La siembra de una abuela

Hola, soy Yamuna. Yamuna es el nombre del mayor afluente del río Ganges y uno de los principales ríos del norte de la India. Nací en un pueblo valenciano y estudié filología hispánica en Valencia capital.

Tengo 26 años. Mi padre es de la religión hinduista. Nació en un pueblo de Castilla La Mancha en una familia católica pero de joven onoció al que luego sería su guía espiritual y se hizo Hare Krishna.

Se podría decir que fui a la India cuando era todavía minúscula, pues estaba en el vientre de mi madre. La verdad es que me encantaría volver al país, y esta vez poder verlo. Siempre he imaginado que el motivo de mi viaje no sería turístico, sino para poder quedarme un tiempo, pero quién sabe. Creo que tengo un vínculo con esa tierra. Mi nombre pertenece ahí y el nombre siempre te define. De pequeña muchas veces me preguntaban extrañados por su significado. Y yo siempre me dibujaba en la mente el mapa del Yamuna.

Es un río inmenso. Atraviesa los estados de Uttarakhand, Haryana y Uttar Pradesh y Delhi y es frontera también de Himachal Pradesh. Recibe muchos afluentes en el camino, incluyendo los enormes ríos Giri, Tons, Hindon, Chambal, Betwā, Mandakini, Sindh y Ken. Y así ha sido de alguna manera mi vida. Partió del hinduismo y fue recogiendo diversas aguas hasta llegar a su destino. He visto muchos modos de vivir, muchas alternativas hasta encontrar la plenitud de la fe.

He visto muchos modos de vivir, muchas alternativas, hasta encontrar la plenitud de la fe

Mi madre siempre ha sido católica aunque no ha tenido continuidad en la práctica de su fe pero valoro que siempre haya estado ahí para recordarme a Jesús. Por aquel entonces, estaba empezando a conocer el hinduismo y como mi padre prefirió no bautizarnos ni a mi hermano ni a mí, ella lo aceptó. De aquellos primeros años recuerdo los veranos en la comunidad de los Hare Krishna. De mi padre he aprendido muchas cosas como el valor de la oración; el vegetarianismo -que aún practico-; la perseverancia ante aquello que se cree y la poca importancia que puede tener lo material. Soy de Valencia, sí, pero también soy del mundo

El amor de una abuela

Mi abuela, la madre de mi padre, era católica practicante. Murió cuando yo tenía 17 años. Cuando era pequeña, me hizo un gran regalo. Y hasta hoy no me he dado cuenta de lo mucho que le debo.

Solía pasar los veranos con ella en el pueblo y me hablaba de Jesús y de la Virgen María, me llevaba a la iglesia los domingos, me enseñaba a orar. Siempre que estaba con ella me llevaba a visitar al Señor, supongo que me quería hacer consciente de que Jesús estaba en el sagrario. Era una mujer muy cariñosa, que vivía su fe profundamente y me la transmitía. Mi abuela no compartía la religión de mi padre, pero siempre que estábamos la familia en su casa por vacaciones, se unía a nuestras costumbres y dejaba de comer carne, y huevos para respetar las creencias de su hijo.

El Papa Francisco dijo unas palabras con las que me siento muy identificada: «¡Que importantes son los abuelos en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe!»

Aunque yo entonces no me daba cuenta, aquellas conversaciones de nieta y abuela no fueron en vano. Cuando íbamos a alguna celebración religiosa a la iglesia y veía a la gente comulgar sentía un deseo grande de hacerlo yo también. Crecí con la inquietud religiosa, pero no pasaba de ahí porque a mi alrededor tampoco había gente que me diera a conocer más la fe. Supongo que algo me quedó de esas charlas con mi abuela, porque siempre que viajaba y veía alguna iglesia, sentía la necesidad de entrar. Ir a la iglesia y sentarme delante de Jesús me daba mucha paz. Yo iba y le contaba mis cosas. Sentía atracción por los sagrarios de las iglesias, era algo que no me dejaba indiferente.

Cuando era pequeña mi abuela me hizo un regalo muy grande...

Cuando llegué al bachillerato, elegí por alguna razón que aún desconozco, la línea científico-técnica, cuando yo soy de letras, y efectivamente no aprobé. Mis padres se enfadaron mucho cuando vieron las notas y decidieron llevarme interna a un colegio Adventista de Valencia para repetir primer curso. La razón era que el colegio tenía buena fama y además los adventistas practican el vegetarianismo, lo que facilitaba bastante mi alimentación. La experiencia me gustó y pedí quedarme a cursar segundo.

Los adventistas me enseñaron muchas cosas sobre la fe cristiana y sobre todo me permitieron entrar en contacto con la Biblia. Todos los días a las ocho de la tarde teníamos culto. A partir de un relato bíblico nos hablaban de valores, de cómo aplicar lo que leíamos a la vida cotidiana. Cada viernes, cuando se ponía el sol, empezábamos a celebrar el culto grande, que duraba hasta el atardecer del sábado, el día del Señor para los adventistas. Venía gente de los pueblos y lo celebrábamos a lo grande. Ese día era entero para Dios. A mí al principio me fastidiaba no poder estudiar, sobre todo en época de exámenes, pero pasado un tiempo lo entendí y empecé a respetarlo voluntariamente.

Los adventistas me enseñaron muchas cosas sobre la fe cristiana y sobre todo me permitieron entrar en contacto con la Biblia

Salí triunfante del bachillerato y comencé la carrera de Filología Hispánica en la Universidad de Valencia. Conocí a un chico que me gustaba, y empezamos a salir. Mi novio era agnóstico, me hablaba de la imposibilidad de la existencia de un Dios. Poco a poco, sus palabras me iban alejando de Dios y de la espiritualidad que había vivido de tantas maneras, pero siempre con una experiencia de trascendencia. Cuando vi el lado de la vida en el que Dios no estaba, decidí que no iba a estar ahí. Dios había estado cerca de mí siempre de una manera natural, sin yo pedirlo. Ahora era cuando tenía que estar yo para Él.

Mi padre practica la religión hinduista pero me ha apoyado en mi conversión.

Al terminar la carrera quise hacer el master para ser profesora de Secundaria, porque descubrí que mi vocación era enseñar literatura. Podía cursarlo en mi universidad pública pero surgió la oportunidad de recibir una beca en la Universidad Católica de Valencia y mi padre estuvo de acuerdo en que lo hiciera allí, porque en el fondo siempre ha pensado que la formación en los centros de inspiración cristiana era humanamente más completa.

En el master tuve profesores muy buenos, me gustaba cómo enfocaban la educación desde el punto de vista de la persona en su totalidad. Lo que yo oía en las clases sobre la fe católica, la familia, la educación, etc., me atraía. Siempre me he sentido en consonancia con los valores de la fe, porque en el fondo son muy humanos. Pienso que de alguna forma yo ya creía y vivía mi fe pero me faltaba el testimonio de gente como yo que me enseñara a ponerla en práctica

Pienso que de alguna forma yo ya creía y vivía mi fe pero me faltaba el testimonio de gente como yo que me enseñara a ponerla en práctica

Un compañero me habló del Opus Dei, me dijo que él recibía formación en un centro de la Obra para universitarios. A mí me gustó mucho lo que me contó, me atraía vivir así y como tenía que escoger un colegio para hacer las prácticas del máster, pedí hacerlas en Guadalaviar, que es una obra corporativa del Opus Dei. Pensé que era una buena oportunidad para conocer de cerca aquello que me había llamado la atención.

Nunca había conocido un estilo de vida tan auténtico: veía gente que practicaba su fe y que hablaba de ella con normalidad

Desde el primer día, sentí la emoción de estar en el lugar adecuado, de estar en casa, y ahí empezó todo. Nunca había conocido un estilo de vida tan auténtico: veía gente que practicaba su fe y que hablaba de ella con normalidad, veía que la gente estaba feliz y me decidí. Estas cosas no se pueden explicar la verdad… cada uno tiene su proceso.

El 13 de julio de 2016 recibí el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación en la Iglesia de San Juan del Hospital. Ese día me acordé mucho de mi abuela, pensé que estaría contenta de que al final se cumpliera lo que ella quería y que fuera también lo que yo quería.

Pedí hacer las practicas de la carrera en el colegio Guadalaviar porque quería conocer el Opus Dei más de cerca

Mis padres también me apoyaron al cien por cien con mi conversión, incluso me regalaron el viaje a la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia. Y aunque soy la misma hay algunas cosas que han cambiado en mi vida. Antes, cuando tenía dificultades pensaba en abandonar y tirar la toalla, pero ahora he entendido que puedes ofrecer a Dios tus cosas y que a Él le importan todas. La fe le ha dado solidez a mi vida. Antes todo lo que yo hacía, mí día a día, era muy superficial, pero ahora puedo darle un sentido nuevo a todo.

Es como el Yamuna que a su paso crea una llanura de aluvión en esa franja que queda entre ese río y el Ganges regando tantos terrenos de cultivo y dando de beber a millones de personas. Así de fértil espero que sea mi vida. Si tuviera que resumir en una palabra la fe, sería felicidad porque realmente me ha cambiado la vida y me ha hecho más feliz. Todo se lo debo a Dios y a mi abuela, que abrió aquel manantial de fe en mi alma. La culpa es tuya, abuela. ¡Gracias!