Reconocer el rostro de Cristo en esos “rostros sufrientes que nos duelen”

Reproducimos la homilía pronunciada por Mons. Mariano Fazio, vicario del Opus Dei en Argentina, con ocasión de la santa misa en honor de San Josemaría, ayer 26 de junio, en la Catedral de Buenos Aires.

Mons. Mariano Fazio

El 2013 era ya un año especial, el año de la Fe. La elección del Papa Francisco ha potenciado la realidad de estar viviendo tiempos extraordinarios de gracia. Dios nos ha regalado una nueva primavera de la fe para los argentinos y, particularmente, para quienes vivimos en esta ciudad. Ahora es más fácil vivir ese “sentire cum Ecclesia”, sentir con la Iglesia, que nos proponía san Josemaría.

Celebrar a San Josemaría en esta catedral nos trae el recuerdo de las veces en que estuvimos con el Papa Francisco y, a la vez que nos llena de alegría, nos ayuda a renovar nuestra oración por él y por toda la Iglesia, con mentalidad universal. Pienso que también surge en el corazón un profundo agradecimiento al Papa emérito Benedicto XVI, por su humildad y por sus enseñanzas, que son un tesoro para la Iglesia.

Esa cercanía especial que percibimos en un Papa que habla nuestra lengua, que ha caminado nuestras calles… un Papa que tiene o tenía tarjeta SUBE para andar en subte, nos lleva a considerar que la unión con el Romano Pontífice está en el corazón de la vida cristiana. Muchos de nosotros lo hemos aprendido de San Josemaría: “El Papa es el Vicecristo, el Papa es Pedro, el Papa es el representante de Dios en la tierra. Nuestro amor de cristianos tiene que ser así: Jesucristo, María Santísima, San José, ¡el Papa!” (Altoclaro, Venezuela, 14-II-1975). Algunos habrán visto el video de estas palabras, y tendrán presente cómo san Josemaría apresura las palabras finales, como para dejar clara la unidad del amor a Dios y al Papa.

El amor al Papa está llamado a ser expansivo, a compartirse con otros. Así lo recuerda un punto de Forja que ha tomado nueva relevancia: “Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado!” (Forja, 638). Desde Roma a la periferia, a las periferias materiales y existenciales. Cuando el papa Francisco ha dicho que le gustaría una “Iglesia pobre y para los pobres”, no solo nos han dicho que debemos reforzar nuestra ayuda a los más necesitados. También nos anima a aprender de ellos. El documento de Aparecida –ese texto que el Papa les ha regalado ya a varios presidentes latinoamericanos- recuerda con cierta admiración la fe de los pobres, su vivencia de la solidaridad, su confianza en Dios (cfr. Aparecida, 398).

Mons. Enrique Eguía Seguí

Podemos y debemos ayudar más, y debemos aprender más de ellos. En 1941 escribía San Josemaría: “no hace falta recordaros, porque estáis viviéndolo, que el Opus Dei nació entre los pobres de Madrid, en los hospitales y en los barrios más miserables: a los pobres, a los niños y a los enfermos seguimos atendiéndolos. Es una tradición que no se interrumpirá nunca en la Obra” (San Josemaría, Instrucción, 8-XII-1941, n. 57). Suena fuerte ese “porque estáis viviéndolo” y nos anima a acelerar el paso, a comprometernos más. No podemos acostumbrarnos a que haya hermanos y hermanas nuestros que vivan en la calle, que pasen frío y hambre, que sean víctimas de la violencia, como descartados de la sociedad.

En Semana Santa el Papa nos decía: “seguir a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos para salir al encuentro de los demás, para ir hasta las periferias de la existencia, ser nosotros los primeros en movernos hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que están más alejados, los olvidados, los que están más necesitados de comprensión, de consuelo y de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y lleno de amor!”.

Acojamos estas palabras del Santo Padre y hagámosle eco con entusiasmo (cfr. Forja 133), con la misma fuerza con que san Josemaría escribía en 1935 que la Iglesia está más allá de las categorías políticas, pero siempre centrada en el servicio al prójimo: “Si por izquierda se entiende conseguir el bienestar para los pobres, para que todos puedan satisfacer el derecho a vivir con un mínimo de comodidad, a trabajar, a estar bien asistidos si se ponen enfermos, a distraerse, a tener hijos y poderles educar, a ser viejos y ser atendidos, entonces yo estoy más a la izquierda que nadie” (San Josemaría, Instrucción, mayo-1935/14-IX-1950, nota 146).

Nunca nos vamos a arrepentir de haber dejado de lado algo nuestro, material o espiritual, para compartirlo con los pobres. Hace unos años, se realizó en Argentina un documental titulado “Con el impulso de sus palabras”, en el que se recogían iniciativas solidarias animadas por el mensaje de san Josemaría, desde hace tantos años en nuestro país. Tareas a veces escondidas, a veces visibles, realizadas por muchos de ustedes, que muestran la mejor cara del mensaje cristiano: colegios, centros de formación técnica, visitas solidarias, ong’s, viajes de promoción social, iniciativas de promoción de la mujer, de atención sanitaria, en la ciudad y en el campo. Esta es la tradición que no se interrumpirá nunca, es una manera de ver el mundo, la manera cristiana de ver el mundo.

En esta ciudad, una iniciativa en la que brilla el mensaje solidario de san Josemaría es el colegio Buen Consejo, que realiza una tarea educativa impresionante en Barracas. No es novedad que el cardenal Bergoglio tenía un aprecio especial por ese proyecto y por las personas que cada día lo sacan adelante. Recientemente tuve la gracia de recibir una tarjeta del Papa, fechada el 6 de junio, de unas 15 líneas, ordenadas en tres párrafos. Al final, en una post data, me pide un favor: “Dale mis saludos a las chicas del Buen Consejo”. Me pareció que esta era una oportunidad adecuada para cumplir con su pedido.

Alguno puede preguntarse: pero yo, ¿cómo vivo esto en mi día a día, con mi trabajo, con mi familia? Ayudando, rezando, promoviendo, y haciendo todo lo que puedas hacer. Descubriendo el sentido social que hay detrás del trabajo y dedicando horas concretas a ayudar de manera directa, enseñándoles a tus hijos y a tus amigos, que en los pobres encontramos a Jesús. No podemos ser indiferentes. Así lo decía el Papa a los participantes del Congreso UNIV, que promueve gente de la Obra, en Roma, cada año -lo dijo en italiano, lo traduzco al argentino-: “les agradezco su oración y su afecto al Papa. Con su presencia en el mundo universitario, cada uno de ustedes puede realizar lo que pedía San Josemaría Escrivá: 'Es en medio de las cosas materiales de la tierra donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres'”. Entre las muchas frases del Papa que han resonado en los medios en estos primeros 100 días de pontificado, podemos recordar esa que es también el título de uno de sus libros: “el verdadero poder es el servicio”.

“Estamos para servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida”. Esa era la ilusión de san Josemaría, y el servicio a los más necesitados es lo que nos está pidiendo el Papa. Para servir así necesitamos apoyarnos en Dios y reconocer el rostro de Cristo en esos “rostros sufrientes que nos duelen” (Aparecida, 8.6): “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14,13), porque “cuanto hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40).

La primera visita del pontificado del Papa Francisco fue a Santa María la Mayor, a llevarle una corona de flores. Siguiendo su ejemplo de cariño y cercanía a la Virgen, terminamos esta homilía acudiendo a Nuestra Madre de Luján, para que nos ayude a ver a Cristo en nuestros hermanos y hermanas, a saber comprometer la propia vida para ayudar a los demás, para servir a Dios.