Mes de María

El 8 de noviembre comenzó el mes de la Virgen, una de las costumbres religiosas más bellas y arraigadas en nuestro país.

La Virgen del cerro San Cristóbal, en Santiago de Chile.

El Mes de María es una tradición religiosa que iniciaron los misioneros europeos en el mes de mayo por ser el “mes de las flores”. A mediados del siglo XIX, Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas, entonces Rector del Seminario Pontificio de Santiago, conoció y palpó esta tradición europea y quiso celebrarla (para evitar el frío otoño del mes de mayo en Chile) entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre. Así, el mes dedicado a la Virgen culmina con la celebración de la Inmaculada Concepción.

A esta iniciativa se suma que un gran amigo de Monseñor Larraín Gandarillas, Monseñor Rodolfo Vergara Antúnez, compuso una preciosa oración que se ha trasmitido de generación en generación en Chile y que, durante este mes mariano, se reza diariamente en templos, colegios y hogares.

Les ofrecemos una selección especial de textos, vídeos y oraciones para cuidar muy especialmente a Nuestra Madre en este mes dedicado a Ella.

En Chile, es costumbre en los hogares cristianos armar un pequeño altar con flores en honor a la Virgen.

Oración para todos los días del Mes

Oh María, durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro Nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos os han elevado un

trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos. Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas, Oh María, no os dais por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y hay coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una Madre, es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes. Sí, los lirios que Vos nos pedís, son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes, consagrado a vuestra gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal. La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos; nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en

nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida, y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados. ¡Oh María!, haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den, al fin, frutos de gracias, para poder ser algún día dignos hijos de la más Santa y de la mejor de las Madres.

Amén.

Oración Final

¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre! Nosotros venimos a ofreceros, con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones, deseosos de seros agradables, y a solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio.

Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud; que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia El, y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro. Que convierta a los enemigos de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida, y de esperanza para el porvenir.

Amén.