Un Caleño entre los nuevos diáconos

Carlos Aníbal Valencia Ospina ha sido uno de los fieles del Opus Dei a los que Mons.Javier Echevarría ha conferido la ordenación diaconal. Ofrecemos una entrevista

¿Por qué decidió ser sacerdote?, ¿Cuál es la mejor ayuda de los católicos a los sacerdotes?

Para decir la verdad, nunca se me había pasado por la cabeza. Yo lo que realmente decidí fue entregarle toda mi vida a Dios, luchando por buscar la santidad en medio de mis ocupaciones habituales (en ese entonces un estudiante de grado 11 de un colegio caleño), y procurando acercar a todos mis amigos y familiares a Dios, como enseña el espíritu del Opus Dei: santidad y apostolado en medio del mundo.

Poco a poco, esa entrega que un día le hice a Dios fue madurando y concretándose a través de las actividades que realizaba (como todo en la vida), hasta que un día Dios mismo, por medio de los directores de la Obra (como le decimos cariñosamente al Opus Dei), me planteó la posibilidad de venir a Roma a continuar los estudios teológicos que ya había empezado en Colombia, y a formarme en el espíritu del Opus Dei directamente de los labios del Padre (así le llamamos en la Obra al Prelado). A mediados de este año, cuando estaba culminando los estudios, el Padre me preguntó si estaba dispuesto a ordenarme sacerdote; después de mi respuesta afirmativa, me comunicaron la fecha en la que sería la ordenación. Desde ese momento, comencé a darle muchas gracias a Dios por ese gran don que me otorgaba.

La mejor ayuda de los católicos a los sacerdotes consiste en rezar por ellos. Rezar de verdad, y mucho, porque tienen la responsabilidad de ser santos y mostrarse como un ejemplo verdadero y atractivo para todos los demás.

¿Cómo cambiará su vida después de la ordenación como Diácono y, más adelante, como Presbítero?

El cambio más llamativo consiste en “la pinta”; eso de dejar el saco, la corbata y los jeans por la sotana y el clergyman, es un cambio bastante impactante. La lucha por buscar la santidad y por hacer apostolado, que decidí tomarme en serio cuando le entregué mi vida a Dios, continúa de la misma manera, pero ahora a través del cumplimiento de los deberes del ministerio diaconal. Después de la ordenación del pasado 29 de octubre, comenzaré a aprender y a prepararme para lo que realizaré, con la gracia de Dios, por el resto de mi vida: predicar la Palabra de Dios y administrar los sacramentos, de manera especial la Eucaristía y la Confesión.

¿Qué significa ser sacerdote en el Opus Dei?

Yo diría que ser sacerdote, en cualquier parte, es siempre un servicio. Esa es la identidad de todo sacerdote: un ministro, un siervo, un servidor. El mismo Romano Pontífice se llama a sí mismo, como título que le pertenece, “Siervo de los siervos de Dios”. Para eso se ordena el sacerdote, para servir a Dios, y por Dios, a todas las almas, sin ninguna distinción.

Dentro del Opus Dei, el Padre nos insiste que nos ordenamos para servir, en primer, lugar a nuestras hermanas y a nuestros hermanos en la prelatura, y que, de manera especial los sacerdotes, tenemos esa gran obligación que tanto le gustaba recordar a San Josemaría: “poner el corazón en el suelo para que todos los demás pisen blando”.

¿Qué comentan sus amigos y su familia sobre la próxima Ordenación sacerdotal?

La gente está muy contenta y se dan cuenta del inmenso regalo que Dios me ha hecho. Hace poco me escribía un amigo, al que años atrás tuve la oportunidad de darle clases de matemáticas: “Aníbal, sé que el 29 de octubre te conviertes (no sé cómo decirlo) en un diácono, en un servidor del Señor… ofrecí la Misa por ti, para que te vaya muy bien en esta nueva vida en la que te has encaminado”.

¿Cómo era su vida antes de atender este llamado al sacerdocio?

Mi vida era normal. Es decir, después de haber decido entregarle mi vida a Dios, terminé mi último año de colegio e inmediatamente presté el servicio militar como Auxiliar de Policía en Cali. Al culminar el servicio militar, me fui a vivir a Medellín, donde cursé la carrera de ingeniería forestal en la Universidad Nacional. Durante esos años, procuraba buscar la santidad en el día a día, ofreciéndole a Dios esa preparación profesional, e intentando ayudar a todos mis amigos y compañeros de carrera. Fueron años de mucho estudio y grandes aventuras, con la ilusión y la “sana rebeldía” que suele caracterizar a los jóvenes universitarios.

Terminada la universidad, tuve la oportunidad de trabajar en el Gimnasio Los Alcázares. Fueron uno años maravillosos, en donde conocí mucha gente e hice grandes amigos, con los que todavía sigo en contacto. Durante mi trabajo en Alcázares, pude orientar a varios estudiantes en su proyecto personal de vida y transmitirles algunos conocimientos de matemáticas y de botánica, ¡una de mis grandes pasiones, como ingeniero forestal que soy! Cuando me encontraba haciendo averiguaciones en la Universidad de Antioquia y en el Jardín Botánico de Medellín, en aras de poder comenzar una maestría y un posible doctorado en botánica, los directores de la Obra me plantearon la posibilidad de trasladarme a Roma para continuar mis estudios de teología, como hace un momento mencioné.

En septiembre de 2011 llegué a Roma. Estos últimos cinco años han sido años estupendos, en los que he podido estar cerca del Papa y captar la universalidad de la Iglesia; he podido rezar ante los restos mortales de San Juan Pablo II, de San Josemaría y del Beato Álvaro del Portillo; he podido convivir con personas del Opus Dei de muchos países y culturas distintas, y he podido recibir el espíritu de la Obra a través de los labios y el ejemplo de vida del Padre. En todos estos años he procurado luchar por buscar la santidad en los estudios que iba realizando y en la formación que iba recibiendo, de la misma manera como empecé a hacerlo el día que le entregué mi vida a Dios.

Pienso que de todas estas cosas se ha valido Dios para llamarme, ahora al diaconado, y luego al sacerdocio.