Diez hijos, diez tesoros

David y Sara Kuoman son padres de una familia numerosa. A diario se esfuerzan por transmitir a sus hijos un ambiente de amor y alegría. Afirman que educar una familia de diez hijos puede costar trabajo, pero es sumamente gratificante.

Cuenta Sara Kuoman que lo que más le atrajo del espíritu del Opus Dei era la idea de que uno podía santificarse en la vida ordinaria, que las normas de piedad se podían adaptar como un guante a la mano al horario personal. “Tú te organizas y lo haces”, comenta.

Muy pronto tuvo que poner en práctica esta idea, pues, tras dos parejas de gemelos, su familia fue creciendo hasta llegar a los diez hijos. “Una familia numerosa exige mucho tiempo y por lo tanto, mucha organización; si no, estás perdida”, explica. “He aprendido a levantarme más temprano, por ejemplo, para poder adelantar algunos quehaceres, o, en ocasiones, hacer con calma la oración”.

Muchas personas que conocen a la familia Kuoman se sorprenden al ver una familia tan numerosa. Algunos no creen que pueda ser posible, más aún viendo la juventud de Sara. “Piensan que me he confundido y que me refiero a la edad de alguno de mis hijos”, cuenta Sara con buen humor. “Por eso, solía cargar una foto en la billetera para que quede todo claro”.

Tener diez hijos no ha limitado sus actividades. “Hemos sido matrimonio delegado de aula en el colegio y colaboramos siempre que podemos en las campañas de solidaridad”, comentan los Kuoman. Eso les ha dado pie para ayudar a otras familias a organizarse mejor. “A veces me dice alguna amiga que cuando está agobiada piensa en mi situación y ve que puede sacar tiempo”.

Sara recuerda que una de las enseñanzas de San Josemaría que más le ha ayudado es el esfuerzo por estar alegre, a pesar de las ordinarias complicaciones de cualquier jornada. “Cuando pierdo el buen humor, lo transmito a todos en mi casa. Termino gritando y castigando y eso no es bueno, así que procuro ofrecer a Dios el pequeño esfuerzo de no perder la paciencia”.

David trabaja en una empresa de logística aduanera. Comenta que trata de hacer su máximo esfuerzo en santificar el trabajo, para ofrecerlo a Dios. También, con caridad cristiana, ayudar a sus amigos. “A mí me gusta mucho el deporte, así que aprovecho para practicar deporte con ellos, porque todo puede ser ocasión de ofrecer a Dios, y sobre todo les explicas la importancia de la educación de los hijos”.

La formación de los hijos es fuente constante de preocupación para los Kuoman. Procuran transmitirles la importancia de la virtud del orden. “Todos los días arreglan el dormitorio antes de salir al colegio. Tienden la cama y limpian el cuarto. Todos tienen diversos encargos de acuerdo a la edad: ayudar en los quehaceres de la casa, limpiar el dormitorio, cocinar, lavar los platos, ayudar en las tareas de los más pequeños. También vivimos algunas prácticas de piedad, como bendecir la mesa, rezar, o ir a Misa los domingos. Procuramos educarlos en libertad”, detalla Sara.

David les pide a sus hijos que sean mejores cada día. Si les toca estudiar, estudiando. Si haciendo deporte, lo mismo. “Cuando ven los partidos de la Eurocopa, les digo a mis hijos que sean buenos deportistas, que dejen todo en la cancha. Si ganan, ganan y si pierden, pierden, pero haces el esfuerzo.”

Controlar a diez chicos que tienen además mucha energía no es fácil. “Cuando eran más chiquitos, tenía que estar contándolos”, explica Sara. “A veces se me han perdido. Por ejemplo en cierta ocasión fuimos a Misa y no me di cuenta de que uno se había quedado en casa, durmiendo. En Misa solemos buscar una banca larga, donde entremos todos, y durante la homilía me percaté de que faltaba uno, pero pensaba que se estaba confesando. Después de ir preguntando a los demás hermanos caí en la cuenta”.

Una anécdota graciosa les ha sucedido hace muy poco. Nos cuenta Sara: “Sara, la mayor de mis hijas, ganó como premio una sesión de fotografías de estudio gratuitas. La dueña del estudio donde se iba a hacer las fotos le dijo que si quería también podría traer a sus hermanos y padres como parte del premio. Grande fue su sorpresa cuando vio entrar a todos sus hermanos. Las hizo con mucho gusto y son las que aparecen en este artículo”.

David agradece a Dios la generosidad que ha tenido con ellos. Sara, por su lado dice que considera a cada hijo como un tesoro, una felicidad. “No son una carga”, añade. “Es una gran cosa. Si pudiera volver atrás, lo volvería a hacer.”