En un recorrido de montaña, al llegar al punto de destino: 1400 metros de altura, la niebla impedía la visibilidad en la ruta que queríamos hacer. Preguntamos a un montañero de la zona si la niebla iba a levantar. Nos respondió que si a esa hora no había levantado, no levantaría y añadió que incluso llovería.
Sin perder el optimismo, acudimos a la intercesión de Dora y le pedimos que quitara la niebla del camino. Después de una hora, mientras hacíamos un parón, se abrió la niebla y apareció ante nuestros ojos el panorama que se contemplaba desde la altura.
Atribuyo este milagro a la poderosa intercesión de Dora.
M.R. (España)