Argentinos y argentinas relatan favores recibidos por intercesión de Álvaro del Portillo

Relatos en primera persona de quienes recibieron favores por la intercesión del próximo beato Álvaro del Portillo y compartieron su testimonio con la Oficina de Comunicación (info.ar@opusdei.org)

"Los ojos de Nachito"

Nombre: Estela Sánchez de Aliaga
Lugar: Buenos Aires, Argentina
Fecha: año 2014

Con mi esposo tuvimos nuestro tercer nieto y por eso viajamos a Buenos Aires a conocerlo. Tenía apenas una semana. ¡Qué tremenda emoción y alegría de abuelos tuvimos al verlo! Verdaderamente fue un día muy feliz.

Al día siguiente le correspondía al bebé un control de rutina del oculista, que fue hecho en uno de los mejores hospitales de Buenos Aires. Y allí fue el golpe: una mancha en un ojo había impedido la formación de la retina, y otras dos más pequeñas en el otro. Todo apuntaba a un tumor cancerígeno, y era posible que no pudiera ver.

Con una entereza admirable su mamá y su papá, ambos médicos, pasado el primer momento de shock, arreglaron en la parroquia del barrio para bautizarlo al día siguiente, ya que era probable una pronta operación. Fueron cuatro días terribles en que cada uno, abuelos y padres tratábamos de darnos ánimo y contener nuestro profundo dolor para no entristecer más a los demás. Cuando veía al bebé en los brazos amorosos de su mamá y papá, ¡yo no podía dejar de pensar que nunca les vería la cara! Y me destrozaba. Solo de noche podíamos con mi esposo llorar en la soledad del hotel.

Antes de regresar a nuestra ciudad le di a mi nuera una estampa de don Álvaro, que la colocó debajo del colchoncito de la cuna. Todos la rezamos esos días.

A los dos días, cuando le hicieron otro control, don Álvaro ya había intercedido por él: no tenía ningún tumor; es otra enfermedad que le afectó solo un ojito. ¡Pero con el otro va a ver! ¡Y podrá ver el rostro de su papá y mamá!

“No funciona el video”

Nombre: Victoria W.
Lugar: San Telmo, Buenos Aires, Argentina
Fecha: comienzos de septiembre de 2012

Un día, el capellán de la institución en la que trabajo, me pidió que proyectara un video de don Álvaro al personal administrativo para darlo a conocer. Decidimos, con una colega, hacer dos proyecciones (dos días distintos) para que más gente pudiera verlo.

No estuve presente en el momento en el que mi colega proyectó el video por primera vez. Pero me dijo que había tenido muchos problemas técnicos y que la calidad de la imagen había sido bastante baja, entre otras cosas.

La mañana que me correspondió hacer a mí la proyección, previne la situación haciendo un par de pruebas. Pero los desperfectos seguían. No conseguía que se viera bien, se escuchaba mal...

Se me acabó el tiempo de prueba y tuve que ocuparme de otros asuntos. Así llegó la hora de la proyección. Camino a la sala donde se proyectaría el video del milagro de Don Álvaro, le recé una estampa. Le pedí “es tu video, ocupate, por favor!”. Vi a la gente sentarse, saludarse... y yo con una sonrisa como si nada pasara (¡era una bola de nervios!). El capellán apagó las luces y me dio la señal para comenzar. Puse PLAY. El video se vio perfecto. La imagen estaba nítida como nunca, el sonido funcionó a la perfección y el proyector conectó de maravilla con la pc (todas estos inconvenientes habían surgido en la prueba). Nadie notó nada. Solo lo supimos el personal técnico y yo.

“¿Y el cable?”

Nombre: Victoria W.
Lugar: San Telmo, Buenos Aires, Argentina
Fecha: comienzos de septiembre de 2012

Una tarde, después del almuerzo, pasé a dar un saludo express a unas amigas en su oficina. Al poco tiempo de saludarlas, una me expresó su preocupación porque no encontraba el cable de una cámara de fotos del trabajo y la necesitaba para hacer una entrega urgente. Mientras ellas se pusieron a buscar el cable, yo les repetía: “¿Por qué no le piden a don Álvaro?”. Me ignoraron y continuaron con su búsqueda. Se los sugerí una vez más. Nada… siguieron buscando cada vez más nerviosas. Una tercera... una de ellas me miró con cariño como diciendo “mejor buscar, ¿no?”.

Entonces me senté en la pc de una de ellas. Googleé “Estampa de don Álvaro” y luego de decir: “bueno, rezo yo”, empecé a leerla. Me acompañaron en el padrenuestro, avemaría y gloria, mientras seguían buscando. Una dijo: “Sería muy loco que apareciera ahora”. A lo que la otra contestó: “¿te imaginás?”, y de pronto una de ellas dijo sorprendida: “¡Acá está!”. Salté de la alegría. Festejé con ellas y me fui a mi oficina. Las dejé en shock. Hoy cada una tiene una estampa de don Álvaro en su escritorio.

LINKS:

Estampa de Álvaro del Portillo

Documental Trabajar para los demás, con Álvaro del Portillo

Video sobre el milagro que permitirá la beatificación de Álvaro del Portillo