Trabajando a los 80

Sara María Blanlot no cree en la jubilación. Ya en la cuarta edad, esta supernumeraria del Opus Dei no se cansa de su trabajo. Todos los miércoles atiende las llamadas de los empleados de un Banco que acuden a ella para recibir consejos y ayuda en temas de familia.

'Esta es la etapa final de la vida, cuando ya sabes por qué viviste y hacia dónde vas'.

Sara María tiene 80 años, la energía de una de mujer de 20 y el alma de un niño. A esta edad sigue trabajando para un Banco. Todas las semanas tiene un horario fijo en el que responde llamadas telefónicas de empleados que buscan sus consejos para aplicarlos en sus familias. Es un servicio que la llena de alegría, le ofrece muchas posibilidades de amistad, y también de apostolado.

“Me fascina el teléfono porque la conversación te hace conocer un cuadro que pareciera que tuvieras en frente pero nunca has visto. Ayudas prestando oreja a alguien que difícilmente conocerías en persona pero que se puede transformar en una amistad profunda”, comenta.

Nunca pensó que la experiencia ganada en la vida tuviera un campo laboral tan necesario, aunque reconoce que siempre ha estudiado temas de orientación familiar. Incluso escribió un libro que explica cómo enseñar la fe a niños entre 2 y 6 años.

Hoy realiza su trabajo con un fin apostólico doble: por un lado habla muchas veces de Dios a quienes aconseja y por otro, costea con su sueldo la formación que reciben sus nietos en el Opus Dei  (retiros, convivencias, trabajos sociales, etc.).

“Muchas de las desesperaciones, de las dolencias e inquietudes o los problemas vienen del alejamiento de Dios. Las personas a veces viven en situaciones conflictivas de las que no saben cómo salir. Entonces busco ayudarlas a encontrar salidas: acercarse a ese marido si está alejada, a confesarse si está en pecado, a perdonar a quien la dañó,…”, cuenta.

“El cuerpo me impide desplazarme, pero con la oración llego lejos”

Sara María junto a su hijo don Daniel Concha.

Sara María no se siente de la cuarta edad, “imagino que otros son viejos pero no lo aplico a mí”. Cree que envejecer es cumplir etapas en la vida, vivencias tan ricas e importantes aún más que la adolescencia, casarse o tener hijos. “Esta es la etapa final de la vida, cuando ya sabes por qué viviste y hacia dónde vas y ves además, que te queda muy poco trecho. Entonces, este lapso tiene mucha importancia para vivirlo bien, cada vez mejor y feliz porque por más que estés sola físicamente –soy viuda hace 30 años-, no estás sola, estás con Dios”.

Está convencida de que la gente se busca la soledad. “Por supuesto que es una realidad objetiva. Pero hay pasatiempos que acompañan: la lectura, la música y la pintura. Me gustan los jóvenes porque las personas de la tercera y cuarta edad hablan mucho de sí mismas, de sus dolencias, de su soledad; se quejan de que no las llaman y de que no las vienen a ver”.

En cuanto al físico, reconoce que es parte de la edad tener achaques, dolores, impedimentos, dificultades e imposibilidad de hacer cosas que antes hacía en un dos por tres. Pero asegura que la clave está en que eso adquiere un valor infinito al ofrecerlo a Dios. “Es la oración de los sentidos del cuerpo que ya no puede hacer o salir a algún lugar, dar una clase o correr. Hoy el cuerpo me impide desplazarme con facilidad pero con la oración llego lejos”, confiesa.

Comenta además, que al ofrecer a Dios las pequeñas o grandes molestias se produce una profunda paz interior y como consecuencia, la alegría. “Por eso la vejez para mí no es un tormento,  pero sí creo que para quienes no creen o están lejos de Dios esta etapa debe ser difícil. Se dan cuenta de que a ellos también les pasará, van a morir, y se asustan”.

Respecto a la misma muerte, la ve como “un cambio de casa a un lugar maravilloso donde si tanto has amado a Dios en la tierra a quien no has visto ni imaginas, cómo será conocerlo, verlo cara a cara, estar ahí, frente a Él, a la Virgen, a todos tus seres queridos… No me asusta la muerte”, asegura.

Abuela 2.0

Para mantener la amistad con cada nieto usa tecnologías como el celular y el mail.

Sara María es abuela de servicio continuo. Interesada por mantener la amistad con cada uno de sus 14 nietos ha aprendido de nuevas tecnologías como el celular y el mail  que ya son parte de su rutina. Además, se mantiene al día con los estudios y temas de actualidad para conversarles y  despertarles inquietudes. Como secreto nos confiesa que el ser abuela requiere gran voluntad “ninguna relación humana se improvisa; es un trabajo constante mantener el contacto con cada nieto. Es vital saber en qué están, regalonearlos, escuchar sus alegrías y preocupaciones. Todo esto para comunicarles mis experiencias y el valor de la fe”.  

Admite que trabajar la ayuda a que sus nietos valoren sus consejos “si estoy contratada por las recomendaciones que doy a desconocidos con mayor razón para mis nietos soy alguien a quien pueden recurrir”. Asegura que no siempre se acercan en busca de consejos de vida sino que también le consultan por temas académicos. “Ahora estoy leyendo un libro de antropología para explicarle a uno de ellos sobre esta materia que le cuesta y que cursa en la universidad”.

Días después de esta entrevista, Sara María tuvo un derrame cerebral que la dejó en condiciones delicadas de salud. Actualmente avanza en su recuperación y espera retomar pronto en el Banco su trabajo como consultora familiar .