Erika Pardo, de la dirección de la Fundación Los Valles al Cielo

Se caracterizó por ser siempre una persona sonriente, con un profundo sentido de la amistad y fortaleza frente a las adversidades. Perteneció al Opus Dei como numeraria por más de 25 años partiendo a la casa del Padre el pasado 2 de abril.

Por Aurora Pachano

Hemos lamentado profundamente el fallecimiento de Erika Pardo, amiga y compañera, que ha partido a la casa del Padre el pasado 2 de abril. Erika, numeraría del Opus Dei desde hace más de 25 años, llegó en 2017 a Cali desde Medellín para acompañar a su padre que estaba enfermo y cuidar de su mamá.

Lo que había sido un viaje temporal se convirtió en residencia permanente luego de la muerte de su padre, Armando. Ante esto, Erika decidió renunciar a su trabajo en la Fundación EPM para cuidar de su madre. Su hermano, también llamado Armando, recordó con admiración en la Misa de su funeral, que ella hizo esta renuncia con alegría ya que “ahora se dedicaría a trabajar en lo que más le gustaba”, haciendo referencia a su interés de trabajar en la Fundación Los Valles, labor social que llevan adelante muchas personas, entre ellas algunas del Opus Dei en Cali. Esto respondía a su genuino deseo de promover el bien de los demás y a su generosidad.

Érika Pardo Tenorio

En enero de este año, Erika se contagió de coronavirus. Después de varias recaídas, hospitalizaciones en casa y en clínica, el 12 de febrero fue ingresada en el hospital nuevamente, y enfrentó estas difíciles circunstancias con su característico buen humor, al decirle a una amiga: “estoy haciendo una sobreinfección bacteriana por mi sistema inmune; aquí con Dante Aligueri sin poder llegar al purgatorio”.

Su hermano destacó en su funeral que a ella le gustaba darse gustos, viajar, pero también, dijo con admiración, que cuando Erika pidió la admisión al Opus Dei, decidió asumir una vida muy sobria. Recordó que Erika era muy buena amiga, estaba siempre sonriente y nunca dijo de nadie que le cayera mal. Siempre fue muy directa, hablaba con claridad y fortaleza, así como con delicadeza y cariño; era descomplicada y práctica; a todos dejaba siempre perplejos con su audacia para pedir donaciones, así como para aceptar todo lo que los otros estuvieran dispuestos a dar.

Desde la Fundación, su última aventura en esta tierra, la recuerdan por ese trabajo incansable y el legado que dejó.

Con su alegría de siempre, sus ideas permanentes y su confianza en el futuro, en el 2019 Erika asumió la dirección de la Fundación Los Valles, entidad que empezó su trabajo con familias desde 1994 en el Distrito de Aguablanca en Cali –localizada en el barrio Nueva Floresta de la comuna 12-, con la intención de promover la formación integral y la capacitación permanente de la mujer de escasos recursos.

Desde finales de 2019, la Fundación tuvo una reestructuración que venía consolidándose. La pandemia por coronavirus obligó a redefinir nuevamente su forma de trabajar y de llegar a la gente del barrio, respetando las medidas de confinamiento, situación que Erika asumió con la responsabilidad y buena actitud que la caracterizaban.

En estas circunstancias, con el equipo de la Fundación y el apoyo de voluntarios y practicantes, Erika supo mantener los lazos con la comunidad: 60 niños y 140 adultos que tienen vinculación directa con la Fundación, en diferentes actividades y servicios. En este orden de ideas, el comité directivo tomó la decisión de privilegiar la comunicación directa: el 90% de sus comunicados han sido de “tú a tú”, por vía telefónica y solo un 10% de forma masiva. Asimismo, tuvieron muy claro desde el inicio que, en esta experiencia, como en todo, lo importante son las personas, a pesar de las dificultades. Vieron esto como una oportunidad inigualable de sostenerse unos a otros. Por eso, una de sus primeras decisiones fue involucrar a todas las personas de la Fundación: empleados, practicantes, voluntarios, beneficiarios. “La primera semana nos preocupamos por hablar con los vecinos, las autoridades, la parroquia y los comerciantes de la zona”, explicaba Erika, en esos momentos, “y dejamos habilitado de modo virtual el Consultorio Jurídico gratuito que ofrecemos”.

El empuje y pasión de Erika contagiaba a todo el equipo, por eso, el 2020 fue el año de los voluntarios. En vez de perder gente que apoyara la Fundación, ganaron más voluntarios, hasta consolidar un equipo de 45 personas, universitarios y profesionales de distintas ciudades de Colombia y también en el exterior, comprometidos con el proyecto educativo de la Fundación.

Esto demostró lo atractivo y valioso que es el trabajo que llevaban a cabo, tan así que llamó la atención de la cooperación internacional. Para este año 2021, Erika tenía previsto un primer proyecto piloto llamado “Crecer Creando”, un programa de formación de 135 niños en habilidades blandas, en el cual venían trabajando desde el 2020. Erika estaba hospitalizada cuando arrancó el programa en marzo pasado y se alegró mucho que el proyecto siguiera avanzando.

También esperaba darle continuidad y mayor impulso al programa de voluntariado para universitarios “Uniendo Mundos”, que inició en junio de 2020 con el apoyo de los centros culturales Catalpa, de Cali y Arboleda, de Chía. Ahora desde el cielo, continuará dándole el empuje de siempre y ayudando a María Inés, su compañera de aventuras en la Fundación, así como a todo el equipo de voluntarios y amigos a seguir adelante a pesar del dolor y las dificultades. Este es el legado que Erika nos ha dejado.

Decenas de familiares, amigos y quienes pudieron conocerla en sus distintos trabajos, hemos quedado con una inmensa tristeza por su pronta desaparición, pero quedamos comprometidos con su legado que deja una huella imborrable.

Aurora Pachano