Testimonios sobre Álvaro del Portillo (Madrid, 1914 –Roma, 1994)

Papas, personalidades de la Santa Sede, fundadores e iniciadores de diversas realidades eclesiales y otros conocidos hablan sobre el Beato Álvaro.

1.Papas
2.Santa Sede
3.Cardenales
4.Nuncios Apostólicos
5.Arzobispos y Obispos
6.Sacerdotes
7.Religiosos
8.Fundadores e iniciadores de diversas realidades eclesiales
9.Amigos de su niñez y juventud, compañeros de clase
10.Amigos y conocidos en su madurez;
11.Personas de su entorno familiar
12.Personas que trabajaron o convivieron con don Álvaro en el Opus Dei


1. PAPAS

Venerable Pío XII (Roma, Italia 1876 –Castel Gandolfo, Italia, 1958).

Eugenio Pacelli. Papa desde 1939 hasta 1958.

El Papa Benedicto XVI le declaró Venerable en el año 2009.

Álvaro del Portillo tuvo varias audiencias con este pontífice. La primera, como laico, tuvo lugar el 4 de junio de 1943. Desde aquel primer encuentro el Venerable Pío XII le trató de forma deferente y cordial.

Recordaba Carlos del Portillo, hermano de Álvaro del Portillo:

"En noviembre de 1949 fuimos recibidos en audiencia privada por el Papa junto con mi madre y mis hermanos. Pío XII, tras saludar a Álvaro con un cariñoso "¡Hola ingeniero!, nos comentó que a nosotros nos debía suceder como las cerezas, porque Álvaro iría tirando uno tras otro para el Cielo"[1].

San Juan XXIII (Sotto il Monte, Bérgamo, Lombardía, Italia, 1881- Ciudad del Vaticano, 1963)

Angelo Giuseppe Roncalli. Papa desde 1958 hasta 1963.

Fue canonizado por el Papa Francisco en el año 2014.

Durante el pontificado de este Pontifice, Álvaro del Portillo recibió los primeros encargos importantes por parte de la Santa Sede.

Venerable Pablo VI (Concesio, Lombardía, 1897 –Castel Gandolfo, 1978)

Giovanni Battista Montini. Papa desde 1963 hasta 1978.Será beatificado por el Papa Francisco el 19 de octubre de 2014

Se conocieron el 17 de junio de 1943, durante la primera estancia, como laico, de Álvaro del Portillo en Roma, cuando Mons. Montini era Sustituto de la Secretaría de Estado. Comenzó entonces entre ellos una amistad que duró toda su vida.

Audiencia del 24 de enero de 1964

El 24 de enero de 1964 el Papa recibió en audiencia a san Josemaría Escrivá. Al terminar pasó a saludarle Álvaro del Portillo, y al verle, Pablo VI evocó su larga relación de amistad desde los años cuarenta. Comentó, en un clima de confianza:

–…nel frattempo sono diventato vecchio (Mientras tanto, me he vuelto viejo).

Álvaro del Portillo le comentó:

Ma no, Santità: è diventato Pietro (No; Santidad: se ha vuelto Pedro).

Esa respuesta, contaba san Josemaría, emocionó al Papa, que quiso hacerse unas fotografías con ellos, mientras repetía cariñosamente en voz baja, acentuando su nombre al modo italiano:

Don Alváro, don Alváro…

***

Audiencia del 5 de marzo de 1976

El 5 de marzo de 1976 el Papa Pablo VI concedió una nueva audiencia a Álvaro del Portillo: la primera desde que estaba al frente del Opus Dei. Estuvieron conversando de forma distendida durante más de una hora y al concluir, Álvaro del Portillo pidió que le bendijera y rezara por él, "porque soy el sucesor de un santo y eso no es nada fácil".

Ma adesso il santo è in Paradiso, e ci pensa lui –le dijo el Papa–. (Ahora el santo está en el Cielo, e intercede desde allí). Siempre que deba resolver algún asunto, póngase en presencia de Dios y pregúntese: en esta situación, ¿qué haría mi Fundador? Y obre en consecuencia.

Dos años después –el 19 de junio de 1978– estuvo conversando de nuevo con Pablo VI, que le comentó que nada más conocer a san Josemaría, a mitad de los años cuarenta, se había dado cuenta de que se encontraba ante una persona extraordinaria.

"Fue un encuentro muy amable –recordaba Álvaro del Portillo–. El Santo Padre tuvo la delicadeza de fijar la audiencia para una fecha en que sólo recibía a dos personas, y yo fui el segundo, para poder disponer de más tiempo. Efectivamente, permanecí con el Papa cerca de una hora. Ya sabéis que es costumbre no contar nada de estas conversaciones con el Romano Pontífice, pero algo sí os puedo comentar, porque le pedí permiso expresamente. Por ejemplo, al recordarle que, en la audiencia anterior, había afirmado que nuestro Padre [san Josemaría] era una de las personas que más carismas había recibido en toda la historia de la Iglesia, el Papa me contestó que durante años había hecho la oración con Camino y con otros escritos de nuestro Fundador, y que le ayudaron mucho".

Pablo VI le pidió que, al regresar a la sede central, fuera a rezar en su nombre ante la tumba del entonces siervo de Dios Josemaría Escrivá. Álvaro del Portilllo le dijo que lo haría nada más llegar.

Ma no –le dijo el Papa afectuosamente–: dovrà prima pranzare, lo faccia in giornata. (No, antes debe almorzar, hágalo en otro momento del día).

Siervo de Dios Juan Pablo I (Canale d´Agordo, 1912 –Ciudad del Vaticano, 1978)

El Papado de Albino Luciani fue uno de los más breves de la historia: desde el 26 de agosto de 1978 al 28 de septiembre de 1978. Su Causa de Beatificación se encuentra abierta.

En este caso, más que un testimonio de Juan Pablo I sobre Álvaro del Portillo, disponemos de testimonios del futuro beato sobre este Papa. El 12 de agosto de 1978 Álvaro del Portillo dirigió una Carta pastoral a los miembros del Opus Dei que iban a recibir la ordenación sacerdotal el 15 de agosto de manos del Cardenal König, en la que les decía: "Rogad constantemente por el alma de Pablo VI, y por el Papa que va a venir, cuando la Iglesia atraviesa momentos tan duros".

Días antes del Cónclave invitó a almorzar a la Sede Central del Opus Dei a varios eclesiásticos conocidos El día 18 de agosto recibió al Patriarca de Venecia, Mons. Albino Luciani, que ya había estado en la Sede Central en dos ocasiones.

Mientras el Cardenal se arrodillaba en un reclinatorio que había usado Pío VII, Álvaro del Portillo le dijo afectuosamente: Che questo sia un augurio! (¡que esto sea un augurio!). Aquellas palabras resultaron proféticas.

El 30 de agosto de 1978 le comentaba a unas mujeres del Opus Dei en Roma, refiriéndose a Juan Pablo I: "Ya sabéis que hay que rezar mucho por la Iglesia. Todos los Cardenales que venían por aquí me decían que a la Iglesia le hacía mucha falta que el Papa fuese muy espiritual. Y lo es: es muy bueno, muy humilde, muy buen teólogo además, y que había sido durante muchos años catequista; por eso explica muy bien las cosas y con ejemplos. Hemos de pedir que sea cómo lo necesita la Iglesia: muy espiritual, y, después, que tenga mucha fortaleza"[2].

San Juan Pablo II (Wadowice, Polonia, 1920 –Ciudad del Vaticano, 2005)

Karol Józef Wojtyła. Papa desde 1978 hasta 2005. El Papa Francisco le canonizó el año 2014.

Álvaro del Portillo y el Cardenal Wojtyla se conocieron durante el Concilio Vaticano II, gracias a un amigo común, Mons. Andrzej Maria Deskur. Durante el Pontificado de Juan Pablo II tuvieron numerosos encuentros, presididos por una profunda sintonía espiritual. Álvaro del Portillo le secundó en todos sus afanes, como la Nueva Evangelización.

Juan Pablo II acudió a rezar ante el cuerpo yacente de Álvaro del Portillo el 23 de marzo de 1994

Juan Pablo II escribió a Mons. Javier Echevarría este telegrama de pésame por la muerte de Mons. Del Portillo:

"Al recibir la triste noticia de la repentina desaparición de Mons. Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei, le expreso a usted y a los miembros de a Prelatura mi más sentido pésame.

Mientras recuerdo con agradecimiento al Señor la vida llena de celo sacerdotal y episcopal del difunto, el ejemplo de fortaleza y de confianza en la providencia divina que ha ofrecido constantemente, así como su fidelidad a la Sede de Pedro y el generoso servicio eclesial como íntimo colaborador y benemérito sucesor del Beato Josemaría Escrivá, elevo al Señor fervientes súplicas para que acoja en el gozo eterno a este siervo bueno y fiel, y envío, para consuelo de cuantos se han beneficiado de su dedicación pastoral y de sus preclaras dotes de mente y de corazón, una especial bendición apostólica"[3].

Benedicto XVI (Markt am Inn, Baviera, Alemania, 1927).

Joseph Aloisius Ratzinger. Papa desde el año 2005 al año 2013, en el que asumió el título de Papa emérito.

Se trataron durante varios años, ya que Álvaro del Portillo fue Consultor de la Doctrina de la Fe, de la que era prefecto el entonces cardenal Ratzinger.

Afirmaba el Papa Benedicto XVI sobre Álvaro del Portillo:

"Se caracterizaba por su modestia y su disponibilidad en todas las circunstancias"[4].

"Recuerdo la modestia y la disponibilidad en cualquier circunstancia que caracterizaron el trabajo de Mons. Del Portillo como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución que contribuyó a enriquecer de modo singular con su competencia y experiencia, como he podido comprobar personalmente".

Este Papa autorizó el 28 de junio de 2012 el decreto de virtudes heroicas de Álvaro del Portillo, declárandolo Venerable.

Francisco (Buenos Aires, Argentina, 1936).

Jorge Mario Bergoglio. Fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013.

Dispuso la beatificación del venerable Álvaro del Portillo para el 27 de septiembre de 2014 en Madrid. Envió este telegrama a los participantes en el congreso celebrado en Roma con motivo del centenario de Álvaro del Portillo):

Sacerdote celoso, que supo conjugar una intensa vida espiritual fundada sobre la fiel adhesión a la roca que es Cristo, con un generoso empeño apostólico que lo convirtió en un peregrino por los cinco continentes, siguiendo las huellas de san Josemaría, merecedor de la frase bíblica del Libro de los Proverbios: "Vir fidelis multum laudabitur" (El hombre fiel será muy alabado) [5].

Carta del Papa Francisco sobre el beato Álvaro del Portillo (27.9.2014).

Palabras del Papa Francisco durante la audiencia del 1 de octubre de 2014.

2. SANTA SEDE

Del Decreto sobre las virtudes heroicas de Álvaro del Portillo.

"Era un hombre de profunda bondad y afabilidad, capaz de transmitir paz y serenidad a las almas.

Nadie recuerda un gesto poco amable de su parte, el menor movimiento de impaciencia ante las contrariedades, una palabra de crítica o de protesta por alguna dificultad: había aprendido del Señor a perdonar, a rezar por los perseguidores, a abrir sacerdotalmente sus brazos para acoger a todos con una sonrisa y con cristiana comprensión".

3. CARDENALES

Alemania

Cardenal Joachim Meissner (Baja Silesia, Alemania,1933)

Obispo auxiliar del de Erfurt-Meiningen (1975-1980); Arzobispo de Berlín (1980-1988); Arzobispo de Colonia, (1988)

"La confianza en la Providencia es uno de los rasgos característicos de su figura espiritual".[6]

Cardenal Paul Agustín Mayer (Altötting, Alemania,1911 – Roma, 2010)

Benedictino, Prefecto de la Congregación de los Sacramentos (1985) Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (1988)

Coincidió con Mons. Del Portillo en distintas comisiones del Concilio Vaticano II.

"Me llamaba especialmente la atención su mente sinceramente abierta a las nuevas fronteras que se abren constantemente al desarrollo del conocimiento, pero completamente apartada del ingenuo espíritu de aventura de algunos teólogos, que gozaban de mucha popularidad en los medios de comunicación como si estuvieran investidos del viento del Espíritu Santo. Como todo verdadero teólogo y pastor, veía en las palabras de San Vicente de Lerins sobre el progreso dogmático –in suo dumtaxat genere, in scilicet eodem dogmate, eodem sensu, eademque sententia (permaneciendo siempre en su género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma significación) –un criterio discriminante de la verdad"[7].

"Siempre exponía sus pareceres con serenidad, pero a la vez explicaba con mucha claridad los puntos críticos de lo que se discutía. Sus intervenciones fueron un ejemplo de lucidez, de respeto y, a la vez, de coherencia en la adhesión al Magisterio de la Iglesia"[8].

Francia

Cardenal Jean-Marie Lustiger (París, 1926-2007)

Hijo de padres judíos deportados. Se convirtió al catolicismo y fue bautizado el 25 de agosto de 1940 en la capilla de la residencia episcopal, que ocuparía años más tarde.

Arzobispo de París (Francia)

"Mons. Del Portillo se ha unido en la eternidad con el bienaventurado Fundador de la Obra, al que sucedió. Su intercesión ante el Señor se unirá a la suya para vivificar al Opus Dei con gracias renovadas en servicio de la Iglesia y del Papa"[9].

Polonia

Cardenal Andrzej Maria Deskur (Sancygniów, Polonia, 1924 –Roma, 2011)

Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales desde 1973.

Era amigo común de Karol Wojtyla y Álvaro del Portillo, y los presentó mutuamente durante los años del Concilio.

"Aun siendo de caracteres distintos, Álvaro era como una reduplicación del Fundador. No una copia inerte, sino un retrato vivo y fiel: llevaba esculpidas en la mente sus enseñanzas y lo que es más importante, su alma había asimilado su ejemplo hasta tal punto, que no podías distinguir lo que era suyo de lo que surgía de su contacto con el Padre. Hasta que entendías que no se podía realizar esa distinción: todo lo que Álvaro aprendió de san Josemaría lo hizo profundamente suyo, parte de sí mismo, era su vida. El fue el mejor ejemplo de la virtud de la fidelidad".

"El mundo de los medios de opinión y de la cultura constituía para él, utilizando una expresión que gustaba a Juan Pablo II, un aerópago que había que iluminar con la luz de Cristo. Por eso impulsó a los fieles de la Prelatura a emprender un extenso apostolado con periodistas y operadores de la comunicación, llegando incluso a promover en varios países facultades o institutos universitarios para la formación de profesionales del sector"[10].

Cardenal Stanislaw Dziwisz (Polonia, 1939)

Fue secretario personal de Juan Pablo II. Arzobispo de Cracovia desde 2005.

Trató en numerosas ocasiones con Álvaro del Portillo.

"¿Qué me llamaba la atención de don Álvaro? Sobre todo, su gran responsabilidad por la vida de la Iglesia, su profundo sentido de comunión eclesial, su gran espíritu de oración y de fidelidad a la fe"[11].

Italia

Cardenal Pietro Palazzini (Piobico, Italia, 1912- 2000).

Secretario de la Congregación del Concilio (1958). Trabajó en la Curia Romana; fue nombrado Arzobispo en 1962 y Cardenal en 1973. Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos (1980-1988)

"En don Álvaro sobresalía un edificante sensus Ecclesiae. Al buscar la configuración como Prelatura personal, no perseguía privilegios, agradecimientos o premios: sólo le movía el deseo de servir mejor a la Iglesia"[12].

"En la mente del primer Prelado del Opus Dei, las facultades eclesiásticas debían tener como características fundamentales la plena adhesión al Magisterio de la Iglesia, el establecimiento de un diálogo con la cultura contemporánea, una excelente formación científica de los alumnos y la mejor asistencia espiritual posible, para fomentar en ellos la unidad de vida como condición esencial para la fecundidad del sacerdocio"[13].

"Recuerdo la humildad con que me comentó la noticia de su elevación a la dignidad episcopal: 'estoy contento, pero no por mí –me dijo-, sino por la Prelatura, porque así se consolida ulteriormente su eclesialidad"[14].

Cardenal Mario Francesco Pompedda (Ozyeri, Italia, 1929-2006)

Arzobispo titular de Bisarcio (1997). Prefecto de la Signatura Apostólica (1999-2004). Fue nombrado Cardenal diácono el 21 de febrero del 2001

"Mons. Del Portillo consideraba que la obtención de la transformación del Opus Dei en Prelatura personal era su principal tarea, su primera responsabilidad ante Dios. Se trataba de que el derecho canónico sancionara la plena tutela del mensaje que el Señor había confiado a san Josemaría. Era, por tanto, un deber que experimentaba de modo vivísimo, precisamente porque don Álvaro solo vivía para servir a Dios, a la Iglesia y a las almas.

No me faltaron las ocasiones de comprobar con cuánta profundidad amaba don Álvaro a la Iglesia y cómo concebía su misión al frente del Opus Dei únicamente en interés de la misma Iglesia"[15].

Cardenal Camillo Ruini (Sassuolo, Italia, 1931)

Obispo de Reggio Emilia y Guastalla (1983).Vicario del Papa para la Diócesis de Roma (1991-2008). Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (1991)

"Era un hombre profundamente espiritual. Quizá sea mejor decir un auténtico hombre de Dios. Tenía una gran inteligencia, una gran sabiduría, también humana, en relación a las personas y a los problemas. Era agradable conversar con él y escucharle, aunque él prefería escuchar a los demás. Seguía con gran atención lo que yo decía y esto me dejaba cordialmente agradecido.

Guardo de él un recuerdo profundo, que me lleva a encomendarme espontáneamente a su intercesión. Creaba en torno a él un ambiente de oración: yo le rezo y confío en que ahora que está en el Cielo se acuerde de mí" [16].

Cardenal Carlo Caffarra (Samboseto di Busseto, Italia, 1938).

Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia (1981). arzobispo de Ferrara-Comacchio (1995) Arzobispo de Bolonia desde 2003

"Cada vez que leía el capítulo sobre la humildad en la Regla de san Benito, o esas páginas impresionantes sobre los tres grados de humildad en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, pensaba que esos dos grandes maestros de la vida cristiana hablaban de una especie de "mandamiento ideal", de una regla teórica irreal e imposible de aplicar. Eso era lo que pensaba hasta que conocí a don Álvaro.

Al conocerle comprendí que era posible vivir con esa humildad radical de la que hablaban Benito e Ignacio. Vi hecha realidad en su vida la verdad profunda de la humildad cristiana. La vi cada vez que nos encontrábamos, y al despedirnos, se me arrodillaba ante mí, un pobre sacerdote (no era todavía obispo) para pedirme que le bendijera.

La primera vez que lo hizo, me conmoví mucho, porque me acordé de otro obispo que me había pedido que le bendijera cuando yo llevaba pocas semanas de sacerdote. Era mi propio obispo, que un mes antes me había impuesto las manos para ordenarme. Padecía un cáncer incurable y deseaba que le diese la bendición antes de su muerte. ¡Esta es la humildad de los discípulos de Cristo!".

Cardenal Vincenzo Fagiolo (Segni, 1918 - Roma, 2000).

Presidente del Consejo Pontificio para la interpretación de los Textos Legislativos (1990-1994). Presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana (1990-1997)

"La fidelidad es una brújula certera que rara vez se equivoca. Conocí a Mons. Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei, durante el Concilio Vaticano II, y tras aquel evento solemne y extraordinario para la vida y misión de la Iglesia, estuve en varias ocasiones con él. El período en el que tuve la oportunidad de conocerlo mejor fue durante aquel periodo conciliar, ya que era uno de los expertos más activos en la elaboración del Decreto Presbyterorum Ordinis y yo trabajaba en la Secretaría del Concilio y en la comisión central. Fui testigo de su fidelidad constante e incondicional a la Iglesia y al Papa"[17].

España

Cardenal Antonio María Rouco Varela (Villalba, 1936)

Obispo auxiliar de Santiago de Compostela (1976-1984); Arzobispo de Santiago de Compostela (1984-1994); Arzobispo de Madrid (1994).

"Estaba dotado de una gran creatividad evangelizadora. Siguiendo con fidelidad la luz fundacional de san Josemaría, promovió nuevas labores apostólicas en numerosos países y diversas iniciativas en favor de la Iglesia universal, como, por ejemplo, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, donde estudian sacerdotes, religiosos y laicos de todo el mundo. Fruto de la necesidad que sentía de vivir la caridad fraterna hacia los más pobres y necesitados, impulsó labores sociales en las zonas más pobres de muchas barriadas de las grandes ciudades y en algunos países de lo que algunos denominan el Tercer Mundo. Tuve una extraordinaria ocasión de tratarle y conocerle muy de cerca en el Sínodo sobre "la formación de los sacerdotes en las actuales circunstancias", en 1990. Formábamos parte del mismo "Círculo Menor". Me gustaría destacar dos rasgos de su personalidad, junto con su bondad, serenidad y buen humor:

El primero fue su particular preocupación por las personas necesitadas, de la que ya dio muestras en los primeros años de su carrera universitaria, cuando participaba en las Conferencias de San Vicente de Paúl. (…) Un segundo rasgo de su vida es su trabajo infatigable por el bien de la Iglesia. Su afable caridad con todos, unida a sus profundos conocimientos teológicos y jurídicos, hizo que gozase del aprecio de los sucesivos Papas, que le confiaron numerosos cometidos en varios Dicasterios de la Curia Romana al servicio del Pueblo de Dios.

Participó muy activamente en tareas de gran responsabilidad en los trabajos del Vaticano II, especialmente en el Decreto Presbyterorum ordinis, y contribuyó a la renovación espiritual de la Iglesia con mentalidad abierta y fidelidad al Evangelio. Prestó especial atención a los problemas de la mujer, y sus libros y ensayos, traducidos a varios idiomas, han supuesto una notable aportación a la misión del laicado y de los sacerdotes en el mundo actual".

Cardenal Ángel Suquía Goicoechea (Zaldivia, 1916-2006)
Obispo de Almería (1966-1969); Obispo de Málaga (1969-1973); Arzobispo de Santiago de Compostela (1973-1983); Arzobispo de Madrid (1983-1994)

"Persona enormemente delicada, receptiva y caritativa sabía escuchar a los demás y estaba siempre sonriente y alegre. Tal modo de comportarse era una característica muy suya, fruto de su unión incesante con Dios a mi modo de ver.

De profundas virtudes cristianas, era a la vez muy sencillo, muy natural sin que tuviera que hacer ningún esfuerzo para serlo. Este rasgo suyo me llamaba poderosamente la atención. Poseía el arte de encauzar la conversación con naturalidad evitando toda tensión y dando un tono sobrenatural a sus intervenciones que siempre —y por encima de todo— estaban informadas por la caridad cristiana.

Recuerdo, a este respecto, que coincidí con él en algunas reuniones o comidas con otros asistentes que a veces manifestaban opiniones dispares o juzgaban con cierto rigor a personas allí ausentes. Yo nunca he visto a D. Álvaro hablar mal de nadie. Nunca le oí ninguna observación fuera de tono ni le vi gesto despreciativo alguno contra nadie ante actitudes o comentarios críticos de otras personas.

Se notaba que D. Álvaro tenía habitualmente un trato muy íntimo con Dios. En su comportamiento se advertía, además, su profunda fe y amor a la Iglesia. Cuando hablaba del Papa lo hacía con mucho cariño, se le notaba que estaba muy identificado con sus intenciones y preocupaciones y que había entre ambos una verdadera sintonía espiritual"[18].

Cardenal Julián Herranz Casado (Baena, Córdoba, 1930)

Presidente del Pontificio Consejo para Interpretación de los Textos Legislativos (1994-2007)

Colaboró con Álvaro del Portillo en los trabajos conciliares y convivió durante décadas con él en la Sede Central del Opus Dei.

"Muchas fueron, efectivamente, las ocasiones en que la serenidad de espíritu de don Álvaro y su continua visión sobrenatural, reforzadas por su larga convivencia con Mons. Escrivá, garantizaron a los miembros y peritos de la Comisión de elaboración del Decreto Presbyterorum Ordinis en la que ambos trabajamos, la posibilidad de trabajar con paz y gran eficacia, en medio de bruscos cambios metodológicos y de notables contraposiciones doctrinales"[19].

"Tenía una gran capacidad para ganarse la simpatía, la estima, y la amistad de quienes trataba. Yo le he visto personalmente en tantas ocasiones, especialmente por su trabajo en la curia, tanto en la Congregación del clero, como después en la Comisión conciliar para la disciplina del clero y luego en la Comisión pontificia para la revisión del Código de Derecho canónico. Son muchos los amigos, amigos comunes, a los que he oído comentar con frecuencia, cuando él no estaba, las virtudes de don Álvaro, sobre todo su humildad y su delicada caridad"[20].

"Sabía exigir, pero con delicadeza, jamás levantando la voz o diciendo algo que pudiera herir"[21].

Cardenal Carlos Amigo Vallejo (Medina de Rioseco, Valladolid, 1934)

Franciscano. Obispo de Tánger, Marruecos (1974-1982); Arzobispo de Sevilla, España (1982-2009).

Tuvo un trato frecuente con Álvaro del Portillo.

"Pienso que Dios concedió al Opus Dei, en la figura y en la santidad de Álvaro del Portillo, un gran sucesor del Fundador. Se le notaba el peso de la responsabilidad por la Obra. La tenía en la cabeza y en el corazón. Suceder a san Josemaría no era tarea fácil. Puso todos los talentos en juego y una gran identificación con Dios. Su preclaro entendimiento, su cordialidad y capacidad de querer, junto con su fidelidad al espíritu de la Obra, fueron dones divinos que supo hacer fructificar. Es claro también que Dios le ayudó mucho.

Tenía una gran capacidad de entender los diversos carismas con los que Dios ha enriquecido a su Iglesia. Su amor por el Santo Padre y por los obispos era patente, así como por los religiosos".

Cardenal Eduardo Martínez Somalo (Baños de Rio Tobia, Logroño, 1927)

Sustituto de la Secretaría de Estado; Prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino (1988-1992); Prefecto para la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (1992-2004); Cardenal Protodiácono (1996-1999); Camarlengo de la Iglesia Católica (1993-2007).

Mantuvo una intensa amistad con Álvaro del Portillo

"Don Álvaro tenía un sentido eclesial muy agudo, y no fue nunca "hombre de parte". "Gozaba de la merecida estima de muchos eclesiásticos, que apreciaban precisamente su rectitud, parte de sus indudables cualidades personales, humanas y espirituales"[22].

"Quiero detenerme ahora en la amistad que me unió a Mons. Del Portillo. ¿Cómo podría olvidar el interés con que siguió mi labor sacerdotal con las enfermeras del Hospital General de Roma? (…) Nunca me pidió favores personales y siempre me hizo sentir su cercanía y su amistad, que se ponían de manifiesto en las cartas fraternales que me escribía, en las que siempre me decía que rezaba por mí.

En 1979 regresé a Roma y fui nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado. Cuando nos vimos, me saludó con gran afecto y me aconsejó de todo corazón que, cara a los posibles encargos que pudiera recibir en mi vida, ni perdiera nunca la actitud de desprendimiento y humildad. Esa era –me dijo- la primera condición para que mi servicio a la Iglesia fuera eficaz. A continuación me dio las gracias por la ayuda que prestaba al Santo Padre.

(…) Su sentido de la amistad era auténtico, lleno de unas expresiones de afecto que daba de un modo tan espontáneo, que no podían confundirse con las formalidades de rigor. Recuerdo, por ejemplo, el sincero afecto con que trataba a mi familia. Vino a visitarme dos veces durante el verano a mi ciudad natal, Baños de Rio Tobia, cerca de Logroño y pasó mucho tiempo, sin prisa, conversando en familia con mis hermanos. Incluso fuimos a rezar juntos al panteón familiar, y dinos una vuelta por el pueblo, haciendo una visita al Señor en el sagrario de la iglesia principal; en otra ocasión, después de rezar en el Santuario de Nuestra Señora de los Parrales, fuimos juntos e peregrinación hasta el Santuario de la Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja".

Cardenal José Manuel Estepa Llaurens (Andújar, 1926).

Arzobispo Castrense de España (1983-2003)

"La última vez que le vi fue en 1992 con motivo de la beatificación de san Josemaría, en la embajada de España ante la Santa Sede. Me impresionó su gozo y su paz, y tuve la impresión de que tenía el gozo interior del que ha cumplido una misión importante en su vida.

En las conversaciones que mantuvimos me llamó la atención su cariño por la Iglesia española; su bondad, su capacidad para escuchar y para "meterse en la piel" de los demás; su esfuerzo de benevolencia para con todos. Recuerdo con qué afecto trataba a personalidades eclesiásticas que yo sabía que no pensaban como él, y me dio alegría ver ese espíritu de fraternidad sacerdotal por ambas partes.

Luego, al conocer su vida con más detalle, he visto como ese trato lleno de caridad, afecto y comprensión no fue algo puntual, sino una constante a lo largo de su vida.

Álvaro del Portillo vivió en y para la Iglesia Universal. Fue un sacerdote y más tarde un obispo completamente entregado al servicio del Pueblo de Dios. Su beatificación supone una gran alegría para toda la Iglesia, y de modo muy particular para la Iglesia en España, a la que tanto amó y que estuvo tan presente en todos sus desvelos".

Cardenal Agustín García-Gasco Vicente (Corral de Almaguer, Toledo, 1931- Roma, 2011).

Obispo auxiliar de Madrid-Alcalá (1985); Arzobispo de Valencia (1992-2009)

"En mis conversaciones con él, comprobé siempre su afán de ser un fiel hijo de Dios y un diligente servidor de la Iglesia, digno hijo y sucesor del Beato Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei. Me consta que ésta fue su ambición y su empeño durante su vida.

En mis oraciones, me encomiendo a él y encomiendo la vitalidad cristiana de esta Archidiócesis de Valencia, que él tuvo la alegría de visitar en varias ocasiones, dejando en cuantos lo conocieron y trataron un recuerdo imborrable de su amor a Dios y a la Iglesia, y un gran deseo de vivir con radicalidad el mensaje del Evangelio"[23].

Cardenal Ricardo María Carles Gordó (Valencia, 1926 –Tortosa, 2013).

Obispo de Tortosa (1969-1990); Arzobispo de Barcelona (1990-2004)

Trató a Álvaro del Portillo desde el año 1952

"Conoci al siervo de dios a comienzos de los años 50. Me había trasladado desde Valencia a Salamanca para realizar mi tesis doctoral. Allí entré en contacto con Jerónimo Padilla, que era el director de la pequeña Residencia de estudianres que tenía el Opus Dei en la ciudad. Empecé a ayudar en la atención espiritual de la Residencia, mientras realizaba mis estudios e investigaciones.

Recuerdo que en los veranos de 1952 y 1953 pasé unos días de descanso y formación con un grupo de sacerdotes de distintas diócesis españolas. Esas jornadas de convivencia tuvieron lugar en Molinoviejo (Segovia). D. Álvaro vino de Roma esos días para estar con nosotros.

Me di cuenta enseguida de que estaba delante de un hombre de Dios. Su categoría humana y sobrenatural era patente, tanto por su predicación como por sus obras. Tenía un talante sencillo y a la vez elegante: su expresión era serena y profunda.

Era, ya entonces, el hombre más cercano a san Josemaría: la persona en la que el Fundador del Opus Dei descansaba: la fidelidad de D. Álvaro y su identificación con él eran totales.

Más adelante, con el transcurso de los años y después de ser él consagrado obispo, he podido tratarle en mis viajes a Roma, y he podido comprobar cómo era conocido y admirado en la Curia Vaticana. Su conocimiento de la Iglesia universal y especialmente su participación directa en los trabajos del Concilio Vaticano II, constituían un extraordinario bagaje que le permitió servir mejor a la Iglesia. Posteriormente, ya siendo Prelado del Opus Dei, ese conocimiento fue providencial para asentar la Prelatura.

Se notaba su honda formación teológica y canónica, pero también que había estudiado y ejercido como ingeniero. Cuando veía con claridad las cosas, las defendía con mucha fuerza. Tenía una fe profunda e ilustrada. Era suave en las formas, pero firme en la fe y en la defensa de la doctrina de la Iglesia y del carisma que recibió del Fundador. Fue la continuidad del Opus Dei. San Josemaría y él tenían modos de ser distintos, pero eran idénticos en la fidelidad al espíritu del Opus Dei"[24].

Canadá

Cardenal Edouard Gagnon (Port Daniel, Quebec, Canadá, 1918 – 2007).

De la Sociedad de sacerdotes de San Sulpicio.

Presidente del Pontificio Consejo para la Familia (1985-1990). Presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales.

"La estima y el reconocimiento que profesé a Mons. Álvaro del Portillo desde nuestros primeros encuentros, fue creciendo con el paso del tiempo, para convertirse en una auténtica veneración. Aquellos encuentros me hicieron un gran bien espiritual, y en la actualidad el recuerdo de este pastor ejemplar supone para mí una fuente de inspiración. En mi oración recurro a su intercesión para que me ayude a servir a la Iglesia con su misma entrega y fidelidad.

Mons. Del Portillo me impresiono siempre por su sencillez, su humildad y su realismo audaz. Ante él siempre me sentí pequeño, pero animado, porque me recordó que Dios hace las cosas más grandes con los hombres más pequeños. Esto es algo que nos cuesta ver con los ojos de la carne, pero nos lo confirma la fe. Le pido a este gran servidor de Cristo que interceda por nosotros, para que nuestra fe sea más confiada y más audaz. Y espero que el Señor conceda pronto a la Iglesia, a los sacerdotes ya los fieles laicos, el don de poder venerar oficialmente a Mons. Álvaro del Portillo como modelo de vida cristiana y de recurrir a él como intercesor ante Dios" [25].

EE. UU.

Cardenal William Wakefield Baum (Dallas, EE.UUU., 1926).

Arzobispo de Washington, (1973-1980); Prefecto de la Congregación para la Educación Católica (1980-1990); Penitenciario Mayor de la Penitenciaría Apostólica (1990-2001).

"Tuve la suerte de tratarle con frecuencia y a menudo, ya sea a causa de mi trabajo como Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, o en diversos encuentros informales y familiares.

Desde que le conocí supe que estaba ante un hombre profundamente unido a Dios, en el que las cualidades humanas -la bondad, la amabilidad, la serenidad, la paz interior y exterior- eran la prueba más tangible de la riqueza de su vida espiritual. Se sentía, junto a Mons. Álvaro del Portillo, la realidad de una oración muy profunda, de una fe que impregnaba su vida entera.

Pienso que la característica que definía su personalidad era el sentido vivo de la paternidad espiritual, que informaba su actividad pastoral"[26].

Cardenal Donald William Wuerl (Pittsburgh, 1940).

Obispo auxiliar de Seattle (1985-1988); Obispo de Pittsburgh (1988-2006); Arzobispo de Washington (2006).

"En las conversaciones que tuve con Mons. Del Portillo me sorprendió su humildad, su amabilidad, su fidelidad a la Iglesia y en particular hacían el Vicario de Cristo, junto con su respeto por la misión del obispo en la Iglesia y la necesidad de que estemos unidos en la profunda realidad espiritual del misterio de Cristo que actúa en nuestras vidas. Después de hablar con él siempre me quedaba la sensación de haber estado en la presencia de un sacerdote bueno y santo" [27].

Cardenal Raymond L. Burke (Richland Center, Wisconsin, 1948).

Obispo de La Crosse, U.S.A. (1994-2003); Arzobispo de Saint Louis (2003-2008); Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (2008)

"Desde 1989 a 1995, con motivo de mi trabajo en el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, tuve ocasión de conversar con Mons. Del Portillo en varias ocasiones. Durante esas conversaciones impresionó su humildad, su calidez humana y su caridad cristiana, signos evidentes para mí de la profundidad de su vida interior. Era conocido por su actitud alegre y su amable sonrisa.

Las cualidades de Mons. Del Portillo son un ejemplo para todos nosotros en el servicio de la Iglesia" [28].

Cardenal Theodore E. McCarrick (Nueva York, 1930).

Obispo de Metuchen, Nueva Jersey (1981-1986); (Arzobispo de Newark (1986-2000); Arzobispo de Washington (2000-2006).

"Yo tenía una amistad muy especial con él y acababa de recibir una nota entrañable, escrita a mano por él, manifestándome su pena porque no nos hubiéramos podido ver durante mi visita ad limina del mes de noviembre pasado. Le escribí enseguida, diciéndole que tenía la esperanza de poder estar con él durante mi próximo viaje a Roma. Ahora ese encuentro tendrá que esperar hasta que nos veamos en el Cielo…

Álvaro del Portillo fue una persona muy especial: un hombre bueno y santo. Estoy seguro de que su gran obra continuará dando frutos" [29].

Puerto Rico

Cardenal Luis Aponte Martínez (Puerto Rico, 1922-2012).
Obispo Auxiliar de Ponce (1962). Obispo de Ponce (1963). Arzobispo de San Juan, Puerto Rico (1964-1999). Cardenal desde 1973.

"Monseñor del Portillo dejó en mi vida un recuerdo imborrable tras mi conversación con él en Roma cuando fui a los Cónclaves de 1978 y, especialmente, después de la velada a la que tuvo a bien acompañarme en el Arzobispado de San Juan en aquella noche de San Sebastián de 1988. ¡Qué bueno era don Álvaro! Era tan humano y, a la vez, tan sobrenatural.

Si quedé impresionado con aquella visita en enero del 88, no digamos con la beatificación del Fundador en Roma. Todas las beatificaciones son impresionantes, pero ésta me conmovió especialmente (…).

Me siento orgulloso por haber participado en esas celebraciones con Mons. Álvaro del Portillo. A medida que pasen los años, su figura se irá agigantando cada vez más. Todavía es muy poco el tiempo transcurrido desde su muerte"[30].

México

Cardenal Ernesto Corripio Ahumada (Tampico, 1919 – México D.F., 2008).

Arzobispo Primado de México (1977-1994)

"Quienes lo conocimos y tratamos experimentamos siempre, junto al calor de su amistad, la naturalidad y sencillez que es característica distintiva de las almas grandes. Por eso, junto al indudable dolor que percibimos por su ausencia física, notamos un gozo muy grande al pensar que Dios ya le habrá otorgado el premio merecido por sus obras (...).

La vida de don Álvaro, a quien tuve el gusto de conocer durante bastantes años, iniciándose nuestro conocimiento antes del Concilio Vaticano II, en las sesiones preparatorias del mismo Concilio Vaticano II ya que éramos miembros de la Comisión del Clero, y al que me unió una larga y rica amistad fue, como han destacado estos días diversas autoridades eclesiásticas, un generoso servidor de la Iglesia y de las almas. Un "siervo bueno y fiel" (Mt 25,21) como, con frase evangélica, lo calificó en su telegrama el Santo Padre.

Mons. Del Portillo aprendió del Fundador del Opus Dei (a cuyo lado permaneció a lo largo de 40 años, siendo su principal colaborador y su digno sucesor) a vivir una "unidad de vida sencilla y fuerte". Supo armonizar las amplias facultades intelectuales que el Señor le otorgó, con una capacidad de trabajo bastante fuera de lo común y un apasionado amor a Dios y a su Iglesia Santa.

El resultado de todo esto fue un fecundo servicio a la Iglesia universal y a su cabeza visible, el Romano Pontífice, junto a una cordial colaboración con las iglesias particulares y con sus respectivos Ordinarios, a los que amó fraternalmente y ayudó con generosidad en la medida de sus posibilidades, unas veces personalmente y, otras, a través de sus hijos, los miembros del Opus Dei, sacerdotes y laicos. Recuerdo con gran cariño cómo en mis visitas a Roma siempre tenía la amabilidad de invitarme para ir a compartir con él; y la amabilidad con que trataba a éste su servidor, manifestando toda la grandeza y delicadeza de su corazón sacerdotal y episcopal"[31].

Ecuador

Cardenal Bernardino Echeverría Ruiz (Cotacachi, 1912 – Quito, 2000).

Franciscano. Arzobispo de Guayaquil, Ecuador 1969-1989)

"Tuve el privilegio no solamente de conocer, sino también de tratar y de sentirme muy cerca del corazón de este dignísimo Prelado; recuerdo especialmente la invitación a almorzar en su casa el año mil novecientos ochenta y cinco. Y siempre tuve la misma impresión: la de encontrarme con un auténtico sacerdote; un sacerdote que empleó toda su vida, hasta el último momento, en el servicio de Dios y de la Iglesia.

Por eso, desde el momento en que me enteré de su fallecimiento tuve la confianza de que él había sido llamado por Dios para recibir la recompensa obtenida por sus grandes méritos. Porque efectivamente, Álvaro del Portillo ha sido una figura única; por esto, el Santo Padre no solamente se contentó con enviar un telegrama, sino que quiso él mismo estar también presente junto a su cadáver, para rociar con las lágrimas de sus ojos, más que con el agua bendita, el cadáver de este obispo que, habiendo vivido santamente, ha entrado ya en la eternidad de la gloria.

Pienso que la vida de este santo no es otra cosa sino el reflejo de lo que fue Josemaría Escrivá. Este hombre providencial que vino a este mundo en el momento que la Divina Providencia quería hacer sentir su presencia en medio de la Iglesia, pues vino a realizar en la hora presente una misión única e insustituible: la que proclamó cuando decía que hay que gastar todo, toda la vida, en servicio de Dios y en servicio de la Iglesia. Él ha sido uno de los instrumentos con los cuales la divina providencia ha querido salvar la Iglesia en la hora presente (...).

Me parece admirable cómo Mons. Del Portillo ha ido conduciendo la Obra, durante estos diecinueve años, en lo que es la esencia misma del Opus Dei: la fidelidad al servicio a Dios y a la Iglesia: servir de veras a Dios con toda fidelidad, y servir a la Iglesia reconociendo y colaborando con el Papa en toda la obra de la evangelización"[32].

Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne (Lima, Perú, 1943).

Obispo auxiliar de Ayacucho (1988-1991); Arzobispo de Ayacucho (1991-1999); Arzobispo de Lima y Primado de Perú (1999-)

"Su amor a la Iglesia le hacía portador de un dinamismo en el trabajo que le permitió brindar de modo abundantísimo su colaboración al Concilio Vaticano II y luego a las múltiples Congregaciones Romanas de las que fue Miembro o Consultor. Soy testigo de este amor apasionado por la Iglesia y por el Romano Pontífice en las conversaciones personales que tuve con Monseñor del Portillo durante los últimos años, en mis visitas a Roma.

Siempre que estuve con él pude apreciar una bondad difícil de lograr sin la práctica heroica de las virtudes humanas y sobrenaturales. Unía la suavidad en el modo a una firmeza de fondo en todas sus decisiones, haciendo atractiva la virtud a quien lo trataba e infundiendo una seguridad en la fe, en unos tiempos nada fáciles para mí.

Cuando mi trabajo como Obispo de Ayacucho me llevó a tener que convivir en un clima de gran inseguridad física con el terrorismo, se prodigó en manifestaciones de constante oración y cariño hacia mí. Nunca me faltaron sus cartas y sus palabras de aliento. Reconfortaba mucho conversar con él y escucharle como, lleno de paz y confianza en el Señor, me decía que pusiera todo en manos de mi Padre Dios y que viviera al día. Era una receta que reflejaba su norma de conducta habitual.

Me encomiendo todos los días a su intercesión, porque estoy seguro de su santidad heroica y pienso que la amistad que me dispensó en la tierra continúa en el Cielo".

Cardenal Jorge Medina Estévez (Santiago de Chile, 1926).

Obispo de Valparaíso, Chile (1993-1996); Prefecto para la Congregación para el Culto Divino y la Doctrina de los Sacramentos (1998-2002)

"Lo conocí hacia 1963, durante el Concilio Vaticano II, en Roma. Recuerdo su vivísima preocupación a fin de que el Concilio diera un status claro al laicado católico, un status ajeno a toda forma de clericalismo. Su preocupación se centraba en el futuro Decreto "Apostolicam Actuositatem". Lo recuerdo en esa época como un sacerdote amable, serio en sus proposiciones, humilde en su trato. Su manera de ver las cosas me parecía justa e iluminadora. Volví a verlo muchas veces, cuando ya era Prelado del Opus Dei. Fue extraordinariamente acogedor conmigo, bondadoso, siempre preocupado por la sana y recta doctrina. Era mesurado y era muy característica en él la adhesión a la Iglesia y al Santo Padre. Tenía una clara percepción de los problemas actuales. Frecuentemente me invitaba a la Casa Prelaticia cuando yo estaba en Roma y esos almuerzos, con sus más cercanos colaboradores, me fueron siempre muy gratos y alentadores.

Creo que fue un sacerdote celoso, buscador de la Gloria de Dios, fidelísimo al carisma fundacional del B. Josemaría Escrivá de Balaguer, y estimo que le correspondió un papel importante en el asentamiento del status canónico de la Prelatura del Opus Dei"[33].

Japón

Cardenal Joseph Asajiro Satowaki (Japón, 1904-1996).

Obispo de Kagoshima (1955). Arzobispo de Nagasaki, Japón (1968-1990). Cardenal desde 1979. Fue el tercer cardenal japonés de la historia.

Le escribía a Mons. Echevarría: "Todavía está fresca en mi memoria la entrañable conversación que mantuve con él cuando vino a visitarme con usted. Me quedé impresionado por su fe y su fidelidad a la Santa Sede, así como por su celo apostólico y pastoral. A través de su ministerio como Prelado del Opus Dei ha hecho un gran servicio a la Iglesia, como puedo atestiguar por el servicio realizado por el Opus Dei en esta arquidiócesis. Pedimos a Dios que envíe pastores como Mons. Álvaro del Portillo a su Iglesia[34].

Filipinas

Cardenal Jaime Lachica Sin (Aklan, Filipinas 1928 –Manila, 2005).

Obispo auxiliar de Jaro (196-1972); Arzobispo de Jaro (1972-1974) Arzobispo de Manila (1974-2003).

"Fue un eminente hombre de Dios, un hombre que amaba realmente al Señor y al que el Señor amaba de una manera especial. Fue un hijo fiel de la Iglesia y el sentido de comunión eclesial que guió todos sus afanes como pastor constituye un ejemplo para todo el Pueblo de Dios"[35]

Kenia

Cardenal Maurice Michael Otunga (Kenia, 1923-2003).

Obispo de Tacapae (1956). Obispo de Kiisi (1960). Arzobispo de Nairobi (1971-1977).

"He sido testigo de la solicitud de Mons. Álvaro por el apostolado de la Iglesia en Kenia, y de su generosidad hacia nuestros sacerdotes y seminaristas kenianos, que fueron acogidos en el Ateneo Pontificio de la Santa Cruz y en el seminario internacional Sedes Sapientiae creados por él, así como he comprobado su caridad, la gentileza y la disponibilidad para con los obispos que buscaban ayuda"[36].

Angola

Cardenal Alexandre do Nascimento (Malanje, Angola, 1925).

Obispo de Malanje (1975). Vice-presidente de la Conferencia Episcopal de Angola (1975 -1981). Creado Cardenal presbítero, el 2 de febrero de 1983. Arzobispo de Luanda (1986-2001).

"Tuve la suerte de trabajar con Mons. Del Portillo durante el Sínodo que trataba de la formación sacerdotal. Nos conocimos mejor y fue así como, puedo decirlo, nos hicimos amigos (…) Sus cualidades atraían y se imponían hasta tal punto que, con su ejemplo, presentaban como agradable vivir una vida profundamente cristiana y sacerdotal. En la realización de los trabajos para los que fuimos llamados, advertí su prudencia, su solidez doctrinal, su competencia y su fortaleza, con la que no se imponía, sino que defendía la doctrina"[37].

Australia

Cardenal Edward Idris Cassidy (Sidney, Australia, 1924).

Fue Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos (1989-2001)

"Las impresiones que guardo de las ocasiones en las que estuve con don Álvaro son las de una persona exquisita, afectuosa y amable, muy serena y llena de paz. Les corresponde a otros llegar hasta la raíz de esa paz que inundaba su alma. A mi juicio era fruto de su oración y de la continua presencia de Dios en su vida" [38].

4. NUNCIOS APOSTÓLICOS

Mons. Romolo Carboni (Fano, Italia, 1911-1999).

Arzobispo titular de Sidón y delegado apostólico para Australia, Nueva Zelanda y Oceanía (1953- 1959). Nuncio apostólico en Perú (1959- 1969. Nuncio Apostólico en Italia (1969-1986)

Por nominación del Papa Juan Pablo II, el 19 de marzo 1983, dio ejecución en la Basílica Romana de San Eugenio, a la Bula Ut Sit del 28 de noviembre de 1982, que configuraba el Opus Dei como una Prelatura personal de la Iglesia Católica

"Mons. Del Portillo ha hecho un bien inmenso a la Prelatura, el Papa y la Santa Sede, la Iglesia y el mundo; para mí, fue, es y será un hermoso y maravilloso ejemplo, un amigo, un hermano, un padre, un benefactor generosísimo"[39].

Mons. Gaetano Alibrandi (Italia, 1914-2003).

Arzobispo.Trabajó desde 1941 en la Secretaría de Estado. Internuncio en Indonesia (1958); Nuncio de Chile (1961), de Líbano (1963) y de Irlanda (1963-1989)

"Tuve una relación de amistad con Mons. Del Portillo. Admiraba su piedad, que lo volvía un digno sucesor de Monseñor Josemaría Escrivá y albergaba sentimientos de admiración y veneración hacía él.

Estoy convencido de que, por haber cultivado las virtudes heroicas, será elevado, al igual que el Fundador, al honor de los altares"[40].

Mons. Justo Mullor (Los Villares, 1932).

Arzobispo. Nuncio apostólico en Costa de Marfil, Burkina Fasso, Niger, países Bálticos y México. Presidente de la Academia Pontificia Eclesiástica (2000-20007)

Trató con frecuencia a Álvaro del Portillo

"Jamás se manifestó en aquel complejo contexto del Concilio Vaticano II como hombre de parte –ni conservador ni progresista- sino como hombre de fe y de Iglesia, admirado por unos y por otros. Siempre me viene a la mente el recuerdo del querido y admirado Mons. Angelo Dell'Acqua, quien lo estimaba sinceramente y auspiciaba que "hubiera muchos don Álvaros"[41].

"Fue inmediata la respuesta de don Álvaro a mis propuestas como Nuncio Apostólico, de llevar la Obra, en 1980 a Costa de Marfil y, en 1992, poco antes de su muerte, a los Países bálticos"[42].

"Recuerdo aún con emoción el respeto que mostraba, siguiendo el ejemplo de san Josemaría, por Roger Schutz y Max Thurian. Al comentarle su presencia en la inauguración del Centro ELIS, me comentó: ´son dos buenos cristianos que buscan sinceramente la unidad de las Iglesias; recemos por ellos´.

Me acordé de este comentario suyo en dos ocasiones: cuando supe de la conversión al catolicismo y de la ordenación sacerdotal del segundo de ellos y cuando escuché de labios de Juan Pablo II un comentario muy positivo sobre el primero.

El ejemplo de Álvaro del Portillo me ha ayudado a ejercer mi misión de representante pontificio con el debido espíritu ecuménico, tanto entre los cristianos como entre los creyentes en el único Dios.

La evidente prudencia que demostró, primero, como primer colaborador de san Josemaría y, más tarde, como su primer sucesor en el gobierno del Opus Dei, era algo más que prudencia: era, a mi juicio, sabiduría, que es un don del Espíritu Santo.

Cuando decidía o aconsejaba ponía de manifiesto que las raíces de sus decisiones y de sus consejos eran fruto de su larga oración, más que de su larga experiencia. Secundando el ejemplo de san Josemaría, conocía —y amaba— como pocos a la Curia Romana; y no por conocer los defectos o las deficiencias de algunos de sus componentes, dejaba de ver los valores excepcionales de ese instrumento del gobierno petrino.

Jamás le vi caer en la tentación —bastante extendida en ciertos sectores eclesiales— de generalizar esos defectos y deficiencias. Siendo yo mismo parte de la Curia Romana, me aconsejó en más de una ocasión que me comportase siempre de manera digna de la confianza que habían depositado en mí el Papa y los demás Superiores, ya que mi comportamiento sería el mejor antídoto para neutralizar los defectos o deficiencias de algunas personas, que luego otras se encargarían de agigantar.

El amplio prestigio del que gozaba en Roma era la expresión clara de su ejemplar comportamiento personal en ese sentido".

Mons. Luigi Conti (Ceprano, 1929).

Arzobispo, Nuncio Apostólico en Malta, Libia, Tukmenistán, Turquía, Honduras. Ecuador, Kuwait, Iraq, Haití.

"El don más precioso que Mons. Del Portillo nos ha dejado es su fe luminosa de hombre de Dios; es su vida firmemente anclada en la Palabra y en la voluntad de Dios; es su caridad expresada no tanto en palabras como en la verdad y en las obras; es su manera de vivir configurada en Cristo y en el Evangelio.

Su testimonio confirma que es con la fe viva —que actúa por medio de la caridad—, que es con la santidad de vida en la juiciosa imitación de Cristo, que podemos realizar la nueva evangelización de nuestro tiempo"[43].

Mons. Józef Kowalski (Jadowniki Wet, Polonia, 1938).

Arzobispo. Nuncio Apostólico en Polonia (1989-2010) Arzobispo de Gniezno y Primado de Polonia (2010-2014)

"Todos los momentos de nuestros encuentros, de común intercambio de pensamientos (...), me permitieron descubrir, en el Obispo Álvaro del Portillo, a un hombre entregado a la Iglesia, comprometido en el trabajo apostólico y evangelizador. A pesar de su avanzada edad, supo abrirse a los nuevos signos de los tiempos, alcanzar amplios horizontes, expresión de lo cual puede ser la decisión de llevar el Opus Dei a Polonia.

Tuve la impresión de que era un hombre fiel a Jesucristo, que intentaba testimoniar con su vida los auténticos valores del Evangelio. Pienso que no ahorró ninguna de sus fuerzas para el bien de la Iglesia, sinceramente preocupado en que la Obra por él dirigida fuera eficaz instrumento en las manos de Dios. Fue un verdadero vir Ecclesiae, filialmente entregado al Santo Padre, representante de Cristo en la tierra, generosamente dispuesto a realizar su vocación cristiana, sacerdotal y episcopal" [44] .

Paul Fouad Naïm Tabet (Maarab, Líbano, 1929- 2009). Arzobispo. Nuncio en Grecia; Observador permanente ante las Naciones Unidas; Nuncio en Nigeria, Belize, Antillas, Republica Dominicana, Trinidad-Tobago, Jamaica, Barbados y Bahamas.

Era nuncio en Nigeria cuando Álvaro del Portillo visitó ese país africano.

"Permanece muy vivo en mí el recuerdo del encuentro que tuve con Su Excelencia [Álvaro del Portillo] en Roma y su visita a Nigeria. Su profundo amor a la Iglesia y el testimonio ejemplar de su vida dedicada a Dios y su fidelidad a la Sede de Pedro, su notable capacidad y el celo apostólico que caracterizó a su persona, hacen que aquellos años en los que dirigió la Obra fueran un período brillante y lleno de gracia abundante"[45].

5. ARZOBISPOS Y OBISPOS

Portugal

Mons. Alberto Cosme de Amaral (Touro, 1916 – 2005).

Obispo auxiliar de Oporto (1964-1972); Obispo de Leiría-Fátima (1972-1993).

Este prelado que recibió con frecuencia a Álvaro del Portillo en Fátima, con motivo de sus numerosas peregrinaciones, afirmaba que toda su vida fue:

"una continua contemplación de Dios, a cuya gloria dedicó toda su existencia" [46].

España

Mons. José María Cirarda Lachiondo (Baquio, Vizcaya, 1917 –Vitoria, 2008).

Obispo auxiliar de Sevilla (1960-1968); de Santander (1968-1972); de Córdoba (1971-1978); Arzobispo de Pamplona y Tudela (1978-1993)

"Siempre admiré (...) su hondura espiritual, su temple apostólico sacerdotal, su humildad y sencillez, su carácter sereno tallado en un rico temperamento, la habilidad para hacer fáciles las cuestiones más difíciles y... ¡su fidelidad exquisita al Fundador del Opus Dei, de quien había sido tan íntimo colaborador durante muchas décadas![47]

Mons. Fernando Sebastián (Calatayud, Zaragoza,1929).

Obispo de León (1979-1988); Coadjutor Obispo de Granada (1988-1993); Arzobispo de Pamplona y Tudela (1993-2007)

"He recibido con gran pesar la noticia del repentino fallecimiento del reverendísimo don Álvaro del Portillo. Puede tener un valor simbólico el hecho de que su muerte haya ocurrido a la vuelta de un viaje a Tierra Santa. La visita a los Santos Lugares puede ser una buena preparación para encontrarse cara a cara con el Resucitado en la gloria del Padre"[48].

"A lo largo de los diferentes encuentros, fui recibiendo cada vez con más fuerza y claridad el testimonio de su profunda piedad, de su gran bondad y de su sincero amor eclesial"[49].

Mons. Manuel Ureña Pastor (Albaida, Valencia, 1945)

Obispo de Ibiza, de Alcalá de Henares y de Cartagena. Arzobispo de Zaragoza desde 2005.

"Su conversación, como sus escritos, traslucía un intenso amor a la Iglesia y un gran sentido de eclesialidad. Todo lo de la Iglesia era muy suyo. Sus trabajos en la Curia Pontificia y sus aportaciones en el Concilio Vaticano II habrían influido en esa visión católica, universal de la Iglesia. Me conmovió que viniera a Valencia a rezar ante los restos mortales de Mons. Roca, arzobispo de Valencia, fallecido en un accidente de circulación en enero de 1991. Se querían y se trataban desde hacía años, pero aquello fue un detalle de afecto con todo el presbiterio de la diócesis, al acompañarnos en esos momentos duros. Tenía una clarividencia para detectar los problemas de fondo, como se observa en sus trabajos sobre el sacerdocio y en sus aportaciones sobre las asociaciones sacerdotales. Era fácil conectar con él de palabra y por escrito.

Yo acababa de ser nombrado Obispo de Alcalá y no tenía seminario. Descubrí en él una persona que compartía mi problema y me apoyaba en la búsqueda y formación de los candidatos al sacerdocio".

Mons. Francisco Gil Hellín (Murcia, 1940)

Secretario del Pontificio Consejo para la Familia (1996-2002). Arzobispo de Burgos (2002- ).

"Siempre que he tenido la ocasión de encontrar a su Excelencia Álvaro del Portillo, especialmente en el periodo que ha sido Prelado del Opus Dei, he sentido, como consecuencia de su trato, deseos más intensos de mejorar mi vida sacerdotal. Su sencillez, amabilidad y bondad a la vez que su preocupación e interés por los demás le hacían transparentar la imagen y el desvelo del Buen Pastor, suscitando en quienes le trataban mayores deseos de docilidad a las gracias de Dios y de mayor correspondencia a la generosidad de sus dones"[50].

Mons. José Antonio Infantes Florido (Almadén de la Plata, Sevilla, 1920 – Gelves, Sevilla, 2005)

Obispo de Gran Canaria (1967); Obispo de Córdoba (1978 - 1996).

"Ha sido capaz de llevar el timón con esa mano suave pero firme y con esos ojos de esperanza. ¿Por qué? Porque no era suyo, porque eso no pesaba lo que interesa a la gente; eso tenía otro peso más profundo: el de la gloria de Dios, el que realmente le interesaba[51] ".

Mons. Francisco Peralta Ballabriga (Teruel, 19911-Zaragoza, 2006).

Obispo de Vitoria (1955-1978).

"Tenía un gran corazón que transmitía paz, serenidad, optimismo; y cada vez con el pasar del tiempo soy consciente de que todo ello era fruto de una vida empapada de la presencia de Dios en todas las situaciones por las que pasaba". [52]

Mons. Pablo Barrachina y Estevan (Castellón, 1912 –Alicante, 2008).

Obispo de Orihuela-Alicante (1954 -1989).

"De mi amado Mons. Álvaro del Portillo guardo en mi corazón recuerdos imborrables (...). Su paternal figura, la de Don Álvaro, se me grabó en el alma como a fuego, desde el principio, y en mi corazón la tengo fija. Sin prevenir el supremo e infalible juicio de la Iglesia, siempre le llamé santo, privada y públicamente.

¿Qué me convenció de él...? Su presencia física y espiritual, que reflejaba todo su ser como transparencia de Cristo. Su paz interior, fruto del Espíritu Santo, que le inundaba. Su discernimiento de espíritus, porque poseía el don del Consejo en aras del bien espiritual de las innumerables personas que se acercaban a él. Y su discreción suma que, amando apasionadamente la Verdad y la Santidad, era incapaz de ningún comentario negativo.

Su alma, vacía y purificada de toda clase de asimientos y apetitos, vivía acendrada en Cristo, a Quien contemplaba en su intimidad y amaba con toda la capacidad de su ser, como diría San Juan de la Cruz. Era realmente un hombre de Dios. Todo lo cual me honro en decirlo, y lo afirmaré siempre que haga falta" [53].

Mons. Ciriaco Benavente Mateos (Malpartida de Plasencia, Cáceres, 1943).

Obispo de Coria-Cáceres (1992-2006). Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones (1999-2005) en la Conferencia Episcopal española).

"Desde su elección como Pastor del Opus Dei no tuvo más afán que la santidad de sus hijos y la fidelidad al carisma recibido, para servir al Señor, a la Iglesia, a todos los hombres (...). Ante todo ha sido un sacerdote fiel, y Dios ha premiado su fidelidad con frutos de gracia, de paz, de comprensión, de perdón, de generosidad y sacrificio"[54].

Mons. Demetrio Mansilla Reoyo (Los Ausines, Burgos, 1920 –Burgos, 1998).

Obispo auxiliar de Burgos (1958-1964); obispo de Ciudad Rodrigo (1964-1988).

"Daba la impresión de ser un hombre de fe profunda, también a la hora de enjuiciar la situación del mundo y de valorar los problemas de la Iglesia, lo cual hacía siempre con conocimiento, con caridad, a veces con dolor. Se notaba su preocupación de hijo fiel ante las actitudes doctrinales, los criterios desorientados y los comportamientos que ponían en peligro la fe cristiana. Llevaba en el corazón el amor a la Iglesia y al Papa. Se dolía de la falta de docilidad, a veces indiferencia, de determinados eclesiásticos respecto del Magisterio de la Iglesia.

Su trato removía el espíritu y suscitaba deseos de caminar hacia la santidad mediante la generosidad en la entrega a Dios y a los hijos de Dios.

Daba la impresión de vivir nítidamente sintonizado con el Evangelio y con el querer de Jesucristo sin interferencia alguna así como la de ser un alma verdaderamente eucarística. Las veces que comí con él le acompañé para hacer la visita al Señor en el sagrario.

Le vi siempre firme en mantener la vida de piedad tradicional y de siempre (sacramentos, sobre todo el de la Sagrada Eucaristía el de la reconciliación o confesión, etc.).

Se le notaba un claro amor a la persona del Romano Pontífice y a los obispos en comunión con la sede Apostólica. Le dolía la falta de unidad interna de la Iglesia de Jesucristo. Al estar con D. Álvaro no se podía no sentir el impulso a amar más y mejor a la Iglesia y al Papa.

Nunca le oí decir y hacer nada contra la virtud de la caridad con Dios y con el prójimo. En el trato sobresalía su sencillez, dulzura, sinceridad, comprensión, confianza y afecto humano; nunca vi que se dejara llevar por el celo amargo, la crítica, la murmuración, la ira o la falta de delicadeza y urbanidad (modales bruscos, etc.).

Personalmente no conservo de él sino recuerdos gratos, ejemplares y de gratitud sincera por lo que, en conciencia, me he creído obligado a hacer en pro de la verdad y de la razón del Opus Dei.

Concelebré en la Santa Misa tenida en la catedral de Burgos en sufragio por su alma. Pero lo hice convencido de su santidad y de que merece ser canonizado" [55].

Mons. Méndez Asensio (Vélez Rubio, Almería, 1921 –Granada, 2006).

Obispo de Tarazona (1968-1971); Arzobispo de Pamplona y Tudela (1971-1978); Arzobispo de Granada (1978-1996).

"He visto en D. Álvaro un hombre fiel, como puso de relieve el telegrama que el Papa dirigió el día de su fallecimiento: hombre fiel a la Iglesia, al sucesor de Pedro (...). Un hombre fiel. Me parece que es uno de los adjetivos que mejor cuadran con su personalidad" [56].

Holanda

Mons. Johannes Gijsen (Holanda, 1932-2013).

Obispo de Roermond, Holanda (1972 -1993). Obispo de Reykjavik, Islandia (1996-2007).

"Me he sentido muy entendido, apreciado, y querido por parte de don Álvaro. Tenía mucha comprensión por la situación –muchas veces difícil- de la Iglesia en Holanda. Una y otra vez me ha animado"[57].

Gran Bretaña

Mons. William Gordon Wheeler. (Saddleworth, 1910-1998).

Obispo de Leeds (1966-1985).

"¡Qué ejemplo nos dio como sacerdote y como obispo fiel a la cátedra de Pedro! Una de las virtudes que siempre he admirado era su gran paciencia. El Opus Dei ha sido bendecido grandemente en sus comienzos por hombres como él, que destacan por su amor y su santidad"[58].

Bélgica

Mons. Guillaume-Marie van Zuylen (Lieja, Bélgica, 1910-2004).

Obispo de Druas (1951-1961); obispo de Lieja (1961-1986).

"Conocí a Mons. Álvaro del Portillo durante el Concilio Vaticano II: ambos trabajamos en la Comisión Conciliar para el Clero; y después nos encontramos en el mismo grupo para la revisión del Código de Derecho Canónico, por lo que nos encontramos en dos sesiones anuales durante más de diez años.

Soy testigo de su amor a la Iglesia, de su celo por el Opus Dei. Trabajó con sabiduría y perseverancia para conseguir la configuración del Opus Dei como Prelatura personal, tal como deseaba el fundador, el Beato Josemaría. Mons. Álvaro del Portillo fue un trabajador ordenado, un hombre de escucha y colaboración, un amigo entrañable y un corazón fiel, un sacerdote de profunda vida espiritual"[59].

Polonia

Mons. Józef Zycinski (Polonia, 1948- Roma, 2011).

Obispo de Tarnów (Polonia (1990-1997).

"Me encontré personalmente con Mons. Álvaro del Portillo en tres ocasiones, la última de ellas tuvo lugar algunas semanas antes de su muerte. Ya entonces se podía apreciar dificultad en el habla; no obstante, invariablemente se interesó por la situación de la Iglesia en los antiguos países comunistas, mostrando con esto tanto apertura a los problemas de la Iglesia universal, como preocupación por la fidelidad a la universalidad cristiana en el contexto de los profundos cambios que afectan a la sociedad contemporánea.

Se alegró profunda y sinceramente por las noticias acerca de los sacerdotes de la diócesis de Tarnów que trabajan en las antiguas repúblicas de la ex Unión Soviética. Interpretó el proceso de cambios en la Europa Oriental en términos de los planes de Dios, que actúan simultáneamente con el esfuerzo del hombre que busca la gracia y la desea incansablemente, a pesar de la larga indoctrinación ideológica. En sus palabras pronunciadas con esfuerzo, aprecié una profunda motivación religiosa, que se manifestaba a la par con el calor natural de una personalidad entregada a la Iglesia, que sabía sacar alegría de todo aquello que evidenciaba el desarrollo de la Iglesia.

Otra manifestación de sensibilidad al carácter universal de la misión de la Iglesia fue su interés por los problemas de la evangelización en África (...). Todos mis comentarios encontraban una calurosa acogida y gran interés por las reales condiciones de la Iglesia en África.

El último tema de nuestra conversación se centró en la presencia de la Iglesia en la ciencia y la cultura contemporánea (...). Hizo notar que, a pesar de que la naturaleza de nuestras vivencias espirituales se encuentra en el nivel de mociones espirituales no visibles, el hombre necesita invariablemente señales materiales, para manifestar de esta forma sus más profundas convicciones. Fue un error de algunos cambios postconciliares el despreciar la realidad visible de símbolos y señales que manifiestan la riqueza del espíritu humano. Cuando faltan estas señales, puede sufrir empobrecimiento la rica esfera de nuestras vivencias espirituales. Muchas crisis sacerdotales han tenido su sustrato en que se ha despreciado la integración entre la vivencia espiritual y su expresión exterior. Por eso precisamente es tan importante para el Cristianismo cuidar el diálogo con la cultura contemporánea, para —con la ayuda de las formas características de esta última— expresar los contenidos más profundos y atemporales del Cristianismo.

Entre las impresiones que saqué de aquel encuentro, dominaba la sensación de profundo realismo en los juicios y simultáneamente la preocupación por impregnar la cultura contemporánea con los valores universales del Cristianismo. Dos días después de mi vuelta de Roma, tras finalizar las sesiones del Pontificio Consejo de la Cultura, recibí la noticia del fallecimiento de Mons. Del Portillo. Nuestro último encuentro se me hizo presente como el don maduro de una vida entregada totalmente a Dios y a la preocupación por el aumento de la Iglesia de Cristo" [60].

Mons. Bronislaw Dabrowski (Grodziec Konin, Polonia, 1917- 1997).

Obispo auxiliar de Varsovia (1961-1993).

"Conocí por primera vez al Obispo Álvaro del Portillo como acompañante del Beato Josemaría, en Roma, cuando visitó en Pietro Cavallini al Primado Wyszynski.

En 1975, cuando fue elegido primer sucesor del Beato Fundador del Opus Dei, le visité en la Casa General de Roma en Viale Bruno Buozzi, para presentarle mis felicitaciones. Desde ese momento nos escribíamos. De la correspondencia se desprendía su devoción a Jesucristo en la Eucaristía y a la Santísima Virgen María.

El amor a la Iglesia y al Papa era su pasión. Destacaba su gran celo pastoral. Durante el Congreso Eucarístico de Milán, el año 1983, organizó en la plaza las confesiones de los participantes al Congreso, de lo que se habían olvidado los organizadores. Lo resaltaban los sacerdotes con los que entonces me encontré.

Cuando me encontré por segunda vez en el hospital Gemelli en Roma, fue uno de los primeros que me visitó. Todavía recuerdo sus palabras, las cuales manifestaban un profundo abandono de todo en la Voluntad de Dios Padre. Destacaba su encendida oración, procedente de una profunda vida interior. En resumen, hay que afirmar que no sólo fue muy entregado al Beato Josemaría, sino que también vivió su espíritu y propagó su programa pastoral.

Vivió y murió como fiel hijo de la Iglesia, imitador del mismo Jesucristo"[61].

Estados Unidos

Mons. Thomas Daily (Belmont, Massachusetts, 1927).

Obispo de West Palm Beach, Florida (1984- 1990); Obispo de Brooklyn (1990 – 2003).

Este Prelado explicó años después que el Siervo de Dios había hecho el Opus Dei " mediante la predicación y la enseñanza de la palabra y con el ejemplo, del mensaje de Jesús en el Evangelio. Lo ha hecho santificando la administración de los sacramentos de la Iglesia. Lo ha hecho, como el Buen Pastor, guíando y alentando a las almas hacia la verdad y la bondad, y sirviendo a los demás por amor a Cristo" [62].

Mons. Thomas G. Doran (Rockford, Illinois, U.S. A. 1936)

Obispo de Rockford (U.S.A.), Auditor Prelado de la Rota Romana (1994); Miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (2000) y de otras congregaciones

"Desde 1986 hasta 1994 trabajé como auditor prelado de la Sagrada Rota Romana. Durante esos años conversé con Mons. Del Portillo en varias ocasiones. Su humildad y su gentileza combinada con el calor humano y la caridad cristiana, eran signos evidentes de la profundidad de su vida interior. Siempre lo recordaré por su alegre sonrisa serena" [63].

Puerto Rico

Mons. Ricardo Suriñach (Mayagüez, Puerto Rico, 1928 –Ponce, 2005).

Obispo auxiliar de Ponce, Puerto Rico (1975-2000); obispo de Ponce (2000-2003).

"Considero que la figura de Monseñor Álvaro del Portillo es el modelo exacto del sacerdote y del obispo que el Santo Padre [Juan Pablo II] espera para el nuevo milenio: y me dio gran alegría —por su gran fidelidad al Vicario de Cristo— que Su Santidad acudiera a Villa Tevere para rezar ante sus restos mortales, que yacían con gran paz en el suelo de Santa María de la Paz, la Iglesia Prelaticia.

Hombre culto y de preclara inteligencia, sin embargo, no hacía alarde de sus conocimientos, antes bien, reflejaba una profunda humildad, verdaderamente notable dada su talla intelectual y sobrenatural. Siempre admiré en él —desde el mismo momento en que le conocí— su alegría, su serenidad, su elegancia, su sonrisa, que no eran otra cosa que una manifestación de su constante presencia de Dios, de su unión con Él. Se veía que amaba al Santo Padre, y le daba alegría poder hablar de él y con él. Por eso, que el Santo Padre acudiera a la capilla ardiente de Monseñor del Portillo, me ayudó a comprender con más hondura la santidad de aquel buen amigo que fue don Álvaro"[64].

Mons. Juan Fremiot Torres Oliver (San Germán, Puerto Rico, 1925 – Ponce, 2012).

Presidente de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico.

"En mis largas conversaciones con Mons. Del Portillo en estos agitados años de la vida de la Iglesia, siempre le escuché palabras de comprensión y de disculpa para todos. Nunca una queja, ni una palabra contra nadie. Resultaba edificante su comprensión con las personas y, a la vez, su intransigencia con el error. Sabía ver el lado positivo de todos los sucesos" [65].

México

Mons. José Guadalupe Padilla y Lozano (San Miguel El Alto, México, 1920 - 2013).

Primer obispo de la diócesis de Veracruz (1963-2000).

"Por medio de la presente quiero dar testimonio sobre el conocimiento de la vida que he tenido de Mons. Álvaro del Portillo.

En tres ocasiones he estado en la sede central de la Prelatura del Opus Dei con Mons. del Portillo y he sido testigo de su personalidad: un hombre sencillo, humilde, un hombre de Dios, espiritual, que amó a la Iglesia, que creyó en la Iglesia, que esperó en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo el Señor.

Por Cristo entregó su vida al servicio de Dios y de la Iglesia y para continuar la Obra del Fundador, del Beato Josemaría, en bien de la Iglesia y de las almas, porque el Opus Dei no es una isla, es la Iglesia, cuyo fin es extender, fortificar la Iglesia en las distintas regiones del mundo, santificar, evangelizar (…).

Un hombre que tuvo contacto íntimamente con el Fundador, que siguió sus directrices, siguió sus métodos, al dirigir la Obra.

Un hombre que amó entrañablemente a la Santísima Virgen, se abandonó en sus brazos, como el hijo que se arroja en los brazos de la madre, para ahí encontrar el fruto bendito del vientre de María.

Colaboró con la Santa Sede en los organismos que el Santo Padre tiene para el servicio de toda la Iglesia, colaboró en el Concilio y en los distintos Sínodos que se han celebrado en la ciudad de Roma.

Continuamente estaba con el Santo Padre, que lo llamaba para consultarle determinados problemas que había en ciertas regiones de la Iglesia. (…) Un hombre que hizo muchísimo en la Iglesia por la manera de vivir y de actuar, cumpliendo las palabras del Señor: que vean vuestras buenas obras para que los que las vean glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mt, 15-16). No por ostentación, sino para alabanza y gloria del Padre que está en los cielos" [66].

Mons. Luis Rojas Mena (Jalpa de Cánovas, México, 1917- Guadalajara, 2009).

Obispo de Culiacán (1969-1993).

"Tengo la certeza de que este hombre es parte de la riqueza de la Iglesia, de esa riqueza que la conforman los hombres buenos que, en medio de tantos problemas que aparecen en el mundo, con su ejemplo de santidad nos han dejado una huella profunda. Tal es el caso de Don Álvaro del Portillo, que supo vivir siempre unido al sucesor de Pedro y al Magisterio de la Iglesia.

Don Álvaro fue un alma fiel al carisma del Opus Dei, que lo aprendió directamente de la fuente: el Fundador y ahora beato Josemaría Escrivá. Como primer sucesor suyo, supo dar continuidad a su Obra, con una delicada fidelidad al espíritu fundacional y con una dedicación plena a su desarrollo.

Durante mis 26 años de obispo de Culiacán, conocí a profundidad el trabajo del Opus Dei en mi diócesis. Soy testigo de dos características: sus miembros profesan una doctrina completamente ortodoxa, apegada al Magisterio eclesiástico; y en la parte práctica, los sacerdotes llegan a la profundidad del alma, a través del confesionario, al que dedican la mayor parte de su tiempo, y mediante esta labor transforman desde el fondo del corazón la vida cristiana. Los casi 20 años que Don Álvaro dirigió el Opus Dei coincidieron con mi tarea al frente de la diócesis de Culiacán. Por este motivo, al constatar los frutos de la labor de la Obra durante ese tiempo, no puedo menos que pensar con agradecimiento a Dios, en quien desde Roma la impulsaba constantemente.

Estoy convencido, por todo esto, que Don Álvaro fue un digno sucesor del Fundador y un ejemplo de santidad y virtudes que los miembros del Opus Dei nunca podrán perder de vista. También pienso en el bien que podría aportar si la Iglesia lo reconociera algún día como ejemplo para todo el pueblo de Dios" [67].

Mons. Alfredo Torres Romero (México, 1922-1995).

Obispo de Toluca (1980-1995)

Este Prelado se preguntaba como había podido llevar a cabo el Siervo de Dios su ingente labor evangelizadora.

"¿Cómo pudo? ¿Cómo logró realizar esta misión? Pasando muchas horas en oración ante el Tabernáculo. Así se hacen las Obras de Dios; sólo así se alcanza la santidad, la plenitud de la santidad" [68].

El Salvador

Mons. Fernando Sáenz Lacalle (Cintruénigo, Navarra, 1932).

Obispo Auxiliar de Santa Ana (1994-1985); Administrador apostólico del Ordinariato Militar (1993-1997); Administrador Apostólico de Santa Ana (1998-1999); Arzobispo de San Salvador, El Salvador (1995-2007).

Convivió con Álvaro del Portillo en Roma y le trató en numerosas ocasiones.

"En las abundantes ocasiones que, por gracia de Dios, tuve la oportunidad de conversar con Mons. Del Portillo quedaron para mí muy patentes su profunda humildad, su generoso espíritu de servicio, su gran amor a la Iglesia y su intensa unión con Dios. Su trato, tan sobrenatural, discurría sin embargo por cauces de sencilla naturalidad. Entre otras muchas virtudes, deseo destacar también su amor al sacerdocio y a los sacerdotes.

Estoy convencido de la santidad de Mons. Del Portillo y considero que su beatificación pondrá de manifiesto las maravillas que Dios obra en las almas fieles, a la vez que animará a muchos cristianos a seguir el camino espiritual que él recorrió"[69].

Brasil

Mons. Alano María Pena (Rio de Janeiro, 1935).

Dominico. Obispo auxiliar de Belem do Pará (1975-1979); Obispo de Marabá (1979- 1985); Obispo de Itapeva, Sao-Paulo (1985- 1993); Obispo de Nova Friburgo (1993-2003); Arzobispo de Niteroi, Rio de Janeiro (2003-2011).

"Hace algún tiempo, por la gracia de Dios, tuve el privilegio de conocer de cerca la vida y el testimonio de la fe del Excmo. Mons. Álvaro del Portillo, hoy en la Casa del Padre.
Me impresionó su disponibilidad y su abnegación ardiente en el servicio de la Iglesia, así como su dedicación paternal en el ejercicio de su misión como obispo-prelado del Opus Dei, sucediendo al beato Josemaría Escrivá.

Sin duda, su larga relación con este santo fundador del Opus Dei, que fue confesor y consejero, contribuyó en gran medida a que recorriera los mismos caminos de la santidad y de fidelidad al Señor en su Iglesia.

Estoy seguro de que la divulgación de su vida y de sus virtudes heroicas proporcionará un bien inmenso a la Iglesia". [70]

Colombia

Mons. Alberto Giraldo Jaramillo (Manizales, 1934).

Arzobispo auxiliar de Popayán (1974-1977); Obispo de Chiquinquirá (1977-1983); Obispo de Cúcuta (1983-1990); Arzobispo de Popayán (1990-1997); Arzobispo de Medellín (1997-2010).

"Tuve la alegría de compartir muy de cerca su manera de pensar y de vivir su sacerdocio durante los días del Sínodo de 1987 sobre los Laicos. Admiré su sencillez, su profundidad doctrinal y su caridad acogedora y alegre con todas las personas"[71]

Argentina

Mons. Jorge Manuel López (Rosario, Santa Fe, Argentina, 1918 – Rosario, 2006).

Obispo auxiliar de Rosario (1968-1972); Arzobispo de Corrientes (1972-1983); Arzobispo de Rosario (1983-1993).

"He visto en Mons. Álvaro del Portillo - ante todo, la imagen del verdadero sacerdote que busca únicamente la gloria de Dios y el bien de las almas (...); y he visto en él, también, junto con todo esto, a través de sus intervenciones en estos Círculos menores [del Sínodo de Obispos de 1987], un gran amor al laicado. (...) Me daba cuenta de la profundidad y la fuerza con que tenía presente la santificación de los laicos, promoviendo con toda la energía de que era capaz la santidad de los mismos y de los que encontraba en su camino. (...) Creo que vale en toda su profundidad y en toda su extensión simplemente esta afirmación: he visto en Mons. Álvaro del Portillo un verdadero hombre de Dios, con un gran corazón lleno de amor a Jesucristo, a la Iglesia y al Romano Pontífice"[72].

Mons. Pedro Luis Ronchino. (Rosario, Santa Fe, 1928).
Salesiano. Obispo de Comodoro Rivadavia, Argentina (1993-2005).

"Hace poco más de un año que Mons Álvaro del Portillo volvió a la Casa del Padre. Su vida estuvo tan estrechamente unida a la del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, que espontáneamente uno tiende a pensar que debería continuar vinculada a ella, también en la gloria de los altares. Parecería hasta injusto que sólo en eso estuviesen como "separados"...

Pero además, hay un motivo ligado al Concilio Vaticano II. En su máximo documento como es la Lumen Gentium, insiste tanto en el universal llamado a la santidad y al mismo tiempo que cada uno debe responder a él desde su particular condición, que uno desea que también para los Pastores, que deben vivir épocas de grandes cambios, son oportunos modelos cercanos en el tiempo y en las circunstancias, como una guía más fácilmente imitable..."[73].

Perú

Siervo de Dios Mons. Enrique Pèlach y Feliu (Anglés, Gerona, España, 1917- Abancay, Perú, 2007).

Obispo de Abancay, Perú (1968-1992).

"He participado en reuniones y tertulias presididas por Mons. Álvaro del Portillo y también he visto algunas películas de sus catequesis multitudinarias por los cinco continentes. En todas ellas le he visto sacerdote orientador con excelente doctrina y un gran amor a Trinidad Beatísima, a la Virgen, a la Iglesia, al Papa y a las almas; ha respondido acertadamente a toda clase de preguntas sobre religión, moral, o de la vida ordinaria, siempre orientando y empujando hacia una vida cristiana auténtica, teniendo constantemente en su semblante esa sonrisa bondadosa y cautivadora, aunque hablara de la Cruz o de desviaciones que había que rectificar"[74].

Mons. Isidro Sala Ribera (Bergús, Solsona, 1933-2007).
Obispo auxiliar de Abancay (1986-1990); Obispo Coadjutor de Abancay (1990-1992);Obispo de Abancay (1992-2009).

"Además de conocerle por sus escritos, he tenido la oportunidad de escucharle en homilías, en tertulias de pequeños y de grandes grupos de personas, tanto en directo como en vídeo y siempre he sacado la impresión de estar viendo y escuchando a un hombre de Dios, un santo sacerdote, un Obispo santo, que desborda de amor a la Iglesia.

Estoy convencido que su alma goza de la gloria con una santidad gigante. En privado me encomiendo a él y le pido muchos favores, para que me los alcance de Dios" [75] .

Mons. Luis Sánchez-Moreno Lira. (Arequipa, Perú, 1925 – Lima, 2009).

Obispo Prelado de Yauyos, Cañete e Huarochirí, Perú (1968-1996). Arzobispo de Arequipa (1996-2003).

El Señor me regaló la ocasión de estar muy cerca de D. Álvaro del Portillo en los años del Vaticano II, y apreciar entonces su inmenso amor hacia la Iglesia y el Papa, su gigante colaboración en los estudios y en la redacción de documentos del Concilio, su preocupación cariñosísima por tratar a los Padres Conciliares ayudándoles en la difícil tarea que les competía, su constante buen humor, con una sonrisa permanente, su presencia de Dios vivida en profundidad y con la convicción íntima de ser hijos de Dios, su amor a la Doctrina y su fina amabilidad con todos, su asombrosa capacidad de servicio, y todo ello, y mucho más, envuelto siempre en una serenidad contagiosa.

Por nuestra parte encomendamos a D. Álvaro cosas y más cosas de la gente, de las normales estrecheces en nuestras tareas pastorales; le pido que nos ayude en la perseverancia y buen andar de mis sacerdotes, a quienes, de otro lado, puedo citarles con frecuencia textos de sus escritos sobre lo que es y debe de ser el presbítero [76].

Ecuador

Mons. Antonio Arregui. (Oñate, Guipúzcoa,1939).

Obispo de Ibarra, Ecuador (1995-2003); Arzobispo de Guayaquil (2003).

"Don Álvaro fue un Prelado vitalmente comprometido con el soplo del Espíritu que alentó en el último Concilio, pues colaboró, en forma tan activa y eficaz, como humilde, en las tareas de aquella magna asamblea. Es muy notable la exactitud con la que calzan en su personalidad las cualidades que deseamos para nosotros mismos en el servicio que necesita la Iglesia en este tiempo. Él fue un hombre enteramente metido en Dios.

Recuerdo que al ser ordenado obispo, el ceremoniero de su Santidad, Mons. Piero Marini, quedó impresionado por el recogimiento con que participó en aquella ceremonia y me lo comentó al final de la misma. Esa intensa vida interior de oración continua, le hizo siempre alegre y acogedor, sereno, afable, incansablemente alentador. El vuelo doctrinal, que quedó plasmado en escritos de primera calidad, venía en él acompañado de un sentido práctico extraordinario, que perfila exactamente la solicitud del Pastor y su caridad auténtica y fecunda"[77] .

Siervo de Dios Mons. Juan Larrea Holguín. (Buenos Aires, 1927- Quito, 2006).

Obispo auxiliar de Quito (1969-1975); Obispo de Ibarra (1975-1983); primer obispo castrense (1983-1988); Arzobispo de Guayaquil (1993-2003).

"Quienes tuvimos la suerte grande de conocerlo sabemos que Don Álvaro fue un fidelísimo hijo y colaborador del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer. Nadie como él, se identificó con el espíritu y las intenciones del Fundador del Opus Dei; nadie como él, supo continuar la importante tarea de dirigir los pasos de la Obra, hasta conseguir lo que tanto había deseado el Bienaventurado Escrivá: la erección de la Obra como Prelatura Personal. Pero, sobre todo, Monseñor del Portillo, vivió heroicamente todas las virtudes y a lo largo de su vida fue creciendo en ellas por un intenso amor de Dios y una perfecta correspondencia a la gracia y los dones del Espíritu Santo.

Yo recuerdo haber escuchado al mismo Beato Josemaría expresarse en términos de extraordinaria alabanza respecto de Don Álvaro, diciendo que había sido "heroico en vivir todas las virtudes"; esto lo decía hacia el año 1950, y todavía en los años subsiguientes, la vida de Don Álvaro fue una continua ascensión hacia la santidad. Bien sabemos que el Beato Josemaría no solía prodigar alabanzas, y nunca las hacía delante del interesado; sin estar presente Don Álvaro, yo le escuché referir actitudes realmente heroicas de Don Álvaro.

Por otra parte, los servicios prestados a la Iglesia, antes del Concilio Vaticano II, pero principalmente en ese mismo Sínodo universal, y después de él, para la aplicación eficaz de sus disposiciones, marcan también un ejemplo excepcional de buen hijo de la Iglesia.

Todo lo que el fallecido Prelado del Opus Dei ha hecho para extender la Obra en nuevos países —creo que son más de veinte—, por consolidar apostolados antiguos y promover otros nuevos, son prueba de su ardiente celo por la salvación de las almas y la caridad sobrenatural que inspiró todas sus acciones.

La bondad en el trato con toda clase de personas, su trabajo intenso y penetrado de amor de Dios y del prójimo, la constante preocupación por hacer bien a cada alma que se acercaba a su vida, y mil otros importantes aspectos de su personalidad y de su acción, demuestran la alta santidad a la que llegó y que bien podría presentarse como ejemplo para los fieles de la Iglesia universal. Quiera Dios, glorificar a Don Álvaro del Portillo a través de la Beatificación y Canonización que la Santa Madre Iglesia confiere a sus hijos predilectos, a los que han sido realmente "siervos buenos y fieles".

Sería no sólo una dicha muy grande, sino también un beneficio inmenso para las almas, el que Dios nos concediera la Beatificación y Canonización de Don Álvaro del Portillo" [78].

Mons. Hugolino Cerasuolo Stacey. (Guayaquil, Ecuador, 1932).

Franciscano. Obispo de Valeria (1975-1985); obispo de Loja (1985-2007), Ecuador.

Trató a Álvaro del Portillo durante el Sínodo sobre la Reconciliación y la Penitencia en la misión de la Iglesia que se celebró en Roma desde 29 de septiembre al 29 de octubre de 1983.

"Sin temor a equivocarme, las pocas oportunidades que tuve de tratar a S. E. Mons. Álvaro del Portillo, Obispo Prelado de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, tuve la sensación de estar frente a un santo.

Lo vi de porte noble, amable, seguro de sí mismo y muy lleno de Dios.

La oportunidad en que pude conocerlo y tratarlo fue durante la celebración del Sínodo de la Penitencia, al que tuve la dicha de asistir. Esta circunstancia es única, pues es posible conocer y tratar muy de cerca a los prohombres de la Iglesia, de manera familiar, ya en el aula, ya en los grupos por idiomas, ora en los recesos en los que se charla de tantas cosas, ora al salir hacia las residencias.

Nos tocó en el mismo grupo de habla española. Lo vi tan prudente, humilde y bondadoso. Ponderado en sus juicios y muy seguro en la doctrina (...).

También me valió de grande buen ejemplo el verlo largos momentos de rodillas ante el Smo. Sacramento (...).

Conversaba con absoluta normalidad, escuchaba con hilaridad algunos dichos graciosos. En ningún momento lo vi pagado de sí mismo como si fuera dueño de la verdad. Todo lo contrario, mostraba humildad, sencillez y alegría (...).

Cada vez que lo traté, tuve la certeza de estar frente a un santo"[79].

Mons. Clímaco Jacinto Zarauz Carrillo. (San Antonio de Ibarra, Ecuador, 1926).
Obispo de Azogues, Ecuador (1990-2004).

"Desde hace muchos años y sobre todo, después de conocer personalmente al Fundador del Opus Dei, en un viaje que hizo al Ecuador, admiré el trabajo realizado por la Prelatura con tantos sacerdotes, que andábamos dispersos por los distintos lugares de la Diócesis de Ibarra.

Después de la muerte de Monseñor Escrivá de Balaguer, continué siempre con el trato de los miembros de la Prelatura, y fue entonces, cuando conocí más a fondo a su sucesor Monseñor Álvaro del Portillo.

Me admiró la profunda piedad sacerdotal, tal como destilaban sus escritos y homilías, que tantas veces medité. Supe de su egregia fidelidad al espíritu del Fundador y el servicio continuado y sin desfallecer a nuestra Iglesia de Cristo.

Le vi siempre como un Obispo, semejante a los grandes santos que gobernaron la grey del Señor, entregado totalmente —a pesar de su edad— a su misión de Pastor y secundando las orientaciones del Santo Padre, siendo un ejemplo para nosotros los Obispos del Orbe. Luego, cuando fui llamado al Episcopado, puedo decir que tuve aún mayor conciencia de la necesidad por una recta orientación doctrinal ya que nunca dejé de meditar sus escritos y la fortaleza pastoral de la que hacía gala Monseñor Álvaro del Portillo.

Tengo la firme convicción, de que al igual que el Fundador, algún día veremos en los altares, como una muestra de la santidad sacerdotal, amor a la Iglesia y al Santo Papa Juan Pablo II"[80].

Paraguay

Mons. Carlos Milcíades Villalba Aquino. (San Pedro de Ycuámandyjú, 1924).

Obispo de San Juan Bautista de las Misiones, Paraguay (1978 -1999)

"He tenido la oportunidad de conocer personalmente a Mons. Álvaro del Portillo, Obispo, Prelado del Opus Dei, en el año 1992, durante los días de la Beatificación de Mons. Josemaría Escrivá. En esa ocasión pude comprobar el extraordinario ambiente de familia existente entre los participantes, a pesar de ser tan numerosos y de lugares tan distintos de todo el mundo.

Conociendo el bien que ha hecho a la Iglesia Mons. Del Portillo, como Pastor y como hijo fidelísimo del Beato Josemaría Escrivá, me parece que sería interesante que se estudiara, cuando la ley eclesiástica lo establezca, la posibilidad de la apertura de la Causa de beatificación.

Me mueve a escribir estas líneas el recuerdo de su figura, el bien que han hecho en mi diócesis, algunos sacerdotes de la Prelatura del Opus Dei que, impulsados por Mons. Del Portillo, viajan desde hace unos diez años desde Asunción, para realizar algunas actividades pastorales[81].

Chile

Mons. Luis Gleisner Wobbe (Iquique, Chile, 1936).

Obispo auxiliar de Rancagua (1991-2001) y de la Serena, Chile (2001).

"Cuando estuve en Roma hace ya tantos años, tuve la alegría y la responsabilidad también —estoy convencido de que Dios nuestro Señor me pedirá cuenta estrecha de esto— de conocer personalmente al Beato Josemaría Escrivá de Balaguer y a Mons. Álvaro del Portillo.

A don Álvaro lo vi siempre secundando con una abnegación total el trabajo del Fundador de la Obra, como en un segundo plano, sin hacerse notar. Estoy convencido de que todo su quehacer era consecuencia de su amor a Dios, al Opus Dei, al Fundador de la Obra, en una palabra, de su santidad"[82].

Nigeria

Mons. Michael Ugwu Eneja (Nigeria, 1919 - 2008).

Obispo de la Diócesis de Enugu (1978-1996).

Este prelado alaba en su testimonio el celo sacerdotal y episcopal del Siervo de Dios. Destacó su profundo sentido de comunión eclesial y su fidelidad al Papa:

"Son unas virtudes muy importantes en el mundo actual, cuando tantos teólogos enseñan sus doctrinas privadas y no la verdad de Cristo, y cuando algunos parecen querer fundar su propia iglesia. La fidelidas al Santo Padre significa ser fiel a Jesucristo, porque él lo representa»[83].

India

Mons. Henry Sebastian D'Souza (Igatpuri, Maharashtra, India, 1926).

Obispo de Cuttack-Bhubaneswar (1974-1985); obispo de Calcuta (1985-2002).

"Me considero afortunado por haber tenido oportunidad de conocer y hablar con Mons. Álvaro del Portillo en noviembre de 1991, cuando visité Roma. En aquella ocasión, me conmovió la calidez que vi en él, junto con el profundo interés que mostró por mi diócesis.

Le vi lleno de bondad, muy interesado en el trabajo de evangelización en Calcuta. Estoy seguro de que intercede por nosotros desde el cielo"[84].

Japón

Mons. Francis Xavier Kaname Shimamoto (Goto, Japón, 1932 -2002).

Obispo de Urawa (1980-1990); Arzobispo de Nagasaki, Japón (1990-2002).

"Lo recuerdo como una llamarada de fe y celo apostólico. Me impresionó también su fidelidad al Magisterio del Romano Pontífice.

Me parece que se aplican admirablemente a Mons. Álvaro del Portillo aquellas palabras de Nuestro Señor: `Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda infecundo, pero si muere da mucho fruto´. Mons. Del Portillo dio su vida en servicio a los hombres por Jesucristo. Dio su vida exprimiendo cada día sus dotes intelectuales, sus fuerzas físicas, su tiempo, todo con toda generosidad, sin quedarse nada para él mismo. Por eso lo veo como un grano de trigo que muere. Y como consecuencia de esa oblación suya se han seguido los frutos admirables de esa expansión del Opus Dei por todo el mundo en servicio de Dios y de la Iglesia, que tengo ocasión de comprobar en esta archidiócesis.

Ruego a Nuestro Señor que se digne Dios bendecir a su Iglesia con pastores como Mons. Del Portillo"[85].

Taiwan

Mons. Stanislaus Lo-kuang (Hengyang, 1911-2004).

Obispo de Tainan (1961-1966); Arzobispo de Taipei (1966-1978); Arzobispo emérito de Taipei (1978-2004)

Álvaro del Portillo estuvo en Taipei (Taiwan) en 1987. Como de costumbre, puso sus afanes a los pies de la Virgen, y rezó ante la imagen de la Reina de los Apóstoles, en la iglesia de Chang-An.

"Cuando vino a Taiwan, le invité a almorzar en la Universidad de Fu-jen. Mons. Álvaro del Portillo fue muy sincero, muy humilde, extremadamente transparente y sin complicaciones. No había en él trazas de altanería o afectación. Tenía un gran celo apostólico. Comprendía nuestras dificultades y mostraba una inmensa caridad. Yo estimo en mucho, de verdad, su amistad"[86]

6. SACERDOTES

Román Sacristán Virseda

Sacerdote

Era capellán del Regimiento en el que era oficial provisional Álvaro del Portillo en 1939.

"Al acabar la guerra en España, cuando llevaba 6 meses de sacerdote, me nombraron capellán de un Regimiento de Ingenieros que debían restaurar los puentes destruidos durante la contienda. Mi primer destino fue en Cigales, provincia de Valladolid. Allí tuve la ocasión de conocer a Monseñor Álvaro del Portillo, entonces oficial provisional del ejército, que estaba destinado en ese regimiento. Después nos trasladaron a Olot, provincia de Gerona, en donde habían sido destruidos algunos puentes en la retirada.

Entre Cigales y Olot yo estuve atendiendo espiritualmente unos 6 meses ese Regimiento. Durante ese tiempo observé una conducta ejemplar en D. Álvaro; asistía todos los días a la Santa Misa (…). Se le veía un interés constante por las prácticas de piedad y también aprovechaba las ocasiones para tratar con gran delicadeza y caridad a sus compañeros oficiales. Durante los tiempos libres de trabajo los aprovechaba haciendo visitas a hospitales con otros amigos"[87].

Rev. André Desrochers

Profesor de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de San Pablo en Ottawa (Canadá)

"Viajaba todos los años a Roma con mi amigo Jean, también sacerdote, por cuestiones relacionadas con nuestro trabajo. En aquel tiempo yo era Decano de la Facultad de Derecho Canónico en la Universidad de St. Paul en Ottawa, y me encargaba de la cátedra de apelación eclesiástica del Tribunal de Canadá.

Esos viajes constituían una ocasión para saludar a los amigos que habíamos hecho en la calle Bruno Buozzi, [en la sede central] de la Prelatura del Opus Dei. Nos conocimos gracias al Derecho Canónico y ese fue el origen de una amistad que se mantiene desde entonces.

Aquel año nos sorprendió -y nos encantó al mismo tiempo- recibir una invitación para almorzar con el Prelado, Mons. Álvaro del Portillo. Sabíamos que ese gesto, en una persona tan ocupada como él, significaba un gran deferencia por su parte hacia nosotros. Eso hizo que llegáramos algo intimidados y un poco intrigados, deseando saber las razones de la invitación.

Descubrimos que su única razón era compartir un rato de amistad. Monseñor [Álvaro del Portillo] había invitado también a algunos de nuestros amigos, de entre sus colegas.

Nos encontramos con un hombre sereno, que nos dedicaba generosamente su tiempo, pródigo en atenciones a sus invitados, qué procuraba saber qué nos interesaba. Era un hombre de amabilidad tranquila. Le llamaban Padre y lo era en el sentido más pleno de la palabra.

Durante el camino de vuelta a nuestros respectivos trabajos Jean y yo estuvimos intercambiando impresiones, algo que hicimos con frecuencia a partir de entonces. Nos sucedió algo parecido a lo que experimentaron los discípulos de Emaús: y desde aquel momento el recuerdo de aquel encuentro permanece impregnado de alegría. Dios sabe bien que ni Jean ni yo somos unas personas particularmente propensas a las admiraciones fáciles. Sin embargo, este encuentro con Mons. Del Portillo fue, para cada uno de nosotros, una experiencia única en su género.

Durante aquella comida pudimos compartir el afecto y los pensamientos de una persona extraordinaria. Estábamos junto a un hombre de gran estatura espiritual, pero muy cercano, que nos trataba sin ningún tipo de condescendencia, hasta el punto de que nos sentíamos a su lado como si fuéramos viejos amigos. Era un sacerdote "devorado de celo por la casa del Padre" (…). Al mismo tiempo, este líder de una milicia admirable y fuerte, era de una humildad desconcertante.

Se advertía muy pronto que en Mons. Del Portillo se daba una síntesis dinámica de la fe, la esperanza y la caridad.

Doy gracias a Dios por haber concedido a la Iglesia un apóstol como él, amigo de pobres hombres como nosotros, que únicamente por el hecho de estar a su lado nos sentimos muy felices y profundamente removidos, con el deseo de ser mejores: Bonum es sui diffusivum.

Es necesario decir con claridad y rapidez quien era Mons. Del Portillo: un santo" [88].

Rev. Freddy Ahumada Santander

Vicario Judicial de la Prelatura de Illapel (Chile), perteneciente a la Provincia Eclesiástica de La Serena, provincia del Choapa.

"He tenido la gracia de Dios de conocer a Mons. Álvaro del Portillo. Mientras hacía estudios de Sagrada Teología en el Centro Académico Romano de la Santa Cruz (hoy en día Pontificio Ateneo Romano), varias veces tuve la alegría de tener encuentros con su persona, con ocasión de algunos actos académicos o en otras oportunidades más informales (...).

Me ilusiona pensar que, siguiendo los pasos que la Iglesia estime pertinentes, podamos -a la vuelta de, ojalá, pocos años- ver en los altares a Mons. Álvaro del Portillo, para que muchos se beneficien de su callada y eficaz intercesión. Yo, desde las primeras semanas de su fallecimiento ya la percibo y han sido muchas las veces que le confío asuntos de mi ministerio pastoral sintiéndolo muy cercano. De ello quieren ser testimonio estas breves líneas"[89].

Rev. José Barreiro Esmorís (Falleció en Pontevedra en 2012)

Vicario General Castrense de España

"Deseo expresarle la admiración que siento hacia D. Álvaro por su fidelidad a la Iglesia y por su entrega en el Opus Dei (...).

Tuve la suerte de ser recibido por D. Álvaro en el año 1991 estando en Roma con motivo de la "visita ad limina" del Sr. Arzobispo Castrense, a quien acompañé como Vicario General del Arzobispado Castrense. Entonces pude comprender su gran amabilidad, su solicitud por la Iglesia y su fortaleza para defender la doctrina y la moral reveladas. Esta entrevista con D. Álvaro me confirmaba en todo, y mucho más, de lo que había oído, leído y visto (...). Sin exagerar creo que fue un gran hombre de Dios.

Me parece que supondría un gran bien para toda la Iglesia que fuese entronizada la causa de su beatificación que, por supuesto, para mí sería motivo de una inmensa alegría"[90].

Rev. Manuel José da Costa Benedo Vilar

Párroco de Santa Cristina de Meadela, Viana do Castelo, Portugal

"El párroco de la parroquia de Santa Cristina de Meadela, en Viana do Castelo, Mons. Manuel José da Costa Benedo Vilar, compartiendo la convicción de numerosas personas sobre la fama de santidad de Mons. Álvaro del Portillo, (al que tuve la alegría de conocer, escuchar y convivir en ciertos momentos de su vida; y cuya existencia fue un ejercicio, en el más alto grado, de todas las virtudes cristianas, con el afán de extender el Reino de Dios) deseo expresar con este testimonio mi convicción más sincera, junto con mi inmensa alegría, del gran bien que representará para la Iglesia la apertura de su Causa de Beatificación, cuando se cumplan los plazos establecidos por la ley"[91]

Pablo Domínguez Prieto (Madrid, 1966 - Moncayo, 2009).

Sacerdote. Decano de la Facultad de Filosofía de San Dámaso de Madrid.

"Desde el día en que falleció Mons. Álvaro del Portillo tuve el convencimiento de que habíamos ganado un intercesor en el Cielo. He tenido la Gracia de poder conversar en cuatro ocasiones personalmente con él: una en Colonia, las otras tres en Madrid; además le he escuchado en varias tertulias familiares y —mucho más frecuentemente— he leído cartas y meditaciones suyas; a través de todos esos momentos ha sido para mí un ejemplo de delicada caridad y fidelidad con la Iglesia, destacando muy particularmente su anhelo por la fraternidad sacerdotal y la comunión eclesial.

Quiero manifestarle mi persuasión de que sería un gran regalo para la Iglesia la apertura de su causa de beatificación cuando llegue el momento oportuno, para que muchas más personas puedan beneficiarse de su alentador ejemplo e intercesión"[92].

7. RELIGIOSOS

Rev. P. Ricardo Sanlés Olivares

Mercedario

"En primer lugar debo presentarme: soy religioso de la Orden de la Merced, actualmente comendador del convento de Sarria, diócesis de Lugo, donde tenemos este monasterio de la Magdalena y donde moramos una pequeña comunidad mercedaria.

Por diversos cauces, tanto de trato con los fieles como por los libros publicados, ha venido a mi conocimiento desde hace años la figura de D. Álvaro del Portillo, que fue prelado del Opus Dei, sucesor del Beato Josemaría al frente de la Obra. Aunque no lo he conocido personalmente, sí que por otras personas y por sus libros he podido llegar a captar algo de su figura y de su gran talla.

Como religioso de una Orden religiosa antigua y por mi trato con los fieles de diversos estados y condiciones, veo muy conveniente que por el bien de la Iglesia y por ofrecer nuevos ejemplos a los cristianos de hoy, se inicie la causa de beatificación de D. Álvaro, ya que sería una gloria para la Obra y al mismo tiempo para la Iglesia.

La gran influencia y el gran servicio a Dios que ha realizado el dicho D. Álvaro en su servicio a los fieles, a la Obra, al pensamiento eclesial, tanto acerca del lugar y espiritualidad de los sacerdotes, de los fieles, como incluso en el mismo Concilio Vaticano, hacen conveniente incoar cuanto antes dicha causa de beatificación[93]. (Carta escrita en 1995)

Sor María Josefa Bonnemain

Sierva de Jesús. Barcelona.

"Tuve la ocasión de saludar personalmente a Monseñor del Portillo en Roma, en 1984, y aquel encuentro me confirmó los testimonios que había recibido sobre su santidad de vida, su humildad y bondad. Hay, en el momento actual, una gran necesidad en la Iglesia de buenos pastores, como era él.

Su vida de oración y de actuación apostólica sin respetos humanos constituye, a nuestro parecer, un modelo de fidelidad a Dios y a la Iglesia. Su humildad se manifestaba en la convicción de ser sólo "una sombra" del Beato Josemaría Escrivá, un fiel continuador de la Obra que éste inició por inspiración divina, para extender a las realidades humanas más diversas el mensaje del Evangelio (…).

Estamos convencidas, pues, que el ejemplo de vida de monseñor Álvaro del Portillo podrá hacer un gran bien a toda la Iglesia".[94]

Sor Isabel Cabezón Villanueva

Misionera Dominica del Rosario de Logroño, España.

"Estoy convencida de que estamos [con Mons. Del Portillo] ante otro gran santo, por sus muchas virtudes heroicas que poseía, por tanto bien que hizo en la tierra y la bien ganada fama de santidad que desde su marcha al cielo va creciendo día a día por toda la tierra. También tengo el convencimiento del gran bien que va a aportar para la Iglesia la apertura de la Causa de Beatificación, que espero sea lo más pronto posible, pues le repito será un gran bien para la Iglesia entera, para todas las almas y por supuesto, para mayor Gloria de Dios[95].

Sor Teresa Margarita del Espíritu Santo

Carmelita descalza

Lo conocí en unos ejercicios espirituales que dio para jóvenes en el Colegio de las Carmelitasde la Caridad en Vigo el año 1945. Desde el primer momento me impresionó su porte distinguido y su recogimiento y su profunda humildad que se destacaba mucho, y sencillez, a la vez muy amable y acogedor, atendía con bondad"[96]

María Asunción de la Santísima Trinidad, O.C.D.

Carmelitas Descalzas de Gijón, España.

"Conocí a Mons. Álvaro del Portillo el 22 de agosto de 1988, en una visita que hizo al Carmelo de Ntra. Sra. del Carmen y S. José, de Gijón.

La primera impresión agradabilísima fue cuando unos días antes de su visita llamó por teléfono preguntando cuándo podía venir a vernos; por su sencillez y amabilidad se notaba la caridad sobrenatural y capacidad acogedora y alegre. Desde entonces le tuve por muy mío.

El trato que tuvo con la Comunidad en el locutorio en la fecha antes citada fue sencillo, alegre y profundo en los consejos, lo mismo a los sencillos de las novicias, que prudentes, sabios y llenos de caridad en los casos que salieron en la conversación, de importancia para las circunstancias del momento. Admiró por su cordura, prudencia y delicadeza, me hizo la impresión de un santo para nuestros tiempos; un corazón Paternal lleno de amor, un perfecto cristiano. Un santo" [97].

Carmelitas Descalzas de Huamanga (Perú).

"De manera particular hemos visto en el sucesor del Fundador, Monseñor Álvaro del Portillo, a una persona verdaderamente fiel y santa al lado del Beato Josemaría. Nosotras, la Carmelitas en este Monasterio, tuvimos la dicha de recibir de sus manos el nombramiento de Cooperadoras de la Obra y hemos gozado de su fineza paternal recibiendo sus tarjetas y cartas que conservamos con cariño y veneración" [98].

Sor María de la Cruz de Jesús, O.C.D.

Carmelita Descalza de Pamplona (España)

"He conservado estas cartas [de Mons. Álvaro del Portillo] con cariño y veneración, convencida de que un día podrían aportar algo para su proceso de beatificación y canonización. Lo que más me ha conmovido de esta correspondencia han sido dos cosas:

Por una parte, el cariño que derrochaba conmigo aun sin conocerme, el interés que demostraba por mí y por todas mis cosas, aun cuando forzosamente tendría mil asuntos más importantes a los que atender, la sencillez y bondad con que se ponía a mi altura, la confianza que inspiraba, sus detalles conmovedores.

De otro lado, el gran amor que siempre mostró a mi vocación de carmelita descalza. Siempre me animaba a ser muy fiel, considerando mi vocación como un don maravilloso del Señor al que debía responder con generosidad, alegrándose de que me sintiera cada vez más feliz y encajada en el camino al que Dios me llamaba, de que creciese en el amor a mi vocación y a mi Orden. También expresaba gran confianza en nuestras oraciones, que pedía con insistencia" [99].

Madre Antonia María

Hija de Santa María del Corazón de Jesús.

"Pertenezco al Instituto Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, al cual ayudó tanto don Álvaro del Portillo a través de nuestra Madre Fundadora, la Madre María de Jesús Velarde.

Tuve la alegría de estar con él en diversas ocasiones. Recuerdo que cuando vino a nuestra Casa Madre nos instó a vivir con mucha fidelidad nuestra vocación religiosa y nos animó a rezar con fe a los pies del Sagrario, pidiéndole al Corazón de Jesús, mediante nuestro espíritu de mortificación, que nos concediera muchas vocaciones.

Siempre que le veía me impresionaba su gesto afable, su mirada serena, su humildad y el gran cariño con que nos acogía. Desde que conoció a nuestra Madre en 1985 participaba intensamente de sus preocupaciones y de sus inquietudes, y nos trató siempre con un cariño de Padre, como a hijas suyas. Tenía a nuestro Instituto muy metido dentro de su corazón, y lo amaba mucho, como amaba todas las realidades de la Iglesia

Es el gran intercesor que yo tengo ahora mismo en el Cielo, al cual le pido muchas cosas y le encomiendo muchas personas, pero especialmente le encomiendo mi vida interior y lo que más me hace falta para vivir con fidelidad mi vocación que eso él nos lo inculcaba siempre: que fuéramos fieles, muy fieles y que fuéramos humildes. Son dos virtudes en las que él ha destacado la fidelidad y la humildad" [100].

Rev. P. Cristoforo M. Bove

Franciscano. Relator de la Congregación para las Causas de los Santos.

"Había oído hablar de él [Álvaro del Portillo] en numerosas ocasiones, siempre con gran respeto y admiración, cuando estudiaba Teología en la Pontificia Facultad de San Buenaventura en Roma (1969-1974); y recuerdo la buena impresión que había dejado en el Siervo de Dios P. Leo Veuthey, OFM Conv (fallecido en 1974), Padre espiritual y profesor de nuestra Facultad. (…)

Nuestros primeros encuentros personales se produjeron a raíz de mi nombramiento como Consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, el 9 de enero de 1984. Mons. Del Portillo había sido nombrado Consultor el 9 de enero 1982, poco más de dos años antes que yo.

Entre los numerosos encuentros de la Consulta histórica y teológica de esa Congregación en los que participamos, recuerdo especialmente uno. Tuvo lugar el 24 de noviembre de 1989. No reunimos con motivo de la Causa "super martirio" de los Siervos de Dios –ya beatificados- Cristobalito, y Juan Antonio (+ 1529), tres muchachos que ayudaban en su catequesis a los misioneros franciscanos en México.

Acompañaba a Mons. Del Portillo el actual Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría. El debate fue muy animado, con distintas consideraciones historiográficas relativas a la primera evangelización de esas nuevas tierras. Me sorprendió positivamente el conocimiento histórico de Mons. Del Portillo, y sobre todo, su sentido del equilibrio, su agudeza y la elegancia con la que intervenía en el debate.

El debate comenzó, como de costumbre, a las 5 de la tarde, en una pequeña sala situada al final del pasillo de los despachos de los Relatores, y salimos a las 7. Como le conocía desde hacía tiempo, y habíamos tenido gestos mutuos de estima y amistad, al terminar le pedí que me confesara. Gracias a eso, conocí más a fondo la luz espiritual y la categoría humana de este administrador de la misericordia del Señor. Con pocas palabras me transmitió fortaleza para afrontar un problema que me preocupaba durante aquel tiempo. Recuerdo muy bien sus palabras: "Eres muy joven. Si te alejas del Señor, Él no te abandonará y te traerá con paciencia de nuevo hasta su lado". Esas palabras todavía hoy fortalecen mi alma con la fe y la seguridad de que el Señor no me abandonará.

Con el paso del tiempo he comprendido que aquel encuentro fue un regalo del Señor, para confortarme con las luces que me dieron aquellas palabras.

Este es el motivo por el que, en mi actual oficina de Relator, junto a la imagen de mi Padre Seráfico, Francisco de Asís, he puesto una fotografía entrañable de este verdadero hombre de Dios e hijo fiel de la Santa Madre Iglesia.

Tuve nuevos encuentros con él, y no sólo en el marco de la Congregación para las Causas de los Santos, que guardo dentro de mi alma, como unos de los dones más grandes que el Señor me ha concedido a lo largo de mi vida religiosa y sacerdotal; permanezco todavía edificado por aquel hombre doctísimo y sencillísimo, continuamente absorto en la meditación de los misterios de Dios, verdaderamente un homo antiqua virtute ac fide. Me trató siempre con gran delizadeza, con una mirada que traslucía su honda vida spiritual; correcto, pero no afectado en el vestir; humildísimo y cercano con mi inexperta juventud, a pesar de su alta dignidad eclesiástica y su gran responsabilidad como Prelado de su benemérita Prelatura personal[101].

Paloma de Jesús

Subpriora y Maestra de Novicias de las Carmelitas Descalzas del Cerro de los Ángeles.

Mi conocimiento y relaciones con Mons. Álvaro del Portillo. Prelado del Opus Dei, son en todo semejantes a los de la Madre María Josefa del Corazón de Jesús, Priora de este monasterio de Carmelitas Descalzas del Cerro de los Ángeles. Con ella he ido recibiendo en este Carmelo las diversas cartas que Mons. Del Portillo nos escribía, especialmente por Navidad y año nuevo, agradeciéndonos el envío de una capellana. En todas pude admirar su alto espíritu espiritual y sobrenatural, su estima y veneración por la vida contemplativa, su verdadera humildad y otras muchas virtudes"[102].

Anastasius Disch

De la Orden de los Hermanos menores capuchinos. Consultor de la Congregación para las Causas de los Santos.

Trató con Álvaro del Portillo en las reuniones de los Consultores de la Congregación para las Causas de los Santos, en Roma.

"Expresaba sus opiniones con sosiego y serenidad, sin ninguna actitud polémica con otros componentes de las reuniones que sostuvieran pareceres diversos. Era respetuoso con las ideas de los demás y ponía de manifiesto en el trato una exquisita delicadeza, fruto de su humildad. Cuando terminaban aquellas reuniones nos pedía siempre que rezáramos por él, algo que considero un signo de humildad y de modestia.

Esa misma delicadeza llena de caridad se hizo patente en una de sus intervenciones en un Sínodo. Recomendó con insistencia que se concediera al penitente la posibilidad de confesarse en el anonimato, sin que pudiera ser reconocido por el confesor. Sus palabras se enraizaban en su experiencia personal como confesor, especialmente en el caso de los sacerdotes y religiosos. Diversas personas me han comentado sus virtudes pastorales como confesor".

8. FUNDADORES E INICIADORES DE DIVERSAS REALIDADES ECLESIALES

Madre María de Jesús Velarde (Santander, 1925).

Fundadora de la Congregación de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús

"Mantuve 24 encuentros en un arco de nueve años, casi todos de una hora de duración, conservo más de diez cartas y tres documentos que me dirigió. Por teléfono mantuvimos más de cien conversaciones. Me impresionaba ver con qué amabilidad y espíritu sobrenatural respondía a mis llamadas. Álvaro del Portillo es, a mi parecer, la persona más santa que he conocido en mi larga vida de 88 años".

Kiko Argüello (León, 1939).

Artista. Pintor. Iniciador del Camino Neocatecumenal.

"Su trato conmigo fue siempre muy entrañable, lleno de dulzura y afabilidad".

Argüello considera que su actitud acogedora y amable era fruto "de su amor a la Iglesia y a todo lo que el Espíritu Santo promueve en ella, para ayudarla en su misión a favor de la salvación de todos los hombres".

Siervo de Dios Luigi Giussani (Italia, 1922-2005).

Sacerdote. Fundador del Movimiento Comunión y Liberación.

"La caridad exquisita, y operativa, con que usted nos trata siempre, además de ser para nosotros motivo de ejemplo y de edificación, nos hace confiar en la esperanza de recibir su consejo y unión, como ante un padre (…) La Virgen Santísima recompense esa caridad, haciendo que se desarrolle en el mundo el Opus Dei"[103].

9. AMIGOS DE SU NIÑEZ Y JUVENTUD, COMPAÑEROS DE CLASE

Javier García de Leániz

Médico pediatra.

Compañero de pupitre de Álvaro del Portillo en la Primaria y Secundaria del Colegio Santa María del Pilar

"Puede parecer sorprendente ‑y lo es‑ que la figura de Álvaro, al que sólo traté durante mi infancia y mi primera adolescencia, no se me haya borrado nunca de la memoria, cuando éramos unos cuarenta alumnos en clase. Pero así ha sido. Y puede parecer sorprendente ‑y también lo es‑ que, después de haber tratado como médico, a tantos niños buenos, concluya afirmando que Álvaro es uno de los niños más buenos y virtuosos que he conocido"[104].

Guillermo Gesta de Piquer

Sacerdote. Fue Superior del Seminario diocesano de Madrid. Prelado de Honor de su Santidad.

Participó con Álvaro del Portillo en las Conferencias de San Vicente, durante los años treinta.

"Conocí a Álvaro del Portillo en 1934, cuando formábamos parte de una de las Conferencias de San Vicente que se organizaban en la parroquia de la calle de la Verónica de Madrid. Álvaro era muy joven, como todos los que formábamos parte de aquel grupo, en contraste con la mayoría de los que participaban en las Conferencias: por lo general, no habíamos cumplido todavía los veinte años. Yo era uno de los más pequeños.

Quizá por esa razón nos encargaron que acudiéramos a uno de los lugares más difíciles de Madrid, donde se necesitaba más audacia e ímpetu juvenil: la parroquia de San Ramón, que se encontraba entonces en pleno extrarradio, y que era, prácticamente, una zona de chabolas. Las gentes que vivían allí sufrían en la más triste de las miserias, y se alojaban en unas chabolas que ellos mismos se construían con chapa y cartón. Como fruto de la ignorancia y de una propaganda feroz existía en la zona un fuerte sentimiento anticatólico.

Les prestábamos ayudas de diverso tipo. Aparte de proporcionarles diversos vales para que obtuvieran alimentos, intentábamos facilitarles alguna colocación, por ejemplo, en el servicio doméstico, que entonces estaba más difundido; o comprarles algunas medicinas, o facilitarle alguna visita al médico.

Álvaro me pareció una persona de carácter extremadamente sencillo. Era además, bondadoso y pacífico, sereno y prudente".

Angel Vegas Pérez. (Falleció en el año 2002)

Catedrático de Estadística Matemática en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Madrid y de Estadística actuarial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid (de la que fue Decano). Miembro del Instituto Internacional de Estadística y de la Comisión Constitucional de la División Demográfica de la ONU.

Compartió con Álvaro del Portillo sus afanes por los más necesitados en la Conferencia de San Vicente en la que participaban.

"Entre ellos [los estudiantes que acudían con Ángel Vegas a atender personas necesitadas del extrarradio de Madrid a comienzos de los años treinta] había un chico que me llamaba poderosamente la atención. Estudiaba ingeniería de Caminos y tenía mucho prestigio humano e intelectual. Era verdaderamente ejemplar en aquella tarea que realizábamos con las gentes necesitadas. Digo que me sorprendía porque era uno de los alumnos más brillantes de la Escuela y, al mismo tiempo, una persona muy tratable y sencilla; inteligente, alegre, culto, simpático, amable, y sobre todo ‑esto es lo que me admiraba‑ profundamente humilde, de una humildad extraordinaria, que dejaba huella.

No he dicho esta frase al azar. Álvaro del Portillo dejaba huella. Han pasado muchos años y, aunque no le he vuelto a ver desde entonces, no he olvidado nunca su figura. He advertido esa huella de Álvaro en muchas vidas. Una huella de cariño, de bondad, de Amor de Dios".

Manuel Pérez Sánchez

Ingeniero de Caminos.

Compartió con Álvaro del Portillo sus afanes por los más necesitados en la Conferencia de San Vicente en la que participaban. Fue la primera persona que le habló del Opus Dei y de san Josemaría.

"Álvaro quiso venir con nosotros a visitar a los pobres y comenzó a asistir a las reuniones que teníamos los sábados por la tarde en la Casa Central de las Conferencias de San Vicente, en la calle de La Verónica. En esas reuniones hacíamos un rato de lectura espiritual; exponíamos los resultados y necesidades de las que habíamos sido testigos la semana anterior, y proponíamos las ayudas que teníamos que llevar la semana siguiente. Y así nos hicimos amigos.

El Puente de Vallecas estaba muy abandonado, espiritual y materialmente. Bajábamos por la cuesta de Atocha los fines de semana y nos dirigíamos hacia las zonas de chabolas donde vivían las familias que atendíamos.

Un domingo fuimos a la orilla del Arroyo del Abroñigal y nos encontramos con que una de esas familias había tenido un altercado y la policía había encarcelado a los padres, dejando a sus cuatro hijos pequeños abandonados en la chabola. Los pobres chicos ‑uno sólo tenía un año‑ estaban sin saber qué hacer: no tenían comida y tiritaban de frío.

En vista de la situación, los llevamos a la sección de Protección de Menores de la comisaría, donde nos dijeron que era domingo y estaba cerrado. Le dimos dinero a un vecino para que les diera de comer y el lunes regresamos con los niños a la comisaría. Pero el comisario no quería hacerse cargo de ellos: "no es mi problema", decía. Como no estábamos dispuestos a dejar abandonados a aquellas criaturas, pasando hambre y frío en una chabola, le dije:

‑Mire, señor comisario: si no se hace cargo de ellos, los dejamos aquí y nos vamos; haga usted lo que quiera.

Al oír esto, recapacitó y nos dio unos volantes para ingresarlos en el asilo de Santa Cristina, en la Ciudad Universitaria. Nos dirigimos hacia allá con los niños. Algunos eran tan pequeños que no sabían andar. Tengo grabada en la memoria la imagen de Álvaro, con uno de aquellos pobres niños entre los brazos, por las calles de Madrid, dirigiéndose al Asilo".

Ricardo Castelo Biedma (Falleció en el 2003).

Ingeniero de Caminos.

Compañero de clase de Álvaro del Portillo en la Escuela de Ingenieros de Caminos.

"La última vez que estuve con Álvaro fue el pasado mes de enero de 1994. Yo me encontraba ingresado en la Clínica de la Universidad de Navarra con una grave afección, de la cual, gracias a Dios, me he repuesto; gracias a Dios y a la ayuda maravillosa e inapreciable de mi esposa.

Afortunadamente, Álvaro vino a Pamplona durante aquellas fechas para presidir, como Gran Canciller de la Universidad, el solemne acto de la concesión de doctorados honoris causa, que tuvo lugar el 29 de enero.

Yo pude ver ese acto desde la pantalla de la televisión que había en mi habitación, gracias al circuito privado de la Clínica Universitaria. Me encantó ver a Álvaro allí, entre aquellas eminencias de la Universidad, durante aquella larguísima ceremonia. Pensé que Álvaro, a su edad ‑la misma que la mía‑ debió quedar muy cansado tras aquel acto; porque fueron bastantes horas de ceremonia y debía atender a todo el mundo, dar un discurso, entregar los doctorados, etc.

En esto vino el doctor que me atendía y le comenté cuánto me gustaría poder conversar con Álvaro. Él me contestó que le transmitiría ese deseo mío, y yo pensé que, quizá, al cabo de los días recibiría alguna nota suya disculpándose y con plena razón; porque estaba muy atareado y había mucha gente que deseaba verle. No podía yo imaginar que al cabo de un rato me iban a llamar para decirme que aquel mismo día se pasaría Álvaro para visitarme en la Clínica, a las seis de la tarde. Me impresionó que acudiera tan pronto, en un día tan ajetreado como el que había tenido, cuando debía estar tan cansado, sólo para charlar con un viejo amigo.

Vino y estuvo cariñosísimo conmigo. Yo me emocioné. Siempre he sido católico practicante, y he procurado a lo largo de mi vida cumplir con mis deberes de cristiano; pero tenía deseos de comentarle algo que llevaba pensando durante aquellos días de enfermedad.

‑Álvaro ‑le dije‑ yo he estado trabajando durante cuarenta años de mi vida en una constructora, en medio de un ambiente presidido por la economía de mercado y, durante estos días, he estado haciendo examen y he comparado tu vida con la mía. Y he visto que tú, a lo largo de tu vida, te has preocupado sólo por hacer el bien, por amar a Dios y a los demás... y has vivido siempre en un ambiente de fe. ¡Qué caminos tan distintos el tuyo y el mío!

Entonces me dijo unas palabras muy consoladoras sobre mi vida. Tanto, que cada vez que las recuerdo me emociono profundamente. Fueron palabras que en aquel momento hicieron mucho bien a mi alma y lo siguen haciendo".

Roberto Gomá Pujadas

Ingeniero de Caminos

Compañero de clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos

"Álvaro te impresionaba por su serenidad: fue siempre un hombre amable y equilibrado"[105].

10. AMIGOS Y CONOCIDOS EN SU MADUREZ

Leone Castelli

Tuvo gran amistad –junto con toda su familia- con Álvaro del Portillo, desde que le conoció en 1954.

"He tenido numerosos encuentros personales con Mons. Álvaro; por ejemplo, en los años sesenta, iba con frecuencia a comer con mi familia y yo me ocupaba de ir a recogerle en mi auto, llevarle a casa de mis padres y traerle de regreso a Villa Tevere. Recuerdo aquellos viajes como unos momentos preciosos, en los que hablábamos a corazón abierto. Conversé con él de todo: desde los sucesos más intrascendentes de mi vida de estudiante hasta las cuestiones más decisivas.

Gozaba con su gran capacidad para escuchar: no me interrumpía; me miraba con comprensión, sin decirme nada (…). Yo tenía la impresión que al pronunciar las primeras palabras, ya intuía todo lo que le iba contar, pero me dejaba hablar y explayarme a mi gusto.

Las respuestas eran siempre precisas, claras, bien fundamentadas. Me daba confianza y ese sentimiento de satisfacción que se experimenta cuando uno ha sido plenamente comprendido.

Y cuando debía corregirme alguna idea o alguna actuación lo hacía de una forma tan atractiva, tan positiva y amable que me sentía muy reconfortado".[106]

Federico Vallet Nubiola y Nuria Barceló de Vallet .

Este matrimonio tuvo gran amistad con Álvaro del Portillo

"Nos sentimos en la ineludible y gozosa obligación de plasmar sobre el papel la profunda admiración que nos produjo —y nos sigue produciendo— su vida y su persona. Somos conscientes de que por más que nos esforcemos, nunca llegaremos a expresar lo que tan entrañable persona ha significado para nuestras vidas, aun sin ser nosotros miembros del Opus Dei.

Si en vida ya dejó en nosotros una huella imborrable, su marcha al Cielo —de esto no nos cabe la menor duda— ha encendido en nuestras almas una fortísima devoción hacia su persona. Tenemos la certeza de que, lejos de enfriar nuestra amistad, la separación física que ha supuesto su muerte nos une todavía más, de manera sobrenatural. Sentimos, de todo corazón, no haber sabido corresponder a tantos favores y delicadezas de D. Álvaro" [107].

Mizuko Araki (Japón)

"Mis parientes, después de aquel encuentro [el 16-II-1987, en Japón], me agradecieron el haberles invitado y comentaban que D. Álvaro era una persona excepcional. Relucía su fe. Con mucha naturalidad, con sólo escucharle, uno se contagiaba de su alegría.

A esta tertulia acudieron miembros de la Obra, cooperadores y amigos. Entre ellos había muchos que no eran católicos. Escuché algunas de sus impresiones: "¡qué maravilla!; ¡de verdad es un santo". Muchos comentaban la suerte que habían tenido al conocerle.

Pienso que todas estas reacciones se deben a que, hablando con D. Álvaro, se transparentaba su profunda vida de fe, su unión con el Señor, su gran amor a la Virgen. Hablaba de forma clara, concreta y sencilla, para que todos pudiesen entender. Y era patente su cariño de padre que se desbordaba en los demás!" [108].

Alfonso Balcells Gorina. (Barcelona, 1915-2002)

Rector de la Universidad de Salamanca (1960- 1968.) Catedrático de Medicina y miembro de la Real Academia Médica de Cataluña.

Conoció y trató a Álvaro del Portillo desde su juventud.

"Desde que conocí a Álvaro del Portillo, en 1939, hasta que tuve conocimiento de su fallecimiento, después de su viaje a Tierra Santa, siempre he creído que la suya fue de una santidad eximia. Su bondad y alegría constante, sus palabras y sus cartas —que leíamos todos con emoción—, llenas de espíritu sobrenatural, nos hacían entrever un alma entregada a Dios y plenamente volcada en la preocupación por los demás. Su fidelidad y servicio al Fundador de la Obra fueron ejemplares para todos nosotros, los miembros del Opus Dei.

Su devoción al celebrar la Santa Misa, y su vida de piedad, intensa y continua, eran notorias para los que convivimos con él en una u otra temporada. Sus viajes apostólicos a tantos países, primero acompañando al Beato Josemaría, y luego como Prelado de la Obra, son una muestra patente de su incansable dedicación a su ministerio y a la labor de almas.

Por todo ello, me uno a los que han solicitado que se abra el proceso canónico de Beatificación y se comprueben el grado heroico de sus virtudes y de la fidelidad a su vocación de hijo de Dios al servicio de la Iglesia" [109].

Francisco González-Barros y Albardonedo (Soutelo de Montes, Galicia, 1924- 2001).

Aparejador. Padre de la Sierva de Dios Alexia González Barros.

"Era muy frecuente oír comentar: "este sacerdote es un santo" y más de una vez: "El Fundador era un santo, pero D. Álvaro también". Una de esas personas ha sido el Rvdo. P. Hilario Apodaca C.M.F. que ha sido el Promotor de la fe de la Causa de Alexia (...). Que una persona tan cualificada como él nos dijera que D. Álvaro era un gran santo que muy pronto brillaría con luz propia nos emocionó profundamente. Estaba ratificando lo que nosotros habíamos pensado siempre" [110].

Ingrid Bjerke

"Conocí a don Álvaro el sábado, 16 de noviembre de 1985 en uno de sus viajes a Portugal, en un encuentro que tuvo lugar en el Club Darca en Lisboa. Por entonces escribía un diario, por lo que ahora tengo documentados los sucesos y mis impresiones sobre la persona de don Álvaro.

En mi diario de ese día anoté: Fui al Club Darca hoy y conocí al prelado/responsable del Opus Dei. Un hombre fantástico con un carisma increíble. Me captaron y conmovieron sus palabras sencillas pero profundas. Le saludé personalmente y le pedí que rezara por mi familia y por los católicos de Noruega. Me dijo que había rezado por mi familia y por mí y por los católicos noruegos, y me contó que había estado en la iglesia de St. Olav en Oslo en una ocasión: impresionante. Es un hombre santo. Irradia serenidad. ¡Un santo!"[111]

Juan Pablo Villanueva Domínguez (Madrid, 1943 –Pamplona, 2008).

Director de Nuevo Diario; subdirector de la Agencia EFE; fundador y director de Expansión y de otros diarios, como La Gaceta de los Negocios.

"No resulta fácil encontrar una persona que junto a la fama de su santidad de vida una un servicio tan claro a la Iglesia en el siglo XX.

La fidelidad de don Álvaro al espíritu del Opus Dei será por los siglos ejemplo para millares de almas que el Señor seguirá llamando para hacer su obra en el mundo. La vida entera de don Álvaro es una incitación a servir a Dios y su Iglesia con la inteligencia y con el corazón" [112].

11. PERSONAS DE SU ENTORNO FAMILIAR

Pilar del Portillo (Madrid 1916-1998).

Hermana de Álvaro del Portillo.

"Hizo la Primera comunión el 12 de mayo de 1921, y a partir de entonces siguió recibiendo al Señor todos los días. En aquella época el ayuno eucarístico duraba mucho más que ahora: no se podía tomar nada -ni siquiera agua- desde las doce de la noche. Eso suponía, para un adolescente como él, marcharse al colegio todas las mañanas sin probar bocado. Debe ser duro para un chico joven comenzar el día sin desayunar. Sin embargo, él lo hacía sin darle importancia: se iba sonriente, con un pedazo de pan que guardaba en el bolsillo.

‑Álvaro, ¿no desayunas?, le preguntábamos.

‑No, me basta con esto ‑decía, señalando el panecillo.

Y así, un día y otro, desde muy pequeño" [113].

Teresa del Portillo (Madrid, 1926-2013).

Hermana de Álvaro del Portillo.

"¡Podría hablar de tantas virtudes suyas! Pero estoy convencida de que muchas personas lo harán, por extenso, con multitud de anécdotas y detalles. Yo sólo quiero resaltar el profundísimo cariño que siempre tuvo por todos nosotros: sus padres, sus hermanos, sus cuñados y cuñadas, sus sobrinos... ¡Y somos muchos hermanos y muchos sobrinos! Sin embargo, Álvaro no se olvidaba de ninguno".

Carlos del Portillo (Madrid, 1927).

Hermano de Álvaro del Portillo.

"Yo era un niño particularmente revoltoso y un día, jugando entre unos planos de ingeniería que Álvaro llevaba trabajando desde hacía un año, se los estropeé. Mi madre se llevó un disgusto y me dijo algo así como: Ya verás cuando llegue tu hermano Álvaro y vea lo que has hecho.

Aguardé su llegada con temor. Pensaba que se iba a enfadar y me iba a reñir duramente, pero no sucedió nada de eso. Llegó a casa; vio el estropicio que le había hecho; me llamó; me acerqué temblando y comenzó a explicarme, con serenidad, para que no lo volviera a hacer, los meses que había empleado en realizar aquel trabajo y cómo yo, por haber jugado donde no debía, lo había echado a perder. Y me dijo que iba a rezar por mí…".

Miguel Ángel Niño del Portillo (Madrid, 1947).

Misionero comboniano en Togo.

Sobrino de Álvaro del Portillo.

"Soy sobrino de don Álvaro del Portillo, que será beatificado en Madrid el próximo 27 de septiembre. Para mi familia –fuimos nueve hermanos, algunos de los cuales han fallecido ya- esto es un motivo de gran alegría y de agradecimiento al Señor. Me alegra especialmente que sea elevado a los altares en Madrid, donde nació él y la mayoría de mi familia. Yo tuve la gracia de ser el único de mis hermanos que fue bautizado por él, durante uno de sus viajes a España.

Desde entonces mi tío Álvaro ha estado íntimamente presente en mi vida, aunque nos hayamos visto en pocas ocasiones. Mantuve con él, hasta que el Señor se lo llevó, una correspondencia frecuente y estuvo a mi lado en los momentos decisivos.

Uno de esos momentos fue cuando decidí ser misionero, al terminar el bachiller, que cursé en un colegio de capuchinos de Elizondo. Mi familia acogió muy bien mi vocación –mis padres eran hondamente cristianos y tengo dos hermanos sacerdotes-, pero con cierta sorpresa, porque no había ningún misionero entre nuestros parientes.

Mi tío Álvaro estimuló y apoyó desde Roma mi vocación religiosa: me animó a tener un trato intenso con el Señor, a acudir con frecuencia a la Eucaristía y la Confesión, a cuidar el examen de conciencia, a poner amor en todas las cosas, y realizar bien las tareas y trabajos que me encomendaran.

Un hermano mío sacerdote me ayudó a buscar un instituto misionero, y me puse en contacto con el de los misioneros combonianos, fundado por el obispo Daniel Comboni, que falleció en Jartum, Sudán, el 10 de Octubre de 1881.

Durante todo mi noviciado me alentó, dándome buenos consejos para que fuera muy fiel al carisma de san Daniel Comboni. Recuerdo sus palabras de aliento y de cariño, cuando hice los votos, el 19 de marzo de 1978. Aquel mismo año mis dos hermanos se ordenaron sacerdotes".

Pilar del Portillo (Madrid, 1942).

Sobrina de Álvaro del Portillo

"Cuando murió mi padre, en febrero de 1956, yo tenía 12 años. Mi tío Álvaro vino a vernos a Madrid desde Roma. Estuvo en España una semana, y durante ese tiempo nos visitó todos los días. A mi hermano Jorge y a mí nos habló sobre la necesidad de ser buenos cristianos… Yo no sabía por qué, pero comencé a tomar nota de todo lo que hablaba con él. Nos dijo que le escribiéramos y le contáramos nuestras preocupaciones y nuestras alegrías: 'Siempre estaré al lado vuestro y rezare por vosotros', nos dijo. Desde ese momento, casi sin darme cuenta, se convirtió para mí como en un padre.

Sentíamos que nuestras cosas para él eran muy importantes. Dio la Primera Comunión a varios sobrinos y sobrinos-nietos, casó a una prima… En definitiva estaba muy cerca de cada uno de nuestra familia".

Isabel Carles Pardo

Prima por línea paterna de Álvaro del Portillo.

"A mí, el ejemplo de mi primo Álvaro me ha servido para comprender cómo son de verdad los santos. Porque, a veces, se tiene una idea de los santos como unos seres tan espirituales, tan espirituales, que no son humanos; y pienso que no es verdad: los santos debieron ser como Álvaro, que era muy espiritual y, al mismo tiempo, muy humano. Tenía mucho sentido del humor; cuando estabas a su lado, disfrutabas pero, al mismo tiempo, te llevaba a Dios, te movía a rezar más.

Pienso además que las virtudes que Dios le dio, podían haber fructificado de muchas maneras, pero Dios quiso que conociera al Beato Josemaría, que encontró en Álvaro un tallo de perfección. Se dejó modelar dócilmente en manos de un santo, y aquel tallo dio un fruto admirable de santidad.

Por eso, sometiéndome en todo al juicio de la Iglesia, tengo la íntima certeza de que algún día lo veremos en los altares. Y rezo porque así sea. Y no me mueve mi cariño natural de prima: estoy convencida de que Álvaro era un santo, un verdadero santo, que merece contarse en el coro de los bienaventurados. Y le pido a Dios que siga intercediendo por todos nosotros y, en especial, por esta prima que le tuvo siempre y le sigue teniendo —ahora que está en el Cielo y goza del rostro de Dios— una gran admiración, un profundo afecto y un grandísimo cariño"[114].

12. PERSONAS QUE TRABAJARON O CONVIVIERON CON ÁLVARO DEL PORTILLO EN EL OPUS DEI

Mons. Fernando Ocáriz (París, Francia, 1944).

Desde 1986, es asesor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Desde 1989, miembro de la Academia Pontificia de Teología. Desde 1994 Vicario general del Opus Dei.

Convivió con Álvaro del Portillo durante muchos años, en la Sede Central del Opus Dei.

"Cuando le comuniqué que me habían nombrado Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, me aconsejó que dijese siempre que sí a las peticiones de trabajo que recibiera de ese Dicasterio de la Curia Romana (...) De hecho, don Álvaro me sugería una pauta de comportamiento que él mismo siguió siempre –con heroicidad, debido a sus múltiples e importantes ocupaciones- en su servicio directo a la Santa Sede durante muchos años"[115].

Sierva de Dios Encarnación Ortega (Ponte Caldelas, Pontevedra, 1920 – Pamplona, 1995).

Trató durante décadas a Álvaro del Portillo

"Hasta en los momentos de urgencia mantenía el trato cordial, el buen humor y procuraba ser un apoyo para todos valorando, además, el esfuerzo de cada uno. Daba las gracias por la más pequeña ayuda y sabía contar con sus colaboradores, exigiendo con cariño, impulsando y agradeciendo" [116].

"Era notable su rendimiento en el trabajo; pasaba de una actividad a otra sin sensación de agobio, aunque sin "paradas" innecesarias que supusieran una pérdida de tiempo. Sin embargo, cuando una persona requería su atención, la escuchaba pacientemente, dedicándole todos los minutos que fueran necesarios, y dejaba siempre una sensación de gran paz"[117]

Mons. Francisco Vives

Sacerdote.

Convivió con Álvaro del Portillo durante muchos años, en la Sede Central del Opus Dei, en los años en que era miembro del Consejo General del Opus Dei.

"Ví que había algunos padres conciliares que se acercaban a él a confesarse. Algo análogo ocurría cuando ya era Prelado del Opus Dei con ocasión de los Sínodos de obispos, pues, como ellos mismos han referido, algunos padres sinodales le pedían confesar"[118].

Como comenta Javier Medina en su biografía, Álvaro del Portillo jamás se refirió a estas peticiones.

Mons. Jose Luis Illanes (Sevilla, 1933).

Ordinario de Teología Dogmática y Fundamental y, posteriormente, de Teología Espiritual en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Miembro de la Pontificia Academia de Teología. Director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá de Balaguer (Roma), desde 2001.

"Puedo decir en estricta justicia que, lo que la Facultad de Teología es en la actualidad, con su desarrollo institucional, con sus tres ciclos perfectamente consolidados, con un número elevado de alumnos seminaristas y sacerdotes, con una amplitud de profesorado y un prestigio científico cada vez más reconocido, debe mucho al impulso y cuidado de don Álvaro"[119].

Rev. José María Casciaro (Murcia, 1923 –Pamplona, 2004).

Sacerdote de la Prelatura del Opus Dei. Profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Diocesano de Madrid ( 1955-1967). Iniciador del Instituto de Teología de la Universidad de Navarra.

Trató con Álvaro del Portillo desde los años cuarenta.

"No puedo por menos de expresar mi admiración, amor y gratitud por D. Álvaro y de resumirla en la convicción de que ha sido un santo eximio. Es más, pienso que su santidad fue de un grado tan alto que yo no sabría ponderarla. Y es que practicó las virtudes cristianas con heroicidad constante. Gozando de una inteligencia privilegiada, era sumamente humilde. Vivía una caridad con todos, profunda y delicada, a la vez que movía con exigencia amable hacia la santidad. No recusaba trabajo ni sacrificio para cumplir todas las tareas que se le encomendaban, buscando los medios, por muy difíciles que pudieran ser, para llevarlas a cabo, fielmente y pronto. Es imposible que tales virtudes no estuvieran asentadas en una muy profunda vida interior y trato íntimo con Dios Nuestro Señor. Considero una gracia especial de Dios haber podido tratarle[120].

Mons. Joaquín Alonso Pacheco (Sevilla, 1929)
Ha trabajado con el Consejo General del Opus Dei desde 1956.

El 20 de septiembre de 1975 Álvaro del Portillo le nombró su segundo "custos" (persona que acompaña y asiste al Prelado del Opus Dei) El primero era el actual Prelado del Opus Dei, Javier Echevarría. Desde entonces, hasta el momento de su fallecimiento, el 23 de marzo de 1994, vivió junto a Álvaro del Portillo. Conoció a Juan Pablo II desde los tiempos en que este era Cardenal.

"Para mí, ha sido un grandísimo don de Dios poder estar tan cerca de él tantos años y no podrá borrarse jamás de mi alma el bien que me ha hecho y el que le he visto hacer al servicio de la Iglesia. No podré olvidar nunca la Misa del 22 de marzo de 1994, que concelebré con el […] en Jerusalén, en la iglesia al lado del Cenáculo. Fue su última Misa, en la que ya se sintió sin fuerzas para predicar la homilía, y le pidió a Mons. Echevarría que predicara él.

Tampoco olvidaré las palabras del Santo Padre Juan Pablo II, cuando se presentó en la Iglesia de Santa María de la Paz, el 23 de marzo de 1994, para rezar ante el cuerpo del SD. Cuando Mons. Echevarría le agradeció que hubiera venido a rezar, el Santo Padre respondió: "Si doveva. Si doveva".

Con la gracia de Dios, he procurado conservar siempre en mi alma el constante ejemplo de amor entregado y humilde […]. Y siempre le agradeceré el servicio que ha hecho a la Iglesia con su total fidelidad al espíritu de san Josemaría y la profunda fe y ardiente amor con que ha llevado por todo el mundo el mensaje de Jesucristo".

Mª Begoña Álvarez Iraizoz

Trató a Álvaro del Portillo durante cuarenta años.

"Durante los 40 años que he tratado a don Álvaro del Portillo desde 1954 a 1994, tenía, ya en vida, fama de santidad. Los que hemos tenido ocasión de vivir cerca y trabajar a su lado durante muchos años teníamos esta firme convicción. De hecho, junto a una gran confianza, nos infundía un respeto y una gran seguridad en lo que nos decía y aconsejaba con sus actuaciones y sus palabras, siempre sobrenaturales y llenas de serenidad y de paz"[121].


[1] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, Un hombre fiel. Ed. Rialp, Madrid 2012, p. 302.7

[2] Testimonial de Marlies Küking T-18376.

[3] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 680.

[4] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 531.

[5] Papa Francisco. 2014. Telegrama a los participantes en el congreso celebrado en Roma con motivo del centenario de Álvaro del Portillo.

[6] Joachim Meissner, Romana, Año X, nº 18, enero-junio 1994, p.52.

[7] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 403.

[8] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 531.

[9] Lustiguer, Carta a Mons. Romero, Vicario Regional del Opus Dei in Francia (cfr. AGP, APD T-17367) París, 25-III-1994.

[10] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 566.

[11] Entrevista televisiva.

[12] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 487.

[13] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 546.

[14] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 649; Card. Pietro Palazzini, AGP, APD T-17356.

[15] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 485.

[16] Card. Camilo Ruini, Declaración televisiva.

[17] Testimonio (cfr. AGP, APD T-16898) Roma, 4-VI-1996

[18] Ángel Suquía. Testimonio (cfr. AGP, APD T-0977) San Sebastián, 17-VII-1996.

[19] Herranz, Julián. En las afueras de Jericó. Ed. Rialp, Madrid 2007, p. 86.

[20] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 394.

[21] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 631.

[22] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 532.

[23] Agustín García-Gasco, Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17257) Valencia, 3-IV-1998.

[24] Ricardo Maria Carles, Testimonio, 15 de mayo de 2005.

[25] Edouard Gagnon (véase AGP APD, T-17371)

[26] Cardenal William W. Baum, Carta a Mons. Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei (cfr. AGP, APD T-16369) Roma, 30-X-1995.

[27] Donald William Wuerl, Obispo de Pittsburgh, Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17514) Pittsburgh, 25-III-1998

[28] Raymond L. Burke, Carta a Mons. Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei (cfr. AGP, APD T-17547) La Crosse, 18-V-1998

[29] Theodore E. McCarrick Carta a Mons. James A. Kelly, Vicario Regional del Opus Dei en U.S.A. (cfr. AGP, APD T-17377) Newark, 28-III-1994

[30] Carta a D. Vicente Ariza, Vicario Regional del Opus Dei en Puerto Rico (cfr. AGP, APD T-17351) San Juan, 3-X-199

[31] Ernesto Corripio Ahumana. Homilía durante la Misa en la Basílica de Guadalupe (cfr. AGP, APD T-16743) México D.F., 23-IV-1994

[32] Carta a Paulino Busca Maganto, Vicario Regional del Opus Dei en Ecuador (cfr. AGP, APD T-16159) Ibarra, 23-III-1995.

[33] Carta al Rev. Federico Mönckeberg Balmaceda (cfr. AGP, APD T-16479) Valparaíso, 15-IV-1995.

[34] Carta a Mons. Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei (AGP, APD T-15748) Nagasaki, 13-II-1995.

[35] Cfr. Romana 1994, X, nº 18 p. 49.

[36] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 609.

[37] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 534.

[38] Card. Edward Idris Cassidy, Carta a Mons. Javier Echevarría, AGP, APD T-16859), Roma, 19-VI-1995.

[39] Romolo Carboni, Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-17388) Fano, 24-III-1994.

[40] Gaetano Alibrandi Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-16471) Castiglione, 4-X-1995.

[41] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 393.

[42] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 567.

[43] Nuncio Luigi Conti. Homilía en el funeral por el alma de Mons. Álvaro del Portillo (cfr. AGP, APD T-17385) Tegucigalpa, 26-III-1994 Tegucigalpa, 26-III-1994, AGP, APD T-17385; y Romana, enero-junio 1994, Año X, nº 18, p.53.

[44] Józef Kowalski Testimonial. Traducida del texto original en polaco (cfr. AGP, APD T-16270) Warszawa, 9-III-1995

[45] Paul Fouad Naïm Tabet Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17381) Ginebra, 24-III-1994.

[46] Alberto Cosme de Amaral, Romana, X, 1994, nº18, p.53.

[47] José Maria Cirarda, Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-17387) Vitoria, 30-III-1994.

[48] Fernando Sebastián, Diario 16 de Galicia, p. 22, 24 de marzo de 1994.

[49] Fernando Sebastián Atlántico Diario, p. 52, 27 de marzo de 1994; Redacción, marzo 1994.4

[50] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 638.

[51] José Antonio Infantes Florido, Homilía en el funeral Mons. Álvaro del Portillo (cfr. AGP, APD T— 17938) Córdoba, 29-III-1994

[52] Mons. Francisco Peralta Ballabriga, Carta a Mons. Tomás Gutiérrez Calzada, AGP, APD, T-5238), Zaragoza, 16-VII-1998.

[53] Pablo Barrachina, obispo de Orihuela, Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-16890) 18-VI-1996.

[54] Ciriaco Benavente Mateos. Homilía pronunciada con ocasión de la misa funeral por Mons. Álvaro del Portillo (cfr. AGP, APD T-17937) Cáceres, 24-III-1994.

[55] Demetrio Mansilla, Testimonio (cfr. AGP, APD T-0212) Burgos, 27-IX-1994.

[56] Mons. José Méndez Asensio, Arcivescovo di Granada (Spagna). Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-5010), Granada, 24-X-1994.

[57] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 538.

[58] Gordon Wheeler, Obispo emérito de Leeds, Testimonio (AGP, APD T-16277) Leeds, 24-X-1994

[59] Guillaume-Marie van Zuylen, Obispo de Lieja Testimonio (cfr. AGP, APD T-15552) 8-VII-1995.

[60]Józef Zycinski, Testimonio, traducido al castellano. El texto original está en polaco. (cfr. AGP, APD T-16166) Tarnów, 10-IV-1995

[61] Testimonio traducido del polaco (cfr. AGP, APD T-16157) Varsovia, 10-IV-1995

[62] Cfr. Romana, enero-junio 1994, Año X, nª 18, p.74; Testimonio (Cfr. AGP, APD T-17375).

[63] Thomas G. Doran, Carta a Mons. Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei (cfr. AGP, APD T-17536) Rockford, 20-IV-1998

[64] Ricardo Suriñac, Carta a D. Vicente Ariza Soler,Vicario Regional del Opus Dei en Portorico (cfr. AGP, APD T-17359) Ponce, 10-XI-1997

[65] Mons. Juan Fremiot Torres Oliver, en El Vocero, San Juan, 31.III.1994; y Romana X, 1994 nº 18, p.53.

[66] Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17473) Veracruz, 25-III-1998

[67] Luis Rojas Mena Carta aMons. Rafael Fiol,Vicario Regional del Opus Dei en México (cfr. AGP, APD T-17474) Guadalajara, 18-II-1998

[68] Obispo de Toluca Cfr. Romana, enero-junio 1994, año X, nº 18, p.76.

[69] Fernando Sáenz Lacalle, Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-17355) San Salvador, 9-XI-1997.

[70] Mons. Alano Maria Pena O.P., Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17436) Nova Friburgo, 20-II-1998

[71] Mons. Alberto Giraldo, Arcivescovo di Popayán (Colombia), Carta a D. Hernán Salcedo Plazas, Vicario Regional dell'Opus Dei in Colombia (cfr. AGP, APD T-17383). Popayán, 29-III-1994.

[72] Mons. Jorge M. López, Arzobispo emérito Rosario (Argentina), Carta a Mons. Carlos Nannei, Vicario Regional del Opus Dei en Argentina (Cfr. AGP, APD T-17231), Rosario, 8-XII-1996.

[73] Carta a Mons. Carlos Nannei, Vicario Regional del Opus Dei in Argentina (cfr. AGP, APD T-16242) Comodoro Rivadavia, 4-V-1995

[74] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 586.

[75] Isidro Sala, Testimonio (cfr. AGP, APD T-16187) Abancay, 14-II-1995

[76] Luis Sánchez-Moreno Lira, Carta a Mons. Javier Echevarría (cfr. AGP, APD T-16188)

[77] Antonio Arregui, obispo de Ecuador, Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-17354) Roma, 5-XII-1997

[78] Juan Larrea, Carta a a D. Paulino Busca, Vicario Regional del Opus Dei en Ecuador (cfr. AGP, APD T-16161) Guayaquil, 20-IV-1994

[79] Testimonio (cfr. AGP, APD T-17549) Loja, 15-IV-1998.

[80] Clímaco Jacinto Zarauz, Obispo de Azogues, Ecuador, Testimonio, (cfr. AGP, APD T-17410) Azogues, 27-I-1998

[81] Carlos M. Villalba Aquino, Carta a Mons. Carlos Nannei, Vicario Regional del Opus Dei en Argentina (cfr. AGP, APD T-17241) San Juan B. de las Misiones, 3-VIII-1995

[82] Mons. Luis Gleisner Wobbe, Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-15497) Santa Cruz, 20-II-1995

[83] Michael Ugwu Eneja, el 13.IV. 1994, Homilía en la Misa en sufragio por el alma del Siervo de Dios en la iglesia de St. Michael, Romana , enero-junio 1994, año X, nº 18, p.52 y 72.

[84] Sebastian da Souza, Testimonial (cfr. AGP, APD T-17526) Calcuta, 16-III-1998.

[85] Francis Xavier Kaname Shimamoto, Carta a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-15749)

[86] Stanislaus Lo- Kuang, Testimonio. El texto original está en chino. ,AGP, APD T-17353, Taipei, III-1995.

[87] Testimonio, Segovia, 14-IV-1994( AGP, APD T-0025).

[88] André Desrochers, Testimonio (cfr. AGP, APD T-17582) Kildare, VI-1998

[89] Freddy Ahumada Santander Carta a Mons. Alejandro González Gatica, Vicario Regional del Opus Dei en Chile (cfr. AGP, APD T-16807), Illapel, 19-III-1996

[90] José Barreiro Esmorís, Carta a D. Emilio Forte, Vicario Delegado del Opus Dei en Santiago de Compostela (cfr. AGP, APD T-5058) Ferrol, 27-IV-1995.

[91] Manuel José da Costa Benedo Vilar, Carta aMons. António Barbosa,Vicario Regional del Opus Dei en Portogallo (cfr. AGP, APD T-17560) Viana do Castelo, 25-V-1998.

[92] Pablo Domínguez Prieto Carta (cfr. AGP, APD T-5028) Madrid, 27-XI-1994.

[93] Carta a D. Emilio Forte, Vicario Delegado del Opus Dei en Santiago de Compostela (cfr. AGP, APD T-5057) Sarria, 4-V-1995.

[94] Carta de María Josefa Bonnemain a D. Manuel Dacal, Vicario Delegado del Opus Dei en Barcelona (cfr. AGP, APD T-5245) Barcelona, 10-V-1988.

[95] Carta de Sor. Isabel Cabezón Villanueva a Mons. Javier Echevarría, Vescovo Prelato dell'Opus Dei (cfr. AGP, APD T-5186) Logroño, 1-X-1996.

[96] Carta de d Sr. Teresa Margarita del Espíritu Santo, O.C.D., a Mons. Javier Echevarría (Cfr. AGP, APD T-6220), Sabaris, 20-VI-1997.

[97] Testimonio de Sr. María Asunción de la Santísima Trinidad, O.C.D. (cfr. AGP, APD T-0918).

[98] Carta (firma la Priora, Teresita del Niño Jesús de la S. Faz, O.C.D.,y veinticinco hermanas) a Mons. Javier Echevarría, (cfr. AGP, APD T-16491).

[99] Testimonio de Sr. María de la Cruz de Jesús, O.C.D. (cfr. AGP, APD T-0780) Pamplona, 5-III-1995.

[100] Declaración en una entrevista televisiva.

[101] Cristóforo M. Bove, Testimonio(cfr. AGP, APD T-17394) Roma, VI-1999.

[102] Madre Paloma de Jesús, OCD, Relación Testimonial, 28.VI.1994, El Cerro de los Ángeles, Madrid.

[103] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 548.

[104] Javier Garcçia de Leániz, Testimonio, Madrid, 1994.

[105] Roberto Gomá Pujadas, Testimonio, Madrid 1994.

[106] Leone Castelli, Testimonio, Madrid, 1994.

[107] Federico Vallet Carta a Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei (cfr. AGP, APD T-5207) Barcelona, 10-I-1997

[108] Mizuko Araki, traducción del japonés. (cfr. AGP, APD T-15949) Nagasaki, 29-VIII-1994.

[109] Carta a D. Manuel Dacal, Vicario Delegado del Opus Dei en Barcelona (cfr. AGP, APD T-5041 Barcelona, 30-XI-1994).

[110] Francisco González-Barros y Albardonedo, Testimonio (cfr. AGP, APD T-0699).

[111] Ingrid Bjerke, Testimonio (cfr. AGP, APD T-16954) Estocolmo, 20-XI-1996.

[112] Juan Pablo Villanueva, Carta a Mons. Tomás Gutiérrez, Vicario Vicario Regional del Opus Dei in España (cfr. AGP, APD T-5160) Madrid, 28-III-1996.

[113] Pilar del Portillo, Testimonio, Madrid, 1994.

[114] Isabel Carles, Testimonio (cfr. AGP, APD T-0137)

[115] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo, p. 530.

[116] Encarnación Ortega Pardo, AGP, APD T-0136.

[117] Encarnación Ortega Pardo, AGP, APD T-0136.

[118] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 394.

[119] Medina Bayo, Javier, Álvaro del Portillo p. 545.

[120] José María Casciaro (cfr. AGP, APD T-0961).

[121] Mª Begoña Álvarez Iraizoz Testimonio (cfr. AGP, APD T-0518) Madrid, 15-IX-1996.