“Adoramos a nuestros 23 sobrinos”

Florencia Sofer se sabe en manos de Dios y de la Virgen. Eso le ayudó a sobrellevar situaciones difíciles en su vida personal. En su tiempo libre, trabaja en el club juvenil Los Arrayanes.

Florencia con su marido, Diego

Florencia Sofer tiene 37 años, es economista y está casada con Diego Ballester hace diez. Es supernumeraria del Opus Dei: “La vocación me ayudó mucho a crecer en todas las virtudes, es un regalo inmerecido de Dios; pienso que podría haber elegido a cualquiera de mis hermanos y sin embargo me eligió a mí”.

Al inicio de su matrimonio, cuenta Florencia, se les presentó una cruz: “La vocación también me ayudó a sobrellevar los momentos difíciles. Al poco tiempo de casarnos, nos enteramos de que no podíamos tener hijos debido a un tratamiento de quimioterapia que había recibido Diego con anterioridad”.

Florencia con su marido, Diego

¿Te sentiste ayudada por Dios en ese momento?

Fueron cosas duras. Siempre supe que eso era lo que Dios permitía para nosotros. La dirección espiritual me ayudó mucho para verlo con una visión positiva y sentí que a Dios le importo y se preocupa por mis cosas, hasta de las más chiquitas. Antes de casarme me parecía algo terrible, pero ahora estoy feliz porque sé que Dios es mi Padre y por algo lo permite. En definitiva, de alguna forma hay que ganarse el Cielo…

¿Cómo lo vivieron entre los dos?

Florencia con uno de sus sobrinos

¡Somos tan felices! Estamos tan enamorados, que cada día agradezco a Dios el tener un marido como él. Nos divertimos y nos queremos mucho, y a mí la Obra me ayudó a poner en primer lugar a mi marido. Con el tiempo vimos muchas cosas buenas. Por ejemplo, que tenemos más tiempo para estar con los demás. Adoramos a nuestros 23 sobrinos y hacemos miles de programas con ellos.

Con una cuñada y sobrinos

¿Pensaron en la adopción?

Sí, pero somos muy felices así, y queremos mucho a nuestros sobrinos. Muchas veces nuestros sobrinos vienen a dormir a casa o los invitamos a comer y eso nos da mucha alegría. Les hablamos de Dios y cuando nos preguntan por qué no tenemos hijos, les explicamos que los hijos son un regalo de Dios, pero nosotros al no tenerlos, podemos jugar más con ellos. Y ellos, ¡felices con esta respuesta! Además, así también ayudamos a nuestros cuñados. Las chicas del club (Los Arrayanes) me preguntan lo mismo, y también se muestran felices cuando les digo que así puedo estar con ellas tomando el té, ya que si no, estaría en casa cuidando a mis hijitos. Creo que los hijos son un regalo de Dios, no son para uno, y nadie tiene derecho a un hijo por el solo hecho de estar casado o de desearlo. A los hijos hay que quererlos cuando vienen y cuando no vienen.

¿Le rezaron a San Josemaría? ¿Qué te inspira de él?

Con algunas de las chicas que asisten al Club Los Arrayanes

En casa tenemos una estampa con reliquia de San Josemaría que nos dieron en 1998 y siempre le prendemos una vela. Y, por supuesto, nunca dejamos de encomendarnos a la Virgen María. De San Josemaría me quedó grabada la enseñanza de que Dios no se deja ganar en generosidad.

¿Cómo conociste el Opus Dei?

Una clase de cocina en los Arrayanes

Desde los 6 hasta los 26 años viví con mi familia en Uruguay. Allí, una amiga me invitó al club Lantana, que tenía lugar en el centro de la Obra en Montevideo. El club me ayudó a luchar para vivir mejor las virtudes humanas y cristianas, y esa formación es algo que le agradezco al Opus Dei. A los 16 años vi que Dios me pedía más y que yo podía ser de la Obra. Fue muy simple, lo vi rezando un día en el Oratorio, todavía me acuerdo el momento y lugar. No sé qué hubiera hecho de no haber recibido mi vocación. Agradezco que sea un camino tan concreto y el tener la gracia para seguirlo día a día

¿Cómo recibió tu familia la noticia?

En casa son católicos pero no son miembros de la Obra. No lo entendieron mucho al principio, después sí. Incluso tuvimos una situación familiar difícil –la pérdida de un hermano– y a mí me ayudó la vocación para sostenerme en Dios. Yo siento la responsabilidad de rezar para que todos se ganen el Cielo, en especial los miembros de mi familia.

¿A qué te dedicás?

Me recibí de economista en Uruguay y más adelante hice un posgrado en Marketing en la UADE. Trabajo en una empresa de marketing y además dedico algunas horas de mi semana a ayudar en el club juvenil Los Arrayanes. Allí las chicas que asisten toman el té; realizan una actividad como cocina, guitarra, moda; luego dedican un rato al estudio y también reciben una charla de formación cristiana. Creo que es una buena forma de devolver lo que yo recibí y de ayudar a las chicas a que desarrollen su fe.