“Nada es difícil para el que quiere, para el que ama", el Prelado en la Universidad de La Sabana

Horas antes de despedirse de Colombia, el Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, les pidió a los 7 mil asistentes a la reunión en la Universidad de La Sabana no escatimar esfuerzos para el amor.

Horas antes de despedirse de Colombia, el Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, les pidió a los 7 mil asistentes a la reunión en la Universidad de La Sabana no escatimar esfuerzos para el amor.

Amor por la Iglesia, por el Papa, la Virgen, el matrimonio, los hijos, los hermanos, los padres, los amigos. “En Colombia tenéis un gran corazón, por eso os digo, quereos mucho, que os queráis, que sea con el mismo amor de Jesucristo, como decía san Josemaría, porque nada es difícil para el que quiere, para el que ama”.

“La Obra de Dios se ha extendido por el mundo entero y este es uno de los setenta países donde se encuentra y despedirse es un momento difícil. Recuerdo cuando san Josemaría se despedía de un hijo suyo que tendría que irse a otro lugar, a iniciar una labor o a su trabajo, le decía que cuando fuera en el avión, rezara por la gente de aquellas nuevas tierras. Así será mi despedida: me llevaré a Colombia como presencia de Dios y me acordaré de cada uno y de cada una de vosotros porque me llevo vuestro cariño y sólo puedo deciros: gracias, gracias, gracias”, comentó al comienzo del encuentro.

Monseñor Javier Echevarría llegó al país el lunes 10 de agosto procedente de Santo Domingo y Trinidad y Tobago, donde también se reunió con un buen número de hijos suyos.

En un momento de la reunión, tuvo tiempo para bromear y recordar el buen humor de san Josemaría. “Le he dicho al Vicario que volveré, pero le pido que la próxima vez no sea a un lugar tan alto. Me acuerdo de san Josemaría en Quito, cuando se enfermó por estar allí, nos decía: “Es que ya no soy un hombre del alturas”.

Como en otras reuniones, también hubo preguntas y en esta oportunidad se le pidió consejos sobre el matrimonio, el noviazgo, la educación de los hijos, el sufrimiento, la Misa y hasta hubo tiempo para escuchar dos canciones.

Insistió que en el matrimonio y en el noviazgo no hay nada difícil. Además, porque la palabra difícil hay que desterrarla. Recordó como San Josemaría decía que la mejor experiencia matrimonial la vivió con sus padres a quienes nunca vio enojados y además, siempre los vio vestidos correctamente.

Con fuerza recalcó que el matrimonio es para toda la vida, porque el mismo Dios lo ha revelado, es una unidad que no se puede romper. “Mujeres y hombres debéis tener muchos detalles entre vosotros. Ella le puede decir, qué corbata tan bonita y él nunca se la va a querer quitar y él decirle, qué peinado más bonito y de seguro ella, lo va a repetir y se sentirá muy bien”, manifestó.

Comentó también que el sufrimiento es una comprobación para crecer en el amor, en la entrega. Contó como San Josemaría, en los últimos años de su vida sufría de insuficiencia pulmonar, renal y cardíaca y nunca se quejó y todo lo ofrecía a Dios.

Relató un sucedido en la vida de San Juan Pablo II: un día cuando iba a celebrar una misa, con la puerta de un carro se machucó y se dañó la uña perdió bastante sangre; sin embargo, no se quejó y celebró así la Misa. También recordó como en sus últimos años de la vida, a pesar de que se le caía la saliva, cumplía con todas sus obligaciones y decía que abriéramos las puertas a Jesucristo. A propósito recordó que en una oportunidad, san Josemaría fue a visitar a un discapacitado y después comentaba a los presentes que no nos damos cuenta que somos normales, que no le damos gracias a Dios por poder caminar, ver, hablar. “Todo es bueno para ofrecer a Dios”, concluyó ante la pregunta sobre el sufrimiento.

Recalcó que se debía amar a los padres y reseñó como en 1943, un muchacho de 16 años tenía una foto que se había tomado con san Josemaría y justo en ese momento, el papa Pio XII comentó que quería conocer a Monseñor Escrivá y le tuvieron que enviar ese retrato porque no había más, eran tiempos de guerra y no tenían dinero para una copia. En el dorso de la fotografía tenía un mensaje de san Josemaría a aquel joven que facilitó el retrato: “queréis mucho a vuestros padres”.

“Mi padre falleció antes de que supiera que yo me haría de la Obra y en 1968 cuando murió mi mamá, hacía tiempo que no le veía porque ella estaba en España y yo en Roma y san Josemaría me dijo, ahora la tenéis más cerca”.

Una joven le preguntó sobre la Santa Misa dominical y le recordó como es importante asistir cada domingo para agradecer a Dios, por estar allí presente, por permitirnos que ingrese a nuestros cuerpos, que nos dice que no hay amor sin sacrificios. Hay que vivir la Misa, insistió, con integridad, con intimidad y con amor.

Una joven le cantó el bambuco “El regreso” y el Padre, como cariñosamente le dicen en la Obra, leyó la letra que le entregaron para que fuera siguiendo la canción.

Agradeció con un Avemaría a todas las autoridades civiles, militares, administrativas, de la Universidad de La Sabana por estos siete días de su presencia en Colombia y comentó que para volver aún tenía que recorrer otros sesenta y nueve países.

Al acabar, un atronador aplauso se escuchó en la carpa que congregó a decenas de matrimonios que llegaron de distintas partes del país.