37 nuevos sacerdotes del Opus Dei

El prelado del Opus Dei ordenó a 37 sacerdotes de 16 países el 22 de mayo en Roma. “Nos espera una tarea enorme, el mundo está muy necesitado del amor de Cristo”, dijo mons. Echevarría en la homilía, “los cristianos lograremos llevar con nosotros el "buen aroma de Cristo" sembrando paz y alegría si permanecemos bien unidos al Señor, con una confianza inquebrantable en su bondad y en su poder”.

A la ceremonia asistieron alrededor de 2000 personas.

“Somos de 16 países en los que hay mucha gente buscando el sentido de su vida y con una gran sed de Dios. Pido a quienes lean esta entrevista que nos ayuden con sus oraciones. Las necesitamos mucho para poder ser verdaderos instrumentos de Jesucristo”. Así se expresa Landry Gbaka-Brédé, de Costa de Marfil, uno de los 37 diáconos de la prelatura del Opus Dei que recibieron la ordenación sacerdotal la tarde del 22 de mayo en la basílica romana de san Eugenio.

Mons. Echevarría: “el mundo está muy necesitado del amor de Cristo”

Unas 2.000 personas participaron en la ceremonia. Los nuevos sacerdotes casi llenaban el presbiterio. En su homilía, el prelado del Opus Dei les recordó que “el Señor mismo os ha llamado por medio de vuestro Ordinario. De ahora en adelante, para toda la vida, os convertiréis en ministros de Cristo, instrumentos visibles del Sumo Sacerdote para perpetuar su Sacrificio en la tierra.”

Mons. Echevarría añadió, glosando una carta de Juan Pablo II a los presbíteros, que en la Misa, Cristo se hace presente en el tiempo mediante las pobres manos del sacerdote. “¿Cómo no quedarse atónitos y asombrados frente a esta realidad? Si, como escribía san Josemaría, la humildad y el amor de Cristo en la Eucaristía son algo inconmensurable —más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz (Camino, 533)-, no nos queda otra actitud —os repito con palabras del Papa— sino arrodillarnos y adorar en silencio este gran misterio de la fe”, dijo.

Los padres de Damian vinieron desde Polonia para las ordenación.

“Nos aguarda una tarea enorme.”, afirmó mons. Echevarría, “Basta echar una ojeada alrededor para percatarse de que el mundo está muy necesitado del amor de Cristo. Por todas partes se perciben los frutos malolientes del odio, de la violencia, de los atropellos que unos hombres cometen contra otros hombres. Los cristianos debemos llevar con nosotros el buen aroma de Cristo sembrando paz y alegría. Lograremos hacerlo si permanecemos bien unidos al Señor, con una confianza inquebrantable en su bondad y en su poder”.

El prelado del Opus Dei recordó unas palabras recientes del Santo Padre, dirigidas a un grupo de nuevos sacerdotes: «Os ordenáis sacerdotes en una época en la que (...) fuertes tendencias culturales tratan de hacer olvidar a Dios, sobre todo a los jóvenes y a las familias. Pero no tengáis miedo: ¡Dios estará siempre con vosotros! Con su ayuda podréis recorrer los caminos que conducen al corazón de cada hombre, y anunciarle que el Buen Pastor ha dado la vida por él y desea hacerle partícipe de su misterio de amor y de salvación».

Mons. Echevarría concluyó felicitando a los padres y a los demás parientes de los nuevos sacerdotes. “Rezad por ellos, les dijo, y por todos los ministros sagrados: el Papa —hemos celebrado hace pocos días sus 84 años—, el Cardenal Vicario de Roma, los Obispos, los sacerdotes del mundo entero. ¡Que Dios os bendiga!”

Landry con sus padres.

Costa de Marfil, una Iglesia joven y en crecimiento

“En mi país hay una gran necesidad de paz y de reconciliación”, señala l’abbé Landry, el nuevo sacerdote de Costa de Marfil. Su país padece momentos de inestabilidad social y política, y por eso afirma: “Tenemos que aprender a perdonar, porque todo el mundo ha sufrido. Le pido ayuda a Dios para que, como sacerdote, pueda contribuir a la paz en Costa de Marfil, también a través del sacramento de la penitencia”. Y añade: “en la confesión, los cristianos nos reconciliamos con Dios y, con el alma en paz y con la ayuda del Señor, se puede construir una sociedad basada en la comprensión y la ayuda mutua”.

Landry nació en 1973. “La Iglesia Católica es joven en mi país”, explica, y “está en continuo crecimiento”. Refiriéndose con esperanza al futuro de su labor sacerdotal, afirma: “hacen falta sacerdotes para atender a la gente que se está convirtiendo al catolicismo y que tiene un gran interés por conocer mejor su fe. Considero que la formación es uno de los grandes retos de la Iglesia en mi país. Siento una gran responsabilidad de ayudar a las personas a conocer la doctrina de Jesucristo y a frecuentar los sacramentos, especialmente la confesión y la misa”.

Arropado por la oración de muchos australianos y neozelandeses

Peter con su madre.

Otro de los nuevos presbíteros es el australiano Peter Fitzsimons, que antes ha trabajado como abogado en Australia y como profesor de Derecho en la Universidad de Waikato, en Nueva Zelanda. Le ha acompañado su madre, que ha recorrido por primera vez los más de 16.000 km que separan Sidney de Roma. Y junto a ella su tío Vincent, religioso de los Oblatos de María, algunos otros parientes y diversos amigos de Australia, Nueva Zelanda, Japón y Malasia.

El padre del sacerdote australiano, que falleció en 1999, está en el origen de su vocación: “mi padre–comenta father Peter– me decía que rezaba por mí para que fuera generoso con Dios. Estoy seguro de que sus oraciones me han ayudado mucho durante todos estos años”. Y añade: “Siento una gran deuda con mi padre y ahora tengo mucha ilusión de rezar por él todos los días en la Santa Misa”. Y a propósito de la celebración de la Eucaristía, afirma: “Soy consciente de que lo más importante para un sacerdote es rezar, por eso le estoy pidiendo a san Josemaría que me ayude a amar mucho la Santa Misa”.

En este día especial, Peter se siente arropado por la oración de numerosas personas. “Recibí, por ejemplo, una carta de una familia inglesa: son protestantes y han pedido a los de su iglesia que incluyan en el folleto de sus servicios religiosos unas oraciones por mi”.

Ji Young, conversión en la familia

Ji Young Emiliano con su familia.

También ha sido ordenado sacerdote el coreano Ji Young Emiliano Hong. Nacido en Seul en 1973, Ji Young se trasladó a Buenos Aires en 1986 con toda su familia. Allí conoció la fe católica y, al poco tiempo, se convirtió al catolicismo: “primero se convirtió una de mis tías que vivía en Corea, y con ella descubrimos el camino de la fe católica mis padres y mi hermano, muchos de mis tíos y mis abuelos. Yo era calvinista, pero en mi familia había también budistas y, sobre todo, ateos”.

El sacerdote coreano explica que cuando Juan Pablo II visitó Corea del Sur en 1984 había un millón de católicos, mientras que hoy son más de cuatro millones. Y atribuye, en parte, esta explosión de conversiones a la intercesión de los “Mártires Coreanos” canonizados por el Papa en aquel viaje: entre ellos figura Pedro Lee, antepasado de Ji Young por vía materna.

Ji Young confía en la familia como escenario de encuentro con Dios y de conversión. “Pido al Señor en estos días que haya más familias como la mía que encuentren el camino hacia Dios. En mi caso, está claro que Dios se valió de la conversión de mi tía”.

Los nuevos sacerdotes proceden de Argentina, Australia, Brasil, Corea, Colombia, Costa de Marfil, Chile, El Salvador, España, Honduras, Italia, México, Paraguay, Polonia, Portugal y Venezuela.