La respuesta de un grupo de jóvenes ante la situación de abandono de personas mayores

Providencia divina o una tremenda casualidad, juzgue usted mismo. Porque fue gracias a una amistad que surgió en los cerros de Valparaíso entre Sofía Zárate y un grupo de estudiantes lo que permitió que, juntos, pudieran atender el “Llamado de Cristo”.

Sofía Zárate

A las 10:30 de la mañana Sofía Zárate espera que la pasen a buscar. A sus 77 años se le hace más difícil recorrer a pie las calles empinadas y las múltiples escaleras de los cerros de Valparaíso. Desde hace tres décadas sale a visitar en esa ciudad a personas mayores que están solas en sus casas. “No se ven porque están discapacitados o postrados, viven en la miseria en partes complicadas para llegar a sus casas”, explica Sofía.

Como todos los sábados, la recoge en su casa un vehículo con un grupo de jóvenes que participan en actividades del Opus Dei en el Club Batiscafo, quienes la acompañan en sus recorridos por el barrio de la Iglesia de la Matriz. Juntos visitan viviendas de los cerros Arrayán, Santo Domingo, Cordillera y Toro.

“A veces tiene más atención el que duerme en la calle. Es triste verlo botado en la calle, pero se ve; mientras que hay ancianos que viven en soledad y pobreza que tienen las mismas necesidades. Yo llevo varios años de este caminar y, mientras más camino, más me gusta”, cuenta Sofía.

Luis Picón (esposo de Sofía) y Sofía Zárate junto a Paolo Scagliotti que colabora en esta iniciativa.

Y agrega: “Esto me lo enseñó un sacerdote, poner en práctica los mandamientos que Dios nos dejó. No se trata de ir a la Iglesia a golpearse el pecho y después salir fríos e indiferentes con el que está tirado en la calle o con el que no se ve. No po, la idea es poner en práctica el amor de Cristo. ¿Qué haría Cristo en mi lugar?”.

Así fue como Sofía comenzó con esta iniciativa, que se llama “El Llamado de Cristo” y que cuenta con el apoyo de la Iglesia La Matriz. Según relata, busca responder al mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

“Tratamos de ponerlo en práctica, a lo mejor no como Dios quiere, pero por lo menos lo intentamos”, afirma. De esta manera, junto a los jóvenes y a veces también con su marido recorre el barrio y llevan a las personas mayores pañales y medicinas, se aseguran que no les falte comida ni té, limpian sus casas, los afeitan, los llevan a pasear y bañan a quienes no pueden hacerlo por sí mismos, entre otras cosas.

El inicio de una amistad, un día de Carnaval

Sofía es decidida y cuando no sabe cómo hacer algo no duda: ella va y Dios resuelve. Así fue cómo llegó en micro un día a Aduanas a recibir una donación de dos pallets con pañales de adulto que le enviaron de otro país y consiguió allá mismo que le prestaran un camión para llevárselos. Con esa misma actitud de confianza en Dios fue como conoció en otro momento a Juan Antonio Montes, del club Batiscafo.

Era un sábado de 2016 en la mañana y “Juancho” había salido con varios jóvenes de Viña del Mar para hacer actividades en un hogar de menores en Valparaíso al que iban con frecuencia. Sin embargo, al llegar al lugar les avisaron que los niños no estaban porque los habían llevado a pasear.

Ese día era el Carnaval de los Mil Tambores en Valparaíso y, dado que ya estaban allá, se quedaron un rato mirando a un grupo ensayar. En eso escucharon que una señora desconocida los llamaba. Era Sofía, a quien una persona le había hecho una donación de ropa de cama y tenía un camión lleno de sábanas frente a la parroquia, pero no tenía cómo descargarlo. Ellos fueron a ayudarla y así empezó una fructífera amistad.

“Es difícil de explicar, hay que vivirlo”, asegura José Antonio. En la foto, al centro, junto a Sofía, en uno de los cerros de Valparaíso.
“Es difícil de explicar, hay que vivirlo”, asegura Juan Antonio. En la foto, al centro, junto a Sofía, en uno de los cerros de Valparaíso.

"Es difícil de explicar, hay que vivirlo"

Desde entonces, salen juntos a recorrer los cerros todos los sábados. Para Juan Antonio el trabajo que hacen es “edificante” tanto por lo que ha sido conocer a Sofía y su inmensa fe, como por el cuidado a los mayores.

“Lo que he aprendido de Sofía es a realmente ver a Cristo en el otro. Eso es una cosa que uno escucha mucho, pero experimentarlo y vivirlo es otra cosa.

Aquí uno ve el alma y la dignidad de la persona porque es persona, porque es hijo, es hija de Dios. Es alguien como tú y que necesita de tu ayuda… es finalmente Cristo quien te pide que te vuelques en esa persona. Cuando uno ayuda a alguien que no te puede devolver nada, uno encuentra a Dios ahí”, reflexiona Juan Antonio. “Es difícil de explicar, hay que vivirlo”, asegura.

Fotografía durante un paseo con alguno de los adultos mayores a los que acompañan los días sábados.

“El Llamado de Cristo” se expande

Uno de los voluntarios que asistía regularmente los sábados a acompañar a Sofía, Santiago Vicuña, se fue de Viña del Mar a vivir al Centro Cultural Alameda, en Las Condes. Desde allí, ha motivado a otros jóvenes para visitar a personas mayores tal como lo hacía en la quinta región.

“Un día –cuenta Sofía– me mandó una foto porque estaba con unos estudiantes visitando a una abuelita. Yo le contesté que si yo llego a partir ellos saben que tienen que seguir con el “Llamado de Cristo”, motivando a otros a cuidar y acompañar a los mayores en situación de soledad, de abandono”. “Son un siete, los quiero mucho”, concluye Sofía.