Ernesto Cofiño conoce a san Josemaría

Recuerdos del viaje a Roma que el doctor Ernesto Cofiño realizó en 1965.

Viajar a Roma, hacer su romería caminando por las calles de los primeros cristianos y rezar con el Papa y por el Papa junto a la tumba del primer vicario de Cristo, san Pedro era una de las grandes ilusiones de Ernesto. La vio cumplida el año 1965.

Su romería incluía visitar a Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Deseaba vivamente conocerlo, hablarle, escucharlo. Quería agradecerle personalmente lo que repetidamente le había dicho por cartas. Este era uno de los grandes sueños de su vida. Lo vio realizado el día 9 de octubre. El Padre, como llamaban a san Josemaría los fieles del Opus Dei y muchas otras personas —y como gente de todo el mundo llama a sus sucesores al frente de esa institución de la Iglesia— lo recibió a las once de la mañana. Ernesto se había hecho su composición de lugar; pero se encontró con que la realidad era otra.

En sus impresiones, que escribió inmediatamente después de estar con san Josemaría, consigna su asombro por la gran alegría, por la confianza que transmite y por su humildad. Un abrazo apretado, muy apretado, de padre a hijo y, según recordaba Ernesto, la pregunta: “Hijo mío, ¿qué es lo que vienes a ver? Yo no soy nada más que un pobre pecador: tengo muchas faltas, y tú sabes, hijo, que de algunas me doy cuenta y rectifico; pero temo que otras me pasen inadvertidas”.

Le habló del trabajo: “El trabajo es bendito, santo en todas sus categorías. Considero que el trabajo más sencillo ofrecido a Dios es el que le es más grato”.

Lo llevó a un oratorio. Le mostró una imagen de la Virgen que también besó cariñosamente. Al regresar del oratorio, le habló del amor al Papa, del amor a la Iglesia.

Prosiguiendo la conversación y comentando lo que Ernesto le contaba: “Ves, hijo mío —anotaba Ernesto de memoria—, yo te quiero repetir que yo soy solamente un pobre pecador: todos debemos sentirnos pecadores ante Dios nuestro Señor. Pero es necesario que estés convencido que en el Opus Dei hay una sola vocación, todos tenemos la misma vocación y esta vocación es de origen divino. […] Que quede claro que no es una vocación diferente para los sacerdotes, para los numerarios y para los supernumerarios: es una misma vocación que Dios ha querido darnos a todos, en el lugar y condiciones en que nos encontró el Señor. Por eso puedo decirte que en el Opus Dei todos comemos del mismo puchero: no hay uno para mí y otro diferente para ti: es el mismo. Tú metes tu cuchara y tomas, como hago yo”.

La conversación fue llegando a su fin. El Padre le dio la bendición de viaje, otro abrazo de padre a hijo, y Ernesto anotaba que había añadido unas palabras que siempre lo llenaban de esperanza: “Dios quiera que tú y yo podamos comer de este puchero en el cielo”.

No se trata de palabras textuales san Josemaría sino tal como fueron registradas en la memoria de Ernesto. Y así consignó en sus acostumbrados apuntes, la realización de aquel gran sueño de su vida.

El texto de este artículo procede, con algunas adaptaciones, del quinto capítulo del libro Ernesto Cofiño Ubico. Un médico apasionado por la vidade Gustavo González Villanueva (Editorial Promesa, 2001).