Misericordia y servicio

El Papa está teniendo algunas audiencias especiales con motivo del año de la misericordia. En la de marzo, titulada "Misericordia y servicio" recordaba que "el amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido".

El Papa está teniendo algunas audiencias especiales con motivo del año de la misericordia. En la de marzo, titulada "Misericordia y servicio" recordaba que "el amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido". Ofrecemos algunos textos de san Josemaría que pueden ser útiles para rezar sobre este tema.
Texto de la audiencia del 12 de marzo de 2016
Queridos hermanos y hermanas:
En el relato del Evangelio de San Juan, que hemos escuchado, Jesús, el Maestro, el Señor, lava los pies a sus discípulos, y les manda que hagan esto mismo entre ellos. Jesús enseña a sus discípulos que el servicio es el camino que deben recorrer si quieren vivir su fe en él y dar testimonio del amor. El lavatorio de los pies nos muestra el modo de actuar de Dios para con el hombre, no con palabras, sino con obras y en verdad. El amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido. Este se manifiesta también cuando ponemos a disposición de la comunidad los dones recibidos del Espíritu Santo, y cuando compartimos los bienes materiales para que nadie carezca de lo necesario. El compartir y la donación a los que lo necesitan es un estilo de vida, un camino de auténtica humanidad, que Dios sugiere incluso a muchos de los que no son cristianos. Por último, no olvidemos que la invitación a lavarnos recíprocamente los pies significa vivir en nuestra vida el mandamiento nuevo del amor, confesando mutuamente nuestras faltas, perdonándonos de corazón y rezando los unos por los otros.

Textos de san Josemaría para meditar
El Señor, lava los pies a sus discípulos, y les manda que hagan esto mismo entre ellos.
Ahora, en la Ultima Cena, Cristo ha preparado todo para despedirse de sus discípulos, mientras ellos se han enzarzado en una enésima contienda sobre quién de ese grupo escogido sería reputado el mayor. Jesús se levanta de la mesa y quítase sus vestidos, y habiendo tomado una toalla, se la ciñe. Echa después agua en un lebrillo y pónese a lavar los pies de los discípulos y a limpiárselos con la toalla que se había ceñido.
De nuevo ha predicado con el ejemplo, con las obras. Ante los discípulos, que discutían por motivos de soberbia y de vanagloria, Jesús se inclina y cumple gustosamente el oficio de siervo. Luego, cuando vuelve a la mesa, les comenta:¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, debéis también vosotros lavaros los pies uno al otro. A mí me conmueve esta delicadeza de nuestro Cristo. Porque no afirma: si yo me ocupo de esto, ¿cuánto más tendríais que realizar vosotros? Se coloca al mismo nivel, no coacciona: fustiga amorosamente la falta de generosidad de aquellos hombres.
Como a los primeros doce, también a nosotros el Señor puede insinuarnos y nos insinúa continuamente: "exemplum dedi vobis", os he dado ejemplo de humildad. Me he convertido en siervo, para que vosotros sepáis, con el corazón manso y humilde, servir a todos los hombres. Amigos de Dios, 103
Le dice Pedro: ¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies? Respondió Jesús: lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás después. Insiste Pedro: jamás me lavarás Tú los pies a mí. Replicó Jesús: si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Se rinde Simón Pedro: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.
Ante la llamada a un entregamiento total, completo, sin vacilaciones, muchas veces oponemos una falsa modestia, como la de Pedro... ¡Ojalá fuéramos también hombres de corazón, como el Apóstol!: Pedro no permite a nadie amar más que él a Jesús. Ese amor lleva a reaccionar así: ¡aquí estoy!, ¡lávame manos, cabeza, pies!, ¡purifícame del todo!, que yo quiero entregarme a Ti sin reservas. Surco, 266
El amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido
Dice el Señor: "Un mandato nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. En esto conocerán que sois mis discípulos".
—Y San Pablo: "Llevad unos la carga de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo".
—Yo no te digo nada. Camino, 385

"¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan"

Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes.
—¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios! Camino, 440
Si el Señor te ha dado una buena cualidad —o una habilidad—, no es solamente para que te deleites, o para que te pavonees, sino para desplegarla con caridad en servicio al prójimo.
—¿Y cuándo encontrarás mejor ocasión para servir que ahora, al convivir con tantas almas, que comparten tu mismo ideal? Camino, 422
Olvídate de ti mismo... Que tu ambición sea la de no vivir más que para tus hermanos, para las almas, para la Iglesia; en una palabra, para Dios. Surco, 630
Cuando te cueste prestar un favor, un servicio a una persona, piensa que es hija de Dios, recuerda que el Señor nos mandó amarnos los unos a los otros.
—Más aún: ahonda cotidianamente en este precepto evangélico; no te quedes en la superficie. Saca las consecuencias —bien fácil resulta—, y acomoda tu conducta de cada instante a esos requerimientos. Surco, 727
Que sepas, a diario y con generosidad, fastidiarte alegre y discretamente para servir y para hacer agradable la vida a los demás.
—Este modo de proceder es verdadera caridad de Jesucristo. Forja, 150
¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan. Forja, 368
Perdonándonos de corazón y rezando los unos por los otros.
Perdonar. ¡Perdonar con toda el alma y sin resquicio de rencor! Actitud siempre grande y fecunda.
—Ese fue el gesto de Cristo al ser enclavado en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, y de ahí vino tu salvación y la mía. Surco, 805
¡Con cuánta insistencia el Apóstol San Juan predicaba el mandatum novum! —"¡Que os améis los unos a los otros!"

"Acostúmbrate a encomendar a cada una de las personas que tratas a su Ángel Custodio, para que le ayude a ser buena y fiel, y alegre"

—Me pondría de rodillas, sin hacer comedia —me lo grita el corazón—, para pediros por amor de Dios que os queráis, que os ayudéis, que os deis la mano, que os sepáis perdonar.
—Por lo tanto, a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el auxilio de la oración y de la amistad sincera. Forja, 454
Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti. Camino, 452
Acostúmbrate a encomendar a cada una de las personas que tratas a su Ángel Custodio, para que le ayude a ser buena y fiel, y alegre; para que pueda recibir, a su tiempo, el eterno abrazo de Amor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo y de Santa María. Forja, 1012
Comunión de los Santos: bien la experimentó aquel joven ingeniero cuando afirmaba: “Padre, tal día, a tal hora, estaba usted pidiendo por mí”.
Esta es y será la primera ayuda fundamental que hemos de prestar a las almas: la oración. Surco, 472
“Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?”
Hube de aclararle que a todos nos sucede o nos ocurre algo en cualquier instante; y le añadí que, cuando falta la oración, “pasan y pesan más cosas” Surco, 479
Pide por todo el mundo, por los hombres de todas las razas y de todas las lenguas, y de todas las creencias; por los hombres que tienen una idea vaga de la religión, y por los que no conocen la fe.
—Y este afán de almas, que es prueba fiel y clara de que amamos a Jesús, hará que Jesús venga. Forja, 949