Fracaso del negocio y proceso judicial

«Les escribo para relatar un favor que creo que Dios ha concedido a mi familia por la intercesión del beato Álvaro». Así comienza una historia de crisis económica, fraude, cárcel y...

Les escribo para relatar un favor que creo que Dios ha concedido a mi familia por la intercesión del beato Álvaro. Después siguieron otros favores, por eso mi demora en escribir.

El primer favor tiene que ver con un asunto muy delicado. Deseo reconocer este favor, con gran agradecimiento a Dios y al beato Álvaro. Durante muchos años un pariente mío dirigía una pequeña empresa que funcionaba con bastante éxito. Sin embargo, cuando sobrevino la crisis económica, las cosas cambiaron bastante. Mi pariente lo pasó mal, intentando mantener la empresa y conseguir ingresos, para sacar adelante a su familia y mantener el trabajo de los empleados.

Hace tres años se hundió el negocio y mi pariente acabó en bancarrota. Incluso las cosas empeoraron y, al final, fue arrestado por fraude

El resultado fue que, más o menos hace tres años, se hundió el negocio y mi pariente acabó en bancarrota. Incluso las cosas empeoraron y, al final, fue arrestado por fraude. Como se pueden imaginar, su esposa quedó devastada.

Estos últimos años han sido un tiempo de gran estrés para los dos y para sus hijos y parientes, aguardando que la ley llevara su curso y preguntándose si todo acabaría con una sentencia de encarcelamiento. Desde el primer momento, confié el asunto al beato Álvaro, rezando la oración de la estampa todos los días. Cuando se vio que era casi seguro que le sentenciarían a la cárcel, pedí al beato Álvaro que le consiguiera “la sentencia más leve posible”.

Él se declaró culpable. Cuando llegó el día de dictar sentencia, acompañé a la familia al tribunal. Fue una experiencia en la que ninguno habíamos imaginado encontrarnos jamás. No querría repetirla nunca. Las cosas no empezaron bien. El juez estaba de mal humor. Varias veces contradijo y corrigió al abogado de la defensa. Hubo mención de una sentencia de varios años. Luego el juez se retiró para leer unas cartas, testificando la buena reputación de mi pariente, y llegar a su decisión.

Al volver, el juez empezó subrayando la gravedad del crimen y la cantidad de dinero en cuestión. Pero la expresión en su cara era muy distinta

Al volver, el juez empezó subrayando la gravedad del crimen y la cantidad de dinero en cuestión. Pero la expresión en su cara era muy distinta. Reconoció las dificultades presentadas por la situación económica y habló de la buena fama que hasta entonces había tenido mi pariente. Concluyó diciendo: “Mi intención por tanto es imponer la sentencia más leve posible”.

Algunos podrían pensar que fue una coincidencia que hubiera empleado exactamente la misma frase que yo había dirigido al beato Álvaro. Pero yo no.

No es fácil encontrar empleo cuando se ha estado en la cárcel. Pero poco después de su vuelta a casa, el beato Álvaro le consiguió un empleo, por el que yo había rezado

El tiempo en la cárcel fue, como se puede imaginar, un tiempo difícil para todos. Pero no faltaron las gracias, que agradecí al beato Álvaro. Yo seguí rezando la estampa cada día.

No es fácil encontrar empleo cuando se ha estado en la cárcel. Pero poco después de su vuelta a casa, el beato Álvaro le consiguió un empleo, por el que yo había rezado. Y hace una semana, el beato Álvaro obtuvo la misma gracia para su mujer.

Dios es bueno. Y el beato Álvaro también lo ha sido y continúa siéndolo.

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