Cien por cien entregado a los demás

Obituario de D. Francisco Vives, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, escrito por Miguel Tauler Romero.

ABC Cien por cien entregado a los demás

Se incorporó al Opus Dei en 1949, mientras estudiaba en la Facultad de Derecho de Zaragoza. Desde entonces, puso su vida al servicio de Dios y de los demás: sus cualidades, su ciencia y competencia profesional, y toda su actividad.

Al finalizar los estudios universitarios, se trasladó a Roma: estudió Teología en la Universidad Lateranense y el 3 de octubre de 1954 fue ordenado sacerdote. Se doctoró en Derecho Canónico. Ejerció su labor sacerdotal en Bilbao como capellán del Colegio Gaztelueta, y, posteriormente, en Pamplona y Madrid.

En 1964 regresó a Roma para formar parte del Consejo General del Opus Dei. A esta tarea de servicio se dedicó durante muchos años con sencillez y entusiasmo. Se esmeró en secundar las orientaciones de san Josemaría y, después, las del beato Álvaro del Portillo y del actual prelado, monseñor Javier Echevarría. En esos años trabajó con empeño para impulsar numerosas iniciativas sociales y educativas que desarrollan las mujeres del Opus Dei en todo el mundo.

Andrés Vázquez de Prada, en su biografía sobre el fundador del Opus Dei, señala cómo Francisco Vives aprendió de san Josemaría la ciencia del buen gobierno: la colegialidad, el amor a la verdad y a la libertad, el respeto a las competencias de cada órgano de gobierno, etc. (cfr. Vázquez de Prada, tomo III, pág. 300).

Quienes le conocimos guardamos en la memoria gratos recuerdos de su amistad. Con frecuencia decía que «a la gente hay que escucharla, y luego animarla». Esta frase refleja lo que él mismo hacía con quienes tenía a su alrededor.

En la Ciudad Eterna trató a muchísimas personas, civiles y eclesiásticas, prestándoles siempre su ayuda como sacerdote y amigo. En los Abruzzi italianos, junto a la bella ciudad de L’Aquila, tuvo la ocasión de acompañar varias veces a san Juan Pablo II cuando necesitaba tomarse algún descanso, ya que en ese lugar el Papa podía hacerlo de forma discreta.

Tras sus largos años romanos regresó a Madrid en el año 2007. Desde entonces se ocupó, con ilusión, de atender espiritualmente a fieles de la prelatura del Opus Dei y a otras muchas personas que requerían sus servicios sacerdotales. Siempre estaba disponible para quien lo necesitara. Además de la celebración diaria de la santa misa, pasó muchas horas de confesonario, impartiendo el sacramento del perdón y la misericordia, también en una residencia de personas mayores y en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, cercana a su casa en Madrid.

El prelado del Opus Dei, al día siguiente de su fallecimiento, escribía: «Se nos ha marchado al Cielo un sacerdote y un hijo de Dios en el Opus Dei que se caracterizó siempre por su sentido positivo, que le llevaba a descubrir, en cualquier circunstancia, una ocasión propicia para tratar al Señor y crecerse ante las dificultades».

Como buen navarro, tierra a la que siempre se sintió unido, apreciaba mucho la naturaleza y el campo, de los que sabía disfrutar y ver en ellos un don de Dios para que el hombre los cuidara. Era muy amigo de sus amigos y un gran conversador, que sabía contar con gracia historias y anécdotas que conquistaban la amistad y el aprecio de quienes trataba y a quienes llevaba, delicadamente, a la amistad con Dios.