
La fuerza del fermento
Cuando luchamos por hacer bien nuestro trabajo a los ojos de Dios, por hacerlo santo, estamos mejorando el mundo, porque introducimos en él la Caridad. Este editorial explica cómo así el trabajo se convierte en fermento.
"Sueño con muchedumbres de hijos de Dios, santificándose en su vida de ciudadanos corrientes, compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás criaturas".(San Josemaría)
Cuando luchamos por hacer bien nuestro trabajo a los ojos de Dios, por hacerlo santo, estamos mejorando el mundo, porque introducimos en él la Caridad. Este editorial explica cómo así el trabajo se convierte en fermento.
Murmurar, criticar o difundir rumores puede ser ocasión para faltar gravemente a la caridad. Este editorial se hace eco de la invitación de Papa Francisco para no hablar el "idioma de la hipocresía".
Necesitamos más fe, más esperanza, más caridad, asegura Mons. Álvaro del Portillo.
Mons. Álvaro del Portillo: "Un hijo de Dios tiene que estar preocupado por amar a todos los demás, por comprender a todos, por querer a todos".
Más que en "dar", la caridad está en "comprender". —Por eso busca una excusa para tu prójimo —las hay siempre—, si tienes el deber de juzgar.
Por todos los caminos honestos de la tierra quiere el Señor a sus hijos, echando la semilla de la comprensión, del perdón, de la convivencia, de la caridad, de la paz. —Tú, ¿qué haces?
También en esos sectores puede dar la mujer una valiosa contribución, como persona, y siempre con las peculiaridades de su condición femenina; y lo hará así en la medida en que esté humana y profesionalmente preparada.
Si queremos ayudar a los demás, hemos de amarles con un amor que sea comprensión y entrega, afecto y voluntaria humildad. Así entenderemos por qué el Señor decidió resumir toda la Ley en ese doble mandamiento: el amor a Dios y el amor al prójimo, con todo nuestro corazón.
¡Es una cosa de primera importancia el trabajo en el hogar! Por lo demás, todos los trabajos pueden tener la misma calidad sobrenatural: no hay tareas grandes o pequeñas; todas son grandes, si se hacen por amor.
La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad.
Perfecto Dios y perfecto hombre, Señor de cielos y tierra, se nos ofrece como sustento, del modo más natural y ordinario. Así espera nuestro amor, desde hace casi dos mil años. Es mucho tiempo y no es mucho tiempo: porque, cuando hay amor, los días vuelan.
Has de procurar que, donde estés, haya ese "buen humor" —esa alegría—, que es fruto de la vida interior.