Darse sin recompensa

Comenzaron las vacaciones, tiempo de descanso y esparcimiento, pero también de iniciativas sociales. Muchos jóvenes dedican parte de su tiempo a realizar trabajos de verano, con el fin de aproximarse a otras realidades a través del servicio a los demás. Su consigna: trabajar cara a Dios con alegría y dedicación, compartiendo con personas que tienen más necesidades materiales y espirituales.

En Chiloé pintaron una capilla poniendo por obra uno de los puntos de la Laudato Si: “Para proteger, sanear o embellecer algo que es de todos".

Darse sin recompensa

Este verano, cerca de 250 jóvenes de distintos colegios y universidades, que participan en medios de formación del Opus Dei, visitaron el sur del país entre diciembre y enero, intentando hacer vida el mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes: «Lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas» (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes, 8 de diciembre de 1965).

Bienvenidos a Chiloé

Universitarios de la residencia universitaria Alborada y del centro Alto Colorado, viajaron a la localidad de Puqueldón, en la isla de Lemuy, en Chiloé. La rutina comenzaba a las siete de la mañana con un tiempo dedicado a la oración, para luego enfocarse en la remodelación de dos casas y la construcción de una ermita dedicada a la Virgen.

Durante las tardes, participaban en diversas actividades con los vecinos. Francisco, uno de los encargados, explica que “era importante apoyar a esas familias, ya que sus casas estaban en condiciones precarias”. Tablas rotas, ventanas desencajadas y sin vidrios eran parte de los arreglos requeridos para que los habitantes pudieran afrontar de mejor manera el invierno. Algunas familias necesitaban ayuda más urgente; Jorge, estudiante de tercer año de ingeniería civil, cuenta el caso de una familia que “vivía en condiciones de hacinamiento y con algunos miembros con enfermedades mentales”.

Construyeron la ermita sobre una base de concreto, en la que instalaron una imagen de la Virgen que cubrieron con un techo de madera. En las tardes activaron el plan “Aprender Jugando”, que consistió en reforzamiento escolar a través de juegos y talleres a niños pequeños.

La inauguración de la Ermita en Lemuy construida por jóvenes universitarios

Todos los asistentes coinciden en la alegría que supone compartir con las personas del lugar, porque les ayuda a ser más agradecidos y aprenden mucho de quienes tienen una vida de extrema pobreza: “Da vergüenza luego regresar a Santiago a quejarse y a mirarse el ombligo... Uno se alienta a seguir ayudando y a salir de sí mismo”, cuenta Javier, estudiante de Biología y residente de Alborada.

De algún modo vivieron en carne propia las palabras del Papa Francisco en su reciente Carta a los jóvenes con ocasión de la presentación del Documento Preparatorio de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: “Me vienen a la memoria las palabras que Dios dirigió a Abrahán: «Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré» (Gen12,1). Estas palabras están dirigidas hoy también a ustedes: son las palabras de un Padre que los invita a ´salir´ para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los invito a escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través del soplo vital del Espíritu Santo”.

Otro grupo que trabajó en Chiloé fueron las estudiantes que participan en las actividades del centro Altamar, en Viña del Mar, y las universitarias de Araucaria y las Arenas. Allí pintaron murales y visitaron a los vecinos para hablarles de Jesucristo. Begoña, estudiante de pedagogía de la Universidad Católica, cuenta que “la gente nos ayudó mucho, al igual que la Municipalidad, incluso se avisó en la radio de nuestra visita”. En el último día, los vecinos les demostraron su cariño: “nos tenían un tremendo banquete. Ahí estábamos, un grupo de niñas que no comen mucho, con un montón de comida...”, recuerda con una carcajada.

Las expectativas se superaron ampliamente. Begoña no duda en agradecer la oportunidad de vivir la experiencia. “¿Quién soy yo para quejarme? ¿Cómo puedo exigir algo a mis papás, con las comodidades que tengo? Ellos, con mucho menos oportunidades laborales y materiales son inmensamente felices”, cuenta.

Alumnos y profesores unidos.

A mediados de diciembre, los habitantes de Ralco -VIII región- fueron los encargados de recibir a 80 personas, entre alumnos y profesores, de la Universidad de los Andes. Alumnos de Medicina, Enfermería, Kinesiología, Nutrición, Terapia Ocupacional, Pedagogía, Ingeniería Civil, Sicología y Odontología pusieron sus conocimientos a disposición de la comunidad.

“Fue muy enriquecedora la convivencia con alumnas y profesoras de otras carreras” señaló Claudia, una de las docentes asistentes. Gracias a la buena relación con los habitantes, las jóvenes de Odontología atendieron un total de 139 pacientes en tres postas rurales. En Trapa, los pacientes fueron niños; en Pitril, adultos mayores. “Nos "especializamos" en reparar prótesis en nuestro mini laboratorio dental” explica Claudia.

Todas quedaron muy contentas con la labor desarrollada. Por un lado, el desafío que implica enseñar y motivar a las alumnas, que adquieren una visión enriquecida de la carrera, por la ayuda que prestan con sus conocimientos profesionales.

Las alumnas y profesoras de Odontología pusieron sus conocimientos al servicio de la comunidad de Ralco.

Araucanía, tierras ancestrales

Una muy buena experiencia tuvieron también las colegiales del centro cultural Estoril, quienes realizaron trabajos en Victoria, región de la Araucanía. Pintaron a Chile en un mural y arreglaron las rejas para un colegio. Rodeadas de árboles nativos, intentaron poner por obra una de las sugerencias del Papa Francisco en la Laudato si, “ (…) ocupándose, por ejemplo, de «un lugar común (un edificio, una fuente, un monumento abandonado, un paisaje, una plaza), para proteger, sanear, mejorar o embellecer algo que es de todos. A su alrededor se desarrollan o se recuperan vínculos y surge un nuevo tejido social local. Así una comunidad se libera de la indiferencia consumista (…). De esa manera se cuida el mundo y la calidad de vida de los más pobres...» (Francisco, Laudato si’, n. 232.).

Constanza, una de las jóvenes señaló que “los trabajos giraron en torno al amor al Papa y la Iglesia”. En las tardes realizaban catequesis.

Todos los asistentes reconocen que no dudan en regresar y recomiendan la asistencia a los Trabajos de Verano, porque tienen conciencia de las recientes palabras del Santo Padre: “Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos”. (Carta del Santo Padre a los jóvenes, 13 de enero 2017)