud en las circunstancias políticas de su tiempo puede arrojar una luz conocer algunos datos de la realidad. Una idea y un espíritu que se recoge en sus dichos y escritos desde los primeros tiempos, es la convicción de que su fundación espiritual no se inspiraba en un motivo circunstancial, sino que configuraba una labor apostólica universal que, sin ignorarlos, trascendía los problemas concretos de su tiempo.

Del mismo modo, el fundador siempre supo evitar cuidadosamente toda identificación de su persona o de su obra con un color político o un interés determinado. Con ello resguardaba la naturaleza eminentemente espiritual de una institución religiosa de carácter sobrenatural, y por lo tanto ajena a cualquier bandería política. Esto era producto de un corazón universal abierto a todos.

Si bien algunas opiniones sostuvieron que el fundador debió evitar la participación de miembros de la prelatura en gobiernos autoritarios como lo era el franquismo y también en las dictaduras latinoamericanas, sugestivamente Escrivá nunca mostraría ningún interés en dictar una regla en estos casos y prefirió atenerse en cambio al canon general de la libertad, considerando sobre todo que donde no había condenas explícitas por parte de la autoridad eclesiástica, encargada por derecho propio en todo caso del asunto en virtud de su propia jurisdicción, tampoco le correspondía a él imponerlas. De hecho, los obispos españoles que constituyen la autoridad legítima en esta materia nunca censuraron la participación de los fieles en el gobierno franquista, antes bien todo lo contrario.

En esta materia como en las otras, Mons. Escrivá de Balaguer tuvo el criterio de atenerse fielmente a la doctrina de la Iglesia, y actuar en consecuencia, como lo haría exactamente cualquier otro fiel cristiano. Se puede advertir en este punto la delicadeza de san Josemaría sobre el respeto a la persona y a su libertad.

De un modo silencioso que no entraba en litigio, pero sí en un contraste con la sensibilidad predominante en el episcopado local hasta que se produjo la crisis sobrevenida con el régimen10, la de Escrivá de Balaguer fue siempre una actitud claramente identificada con la autonomía de lo temporal y el principio de laicidad, que se expresaría magisterialmente mucho después, con el nuevo espíritu que se respiraba en los aires conciliares.

El antisemitismo

Es un hecho que los judíos eran, en la mentalidad común del católico español de los primeros tramos del siglo pasado, quienes ejercían el dominio del mundo moviendo como un titiritero desde la trastienda los hilos de la humanidad. Esta pretensión se concreta a través del liderazgo en las dos grandes corrientes ideológicas, ambas enemigas de la Iglesia católica y que actuaban de consuno en ese cometido: el capitalismo y el comunismo. Esto explica la gravedad de la acusación que pretendía involucrar al Opus Dei en esta historia y en este esquema perverso.

Ante este panorama, ¡qué distinta fue la actitud de san Josemaría! Es evidente que el fundador nunca otorgó demasiada importancia esas habladurías. Cuando en el gobierno español y en gran parte de la sociedad, incluso en alguna porción de Iglesia se miraba con simpatía el régimen alemán (y hasta se hacía gala del carácter totalitario del régimen), Escrivá no escatimó esfuerzos para difundir la condena del magisterio. No sólo el totalitarismo fue objeto de su crítica, sino que lo fueron las discriminaciones, y no únicamente a los católicos, como era el estilo propio de la época, también las dirigidas a los hebreos11.

Amor a la libertad

Muy otro será el espíritu de Josemaría Escrivá de Balaguer, que supo infundir en el Opus Dei y en sus apostolados. El Opus Dei fue la primera institución de la Iglesia católica en aceptar como cooperadores a no católicos, no solamente a cristianos de otras confesiones sino también a judíos. Esto constituía un hecho inédito en la historia de la Iglesia y costó un cierto esfuerzo convencer a las autoridades de la Santa sede para que aprobaran dicha iniciativa.

El diálogo ecuménico e interreligioso no era para Escrivá sin embargo una invitación al relativismo, distinguiendo siempre entre la persona y el error. Su rechazo del error era correlativo al respeto por la persona. Defendía siempre la libertad de cualquier ser humano, también la de equivocarse, del mismo modo que no se callaba en su deber de señalar el mal. Esta ha sido siempre una característica de los grandes santos.

En las residencias universitarias que promovió y atiende el Opus Dei en todo el mundo, desde Guatemala a Japón, siempre se ha vivido como una nota distintiva un ambiente de amor a la libertad en el respeto a todos y es significativo el dato de que no se trata de algo declamatorio, por cuanto en ellas conviven estudiantes y profesores de las más variadas etnias, ideologías y religiones.

Testimonios

Aunque podría pensarse que las acusaciones de criptojudaismo corresponden a una sociedad prejuiciosa hacia el pueblo judío como lo era la española de la primera mitad del siglo pasado, los brotes antisemitas se han renovado en el tiempo también en el seno del catolicismo y es ésta la causa que explica que aún hoy sea posible encontrar invectivas contra el Opus Dei y su fundador bajo este rubro.

Esta realidad ha provocado dolor y rechazo a quienes conocen al Opus Dei y no sólo afectó a los miembros de la Obra, sino también a los propios judíos, como el rabino León Klenicki, un precursor del diálogo entre la Iglesia católica y el judaísmo a nivel mundial. Cuando murió Alvaro del Portillo, el sucesor de san Josemaría, Klenicki envió desde New York a Roma sus sentidas condolencias en compañía del rabino David Rosen, director de B’nai Brith y de Lisa Palmieri Billig, su representante en Italia12. Shmuel Hadas, quien fue el primer embajador del Estado de Israel ante España y ante la Santa Sede, deseaba que el Opus Dei fuera más conocido en el seno del judaísmo para que se comprendiera mejor su verdadera identidad, tan alejada del imaginario que suele ser el admitido como auténtico incluso entre los judíos13. Muchos hebreos han admirado la personalidad humana y sobrenatural de san Josemaría Escrivá de Balaguer, como el célebre neuropsiquiatra vienés Viktor Frankl.

Cuando en una multitudinaria reunión en Caracas en el año 1975, muy poco tiempo antes de morir, san Josemaría fue abordado por un barbado judío, su definición no pudo ser más clara, siempre teológicamente fundada: “Yo amo mucho a los hebreos porque amo mucho a Jesucristo -¡con locura!-, que es hebreo. No digo era sino es: Christo Iesus, heri et hodie, ipse et in saecula. Jesucristo sigue viviendo, y es hebreo como tú. El segundo amor de mi vida es una hebrea, María Santísima, Madre de Jesucristo. De modo que te veo con cariño”14. Una escena similar (y no sería tampoco la única) había tenido lugar el año anterior en Santiago de Chile, esta vez en diálogo con una joven judía que quería convertirse al cristianismo. El director de cine Roland Joffé se decidió a dirigir una película sobre el fundador del Opus Dei después de escuchar y ver que en esta ocasión el padre le aconsejaba a la joven niña ser una buena hija de sus padres para ser una buena hija de Dios.

No solamente los judíos pudieron ser cooperadores de una institución católica a partir del Opus Dei, sino que es un hecho que la Obra ha acogido también vocaciones de las más diversas etnias, países, culturas y tradiciones, también la judía, como es entre otros el caso de Hilary Schlesinger, de nacionalidad inglesa pero origen judío, y en Argentina de Anita Schuster, que tradujo al hebreo Camino, el primer libro de Escrivá de Balaguer que se constituyó en un clásico de espiritualidad. En una carta al diario “La Nación”, Ana relata finalmente cómo “Monseñor Escrivá elogió mucho las virtudes de mi pueblo y me repitió varias veces que debía querer mucho a los míos”.

En otra carta similar dirigida al mismo diario, Pablo Gru expresa también su asombro y profundo dolor ante una versión sobre presuntas manifestaciones antisemitas de parte de Escrivá de Balaguer15. El remitente se presenta así: “soy de raza judía, hijo de padres judíos, y toda mi familia es judía” y brinda su testimonio personal afirmando que fue recibido con los brazos abiertos en el Opus Dei, al cual pertenecía desde hacía doce años (al momento de escribir la carta).

Una mujer miembro de la Asociación de Amistad Judeo Cristiana, quien aclaró que no pertenecía al Opus Dei, respondió en una sinagoga madrileña el interrogante formulado por una participante en el sentido de que porqué el Opus Dei perseguía a los judíos. Ella dijo simplemente en medio de aplausos que no solamente el Opus Dei no perseguía a los judíos, sino que tenía cooperadores judíos.

En 1941, después de un estancia en Alemania y durante un viaje en tren con Escrivá, a Domingo Díaz Ambrona le llamó la atención el detallado y preciso conocimiento que el fundador tenía de la delicada situación de los católicos alemanes, así como su amor a la libertad. Su testimonio da cuenta también de que no era frecuente encontrar en esa época en España personas que advirtieran con tanta claridad -incluso en el propio clero- la raíz anticristiana de la filosofía nazi16.

Una experiencia reiterada en el tiempo muestra que muchos judíos valoran y aprecian al Opus Dei y colaboran en sus apostolados siempre dirigidos a mejorar las condiciones de la existencia humana en el mundo. El rabino Angel Kreiman Brill Z’L fue también un entusiasta cooperador del Opus Dei y construyó puentes de unión entre judaísmo y cristianismo.

En un congreso similar realizado en Roma con motivo de la beatificación del fundador, el rabino Kreiman presentó otra ponencia sobre la santidad del trabajo en el judaísmo y en el cristianismo, con particular referencia a las enseñanzas de San Josemaría. En un congreso internacional sobre culturas y racionalidad celebrado en 2004 en la Universidad de Navarra, otra obra corporativa de la prelatura, Kreiman subrayó la necesidad de fundar la renovación del pensamiento antropológico sobre la ley natural.

La Universidad de Navarra otorgó al jurista Joseph Weiler, de origen judío, un doctorado Honoris Causa. Weiler está considerado una personalidad de prestigio mundial en los estudios sobre la integración europea. Otras actividades similares han sido organizadas en centros del Opus Dei en los últimos años, con especial referencia al judaísmo.

A fines de 2016 tuvo lugar en la sede de Saxum International Foundation, una obra apostólica promovida por el Opus Dei en Israel, una reunión internacional con la participación de más de cuatro centenares de personas provenientes de cinco continentes. Con el nombre de Holy Land Dialogues este encuentro comenzó un nuevo camino de diálogo para promover el mutuo conocimiento entre personas de distintas religiones. Uno de los principales temas tratados fue el impacto del pensamiento judeocristiano en la cultura.

La identidad que marca a fuego a un judío no ha impedido sin embargo, al contrario, que sobre todo después del duro trance de la Shoah, se produzca un nuevo modo de relacionamiento entre judíos y cristianos. El Opus Dei también posee una identidad propia a la que le es intrínseco un talante igualmente dialogante, y camina en esa idéntica dirección, cuyo destino sólo conoce el mismo Dios que cobija a ambos en un común designio amoroso.

Notas

1 Una detallada explicación de la prelatura, de su historia y carisma puede consultarse en una bibliografía abundante. Cfr. Pedro RODRIGUEZ-Fernando OCARIZ-José Luis ILLANES, El Opus Dei en la Iglesia. Introducción eclesiológica a la vida y el apostolado del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1993; Amadeo DE FUENMAYOR-Valentín GOMEZ-IGLESIAS-José Luis ILLANES, El itinerario jurídico del Opus Dei: Historia y defensa de un carisma, Eunsa, Pamplona, 1989; Andrés VAZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp Madrid, (3 vols.: 1997, 2002, 2003) y Josemaría ESCRIVA DE BALAGUER, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1968.

2 CFR. Jaume AURELL, La formación del relato sobre el Opus Dei, en “ Studia et Documenta”, 6, 2012 y https://www.isje.org/setd/2012/Aurell-SetD-6-2012.... (Consulta el 10-II-17)

3 Cfr. Josemaría ESCRIVA DE BALAGUER, Camino. Edición crítico-histórica preparada por Pedro Rodríguez, 2ª ed. corregida, Rialp, Madrid, 2002, 789. Sobre estas contradicciones sufridas por el fundador, cfr. Pilar URBANO, El hombre de Villa Tevere. Los días romanos de Josemaría Escrivá, Plaza y Janés, 4ª ed., Barcelona, 1995, 106 y ss.

4 No obstante haberse cumplido largamente más de medio siglo del concilio, sin embargo este concepto todavía no ha sido asimilado en los hechos por gran parte del propio clero católico.

5 La herejía es la negación de una verdad de fe y el carácter de hereje podía representar la expulsión de la Iglesia. Una de las herejías relacionadas con el judaísmo es el marcionismo, que establece una disociación entre los dos testamentos, o sea separa como opuestos al Dios Creador del Antiguo Testamento (así llamado el primero por los católicos, es decir, Yahvé), del Dios verdadero, el padre capaz de encarnar a un hijo hombre, Cristo, conforme al Nuevo Testamento.

6 Cfr. La oposición de la Falange (Consultado el 6-II-17).

7 Cfr. Salvador BERNAL, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Rialp, 2ª ed., Madrid, 1976, 248.

8 En algunos ambientes la imagen del Opus Dei aparece dibujada como una canonización del capitalismo. Esta unión asociativa del dinero con el Opus Dei podría explicar también en parte la animadversión que contra la prelatura se ha instalado en algunos ambientes sociales, del mismo modo que el ejercicio del préstamo a interés llevó a la fama de usureros a los judíos, un estigma que aún hoy todavía subsiste.

9 Cfr. Jaime MEDINA BAYO, Alvaro del Portillo, Un hombre fiel, Logos, 2ª ed., Rosario, 2005, 573.
10 En efecto, fue recién a partir del Concilio Vaticano II y en el periodo que se conoce como el tardofranquismo que la Iglesia en España delineó una actitud independiente del poder político, pero cuando hubo quienes desde la jerarquía eclesiástica pretendieron que el Opus Dei promoviera una fuerza partidaria, de un modo coherente con la naturaleza religiosa de la prelatura, Escrivá se opuso a ello y dibujó con sus palabras pero también con sus actos un signo de autonomía ante la política. Cfr. John ALLEN, Opus Dei. Una visión objetiva de la realidad y los mitos de la fuerza más polémica dentro de la Iglesia católica, Planeta, Barcelona, 2006, 245.

11 El conocimiento de esta precisión se debe a Alvaro del Portillo, calificado y privilegiado testigo de la vida de san Josemaría. Cfr. Alvaro DEL PORTILLO, Entrevista sobre el fundador del Opus Dei. Realizada por Cesare Cavallieri, 6ª ed., Rialp, Madrid, 1992, 35.

12 Cfr. Salvador BERNAL, Recuerdo de Alvaro del Portillo. Prelado del Opus Dei, Rialp, Madrid, 2012.

13 Tanto Klenicki como Hadas, ambos fallecidos, conocieron muy bien el Opus Dei, cultivaron relaciones de fraterna amistad con sus autoridades y trataron frecuentemente a sus miembros, participaron de diversas actividades académicas de universidades de la prelatura y profesaron un profundo amor por Monseñor Escrivá y su obra.

14 Cfr. Salvador BERNAL, op. cit., 263.

15 Como parte de esta ya larga historia, y en un posible intento de entorpecer la beatificación de Escrivá de Balaguer, la revista Newsweek había publicado un artículo, acusando de hitlerismo al fundador y de haber aprobado el holocausto. El entonces prelado del Opus Dei, Álvaro del Portillo, se entrevistó de inmediato con representantes de la embajada de Israel en Italia (aun no existía la embajada ante la Santa Sede, abierta por Shmuel Hadas) y con otras autoridades de la colectividad. Cfr. Miguel CASTELLVI, Un ex sacerdote del Opus Dei afirma que monseñor Escrivá era pronazi, en “ABC”, 8-I-92,48.

16 Cfr. Andrés VAZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, II, cit., 393-394.

Más información

Palabras de San Josemaría sobre el pueblo judío

Testimonios de algunos judíos sobre San Josemaría