"Cuando yo sea levantado en lo alto en la tierra, todo lo atraeré a mí"

En el libro La fundación del Opus Dei, J.F Coverdale se refiere a una moción interior de origen sobrenatural que iluminó un aspecto esencial de la Obra de Dios.

La segunda mitad de 1931 es crucial para la vida de san Josemaría por las gracias e inspiraciones que Dios le concedió, que no sólo enriquecieron su vida interior, sino que iluminaron muchos aspectos del espíritu del Opus Dei.

La primera de las gracias extraordinarias que recibió el Fundador del Opus Dei en 1931 llegó el 7 de agosto, día en el que la diócesis de Madrid celebraba la fiesta de la Transfiguración de Jesucristo. Las notas de san Josemaría registran lo sucedido cuando celebraba Misa en el Patronato de Enfermos: “(...) en el momento de alzar la Sagrada Hostia, sin perder el debido recogimiento, sin distraerme —acababa de hacer in mente la ofrenda del Amor Misericordioso—, vino a mi pensamiento, con fuerza y claridad extraordinarias, aquello de la Escritura: 'et si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum'(Ioann. 12, 32). Ordinariamente, ante lo sobrenatural, tengo miedo. Después viene el ne timeas!, soy Yo. Y comprendí que serán los hombres y mujeres de Dios, quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana... Y vi triunfar al Señor, atrayendo a Sí todas las cosas. A pesar de sentirme vacío de virtud y de ciencia (la humildad es la verdad..., sin garabato), querría escribir unos libros de fuego, que corrieran por el mundo como llama viva, prendiendo su luz y su calor en los hombres, convirtiendo los pobres corazones en brasas, para ofrecerlos a Jesús como rubíes de su corona de Rey”.

Pensando años más tarde en esta experiencia, el Fundador del Opus Dei explicó que Nuestro Señor le dijo esas palabras “no en el sentido en que lo dice la Escritura; te lo digo en el sentido de que me pongáis en lo alto de todas las actividades humanas; que, en todos los lugares del mundo, haya cristianos con una dedicación personal y libérrima, que sean otros Cristos”.

Los hombres y mujeres del Opus Dei tenían que luchar por convertirse en otros Cristos en medio de sus actividades habituales Esta experiencia le llevó a comprender más profundamente la importancia de la secularidad y del trabajo de los católicos en todas las profesiones y oficios. Los hombres y mujeres del Opus Dei tenían que luchar por convertirse en otros Cristos en medio de sus actividades habituales. San Josemaría desarrollaría la idea en una carta de 1940 dirigida a los fieles del Opus Dei: “Unidos a Cristo por la oración y la mortificación en nuestro trabajo diario, en las mil circunstancias humanas de nuestra vida sencilla de cristianos corrientes, obraremos esa maravilla de poner todas las cosas a los pies del Señor, levantado sobre la Cruz, donde se ha dejado enclavar de tanto amor al mundo y a los hombres.

De esta manera, el trabajo es para nosotros, no sólo el medio natural de subvenir a las necesidades económicas..., sino que es también —y sobre todo— el medio específico de santificación personal que nuestro Padre Dios nos ha señalado, y el gran instrumento apostólico y santificador, que Dios ha puesto en nuestras manos...” .

De esta experiencia san Josemaría aprendió que los cristianos unidos a Cristo en las actividades seculares -la santificación del trabajo- son Cristo en la Cruz, Cristo elevado sobre el mundo, Cristo entre los compañeros de trabajo, Cristo presente en la historia humana, a quien se puede ver y mirar. En definitiva, que Cristo quiere estar presente en todas las actividades humanas y que en todas ellas sus seguidores pueden convertirse en “otros Cristos”.

Al mismo tiempo el Fundador del Opus Dei se daba cuenta, con nueva claridad, de la importancia apostólica que tenía la presencia de cristianos comprometidos, luchando por santificarse y por santificar sus ambientes: “Trabajando y amando en la tarea que es propria de nuestra profesión o de nuestro oficio, la misma que hacíamos cuando Él nos ha venido a buscar, cumplimos ese quehacer apostólico de poner a Cristo en la cumbre y en la entraña de todas las actividades de los hombres: porque ninguna de esas limpias actividades está excluida del ámbito de nuestra labor, que se hace manifestación del amor redentor de Cristo”.

La tarea de los hombres y mujeres del Opus Dei sería no sólo santificarse en su labor cotidiana, sino hacer a Cristo presente en su ambiente mediante el trabajo, la oración y el sacrificio.

John F. Coverdale, La fundación del Opus Dei, Ariel, Barcelona, 2002, pp. 83-85.